A principios de este verano, tuve la oportunidad de reunirme con los Orellanas, una familia de Bolivia que hizo de Virginia su hogar. Wilson Orellana trabaja para una compañía que provee transportación para estadounidenses con discapacidades; y su esposa Roxana es miembro activo de la comunidad, enseña español a los niños y ayuda en la organización de padres de familia de la escuela secundaria local. Sus dos hijas, Rebeca y Marisol, trabajaron duro en la escuela y Rebeca ahora es una alumna destacada de ingeniería en la universidad.
Nosotros continuaremos luchando para que el Sueño Americano sea una realidad para todos
“Deberíamos estar haciendo todo lo posible por mantener juntas a familias como los Orellanas, no amenazándolos con la deportación o separación. Después de todo, son nuestros amigos, vecinos y compañeros. Ellos enriquecen nuestras comunidades y contribuyen a nuestra economía”.


Con gran razón, están orgullosos de la vida que han construido para ellos mismos. Pero durante nuestra conversación me dijeron lo aterrorizados que estaban de ser separados debido a su estatus migratorio mixto.
Los Orellanas son una de las muchas familias en los Estados Unidos que fueron elegibles para las acciones ejecutivas del presidente Obama sobre migración: la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) y Acción Diferida para los Padres de Ciudadanos y Residentes Permanentes Legales (DAPA, por sus siglas en inglés). Rebeca, quien llegó a los Estados Unidos de niña, está protegida de la deportación y puede luchar por sus sueños gracias a DACA. Pero para Wilson y Roxana, quienes querían dejar de vivir con temor y participar plenamente en nuestra sociedad, el futuro continúa siendo incierto.
Cuando nos reunimos, estaban esperando con ansias la decisión de la Corte Suprema sobre DAPA. Hillary y yo creemos que el presidente Obama actuó dentro de su autoridad legal cuando emitió estas acciones. Pero ahora, desafortunadamente, la decisión de la Corte Suprema ha regresado a millones de familias, como los Orellanas, a la incertidumbre.
Deberíamos estar haciendo todo lo posible por mantener juntas a familias como los Orellanas, no amenazándolos con la deportación o separación. Después de todo, son nuestros amigos, vecinos y compañeros. Ellos enriquecen nuestras comunidades y contribuyen a nuestra economía.
Hillary Clinton y yo continuaremos defendiendo a DACA y DAPA, y haremos todo lo posible bajo la ley para crear un sistema claro para las personas con casos meritorios y hacer que sus casos también sean elegibles para la acción diferida.
Estos cambios a la política migratoria son cruciales, pero sabemos que para reparar nuestro sistema de inmigración roto, necesitamos pasar una reforma migratoria integral. La mayoría de los estadounidenses apoyan una reforma integral no solo porque es lo correcto, sino porque saben que fortalecerá a nuestras familias, nuestra economía y nuestro país.
Hemos esperado lo suficiente. En los primeros 100 días de gestión, Hillary y yo presentaremos una reforma migratoria integral ante el Congreso que incluirá un camino a la ciudadanía, seguridad en la frontera, y abordará las visas de familias pendientes. Eso permitirá a nuestro país ser lo que siempre ha sido: un lugar donde personas de todo el mundo pueden venir a empezar un negocio, perseguir sus sueños, aplicar sus talentos en la innovación y el crecimiento de los Estados Unidos.
Esta es una estrategia muy diferente a la que Donald Trump propone. No solo no apoya una reforma integral, sino que ha amenazado con mandar a una fuerza de deportación para detener a 16 millones de personas y sacarlos de nuestro país. Donald Trump mira a los inmigrantes y los llama “violadores” y “asesinos”. Y también apoya eliminar el derecho a la ciudadanía por nacimiento; uno de los principios estadounidenses que establece que, si naciste aquí, perteneces aquí.
Cuando estaba en la Facultad de Derecho, me tomé un año para hacer un servicio voluntario en El Progreso, Honduras, como misionero jesuita. La comunidad local me acogió y los valores que aprendí de mi comunidad hondureña son los mismos que veo en la comunidad latina aquí en los Estados Unidos: fe, familia y trabajo duro.
Estos son los mismos valores que fundaron este país. En los Estados Unidos no construimos muros; construimos puentes. Nuestros valores compartidos nos unen y nos hacen más fuertes. No podemos permitir que Donald Trump cree una imagen falsa de los inmigrantes y destruya todo lo que este país representa.
Lo sé personalmente. Cuando voy a los servicios de naturalización, escucho a muchos inmigrantes compartir sus historias conmovedoras sobre lo que los inspiró a hacerse ciudadanos estadounidenses, y he visto a cada uno de ellos alzar su mano derecha y jurar como ciudadanos naturalizados. Déjame decirte: es una de las cosas más conmovedoras que he visto. Escucharlos siempre pone una sonrisa en mi rostro y una lágrima en cada ojo dentro del salón. Cualquiera que ame a los Estados Unidos tanto como ellos, merece estar aquí.
Hay un dicho que aprendí en Honduras: Adelante, no atrás.
Tenemos mucho trabajo por delante, pero si Hillary y yo tenemos el honor de servir como tu presidente y vicepresidente, continuaremos hacia delante –no hacia atrás– y continuaremos luchando para que el Sueño Americano sea una realidad para todos.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







