Puertoriqueño gana premio mundial por cuidar hábitat de tortuga baula

Luis Jorge Rivera Herrera, puertorriqueño de 43 años, tiene 17 en la lucha por crear y cuidar un corredor biológico en su isla natal.

“Para proteger el ambiente debemos ser un poco como adultos mayores y otro poco como niños. Tomar de los adultos mayores ese espíritu de análisis y de cuestionarse cuál es el legado que uno va a dejar a los suyos. Y de los niños adoptar esa avidez por conocer cosas y verlas desde una óptica diferente y especialmente esa idea de que todo es posible”.

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Con esas palabras alienta a la conservación y cuido del planeta el nuevo galardón del premio Goldman. Estos premios son considerados los Nobel Verdes.

Se trata de Luis Jorge Rivera Herrera, un puertorriqueño de 43 años, quien tiene 17 años luchando por ayudar a crear un corredor biológico en su isla natal.

Rivera fue premiado por la organización por su lucha para crear el llamado Corredor ecológico del Noreste (NECC), sitio de Puerto Rico que alberga manglares, cientos de especies de flora y fauna tan preciada como la tortuga laúd o baula, especie en riesgo de extinción que desova en esas playas cada año.

“Soy optimista en esta lucha, pero también estoy consciente de que estamos en carrera contra el tiempo. Mientras más nos demoremos en tomar decisiones y actuar, más difícil va a ser. Es urgente cambiar el rumbo”, asegura.

Su historia

Para Rivera amar el planeta y estar en contacto con él es algo obvio y absolutamente natural, pues lo hacía desde niño en una finca de plantación de coco que por casi 100 años perteneció a su familia. Esta fue expropiada por el gobierno puertorriqueño para construir una planta de tratamiento de aguas.

El nuevo galadonado recuerda que a sus 8 años, cuando volvió a la finca para saludar a los vecinos y amigos de infancia, vio cómo habían destruido el manglar. Entonces, se prometió a sí mismo que dedicaría su vida a defender el medio ambiente.

Y así lo hizo. Años más tarde se graduó de un Bachillerato de Ciencias Naturales en Universidad de Puerto Rico y luego obtuvo una Maestría en Planificación Ambiental.

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A su infantil causa ambiental se sumó también al amor por las olas. Y es que fue atravesando unos manglares de Puerto Rico para ir a surfear con un primo biólogo cuando revivió su deseo de luchar con todas sus fuerzas y conocimiento por protegerlos.

Muchos vaivenes pasaron hasta que el corredor donde estaban esos manglares finalmente fuera declarado, por orden ejecutiva, como área protegida. Incluso, alguna vez esta disposición fue revocada por el Gobernador Luis Fortuño, impidiendo que fuera área protegida por dos décadas.

Rivera explica que la intención de ese funcionario era permitir la construcción de dos megaresorts que sumarían unas 4,000 unidades residenciales turísticas de lujo en una zona donde hay carencia de agua potable. También se planeaban hacer unos campos de golf, asegura el premiado.

El impacto de las luces habría afectado a la tortuga baula y sus desoves. Esta es una de las pocas playas de anidación de esta tortuga marina en el mundo. La especie está en riesgo de extingirse.

“Además del impacto directo de las construcciones por remover la capa vegetal, cortar árboles y rellenar humedales, se buscaba también bloquear el acceso público a la playa. ¡Quitarle el mar a los isleños!, ¿se imagina? Acceder a la playa es parte de lo que somos los puertorriqueños. Eso era impensable”, expresa.


“Por dicha el pueblo se unió a ayudar y defenderlo”, agrega. Y es que para él el conocimiento es una herramienta muy poderosa, pero solo llega a ser útil si las comunidades y ciudades lo ponen en práctica.

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Según Rivera, muchas veces los gobiernos pueden ignorar la información científica -incluso la que ellos mismos producen- y las empresas desarrolladoras pueden influir hasta en los altos cargos jurídicos para impedir el paso de leyes de protección. Por eso, para él lo único que sirve realmente en Puerto Rico y en el mundo es la conciencia y la movilización ciudadana.

“Hay muchos equivocados. Existe una concepción generalizada de que la protección de la flora y fauna es un asunto estrictamente altruista y realmente no es así. Cuando hay ciudadanos o individuos que buscan la protección de bosques o de especies, proteger la naturaleza es absolutamente posible”, alienta.

Rivera Herrera aseguró que él no ha sido amenazado ni se ha sentido acechado por los detractores de sus luchas, pero expresó su solidaridad con quienes sí lo han vivido, como Berta Cáseres o Máxima Acuña, ganadora del premio Goldman 2016.

“A todos quienes luchan y se exponen por el medio ambiente les digo que se cuiden y que traten de determinar bien los riesgos a los que se enfrentan, pero que no se desanimen y que continúen. Mucha de esta lucha es paciencia y en gran parte, perseverancia. Si uno está consciente y convencido de que está haciendo lo correcto, las cosas van a salir bien. Y si el triunfo no llegara durante la vida de uno, siempre es un triunfo, porque le está haciendo el camino más fácil a quienes vienen detrás luchando”.

Lea más sobre la ganadora del premio Goldman en el artículo: Como Berta Cáceres, la nueva ganadora del 'Nobel Verde' teme por su vida