La renuncia de Kuczynski: una oportunidad para posponer la Cumbre de las Américas

La renuncia del presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, conocido universalmente como PPK, antes de una votación sobre un juicio político por supuesta compra de votos que seguramente iba a perder, hace aún más inestable un año de cambio político como el actual en América Latina.
Kuczynski negó cualquier acusación de corrupción, pero el momento de su renuncia no podría ser peor. En tan solo tres semanas Perú tiene programado organizar la próxima Cumbre de las Américas, una reunión periódica de líderes regionales que incluye al presidente Donald Trump. ¿El tema? La lucha contra la corrupción.
Ahora que el presidente de Perú, el anfitrión, ha renunciado, se debe considerar seriamente posponer la cumbre. Esto permitiría a los líderes regionales hacer un balance de la situación en Perú y considerar todas las implicaciones de una cumbre en Lima bajo las circunstancias existentes.
Si se pospone hasta 2019, también permitiría a Brasil, Colombia, México, Paraguay, y otras naciones que celebrarán elecciones este año, enviar a sus presidentes recién elegidos a la cumbre para acordar una agenda con compromisos concretos y con mayor probabilidad de ser implementados.
Antes de la renuncia de Kuczynski la cumbre ya era controvertida. Al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se le había retirado la invitación, apropiadamente, por la gran corrupción y las acciones antidemocráticas que imperan en su país. Kuczynski ha sido uno de los líderes más abiertos en la lucha contra el régimen venezolano; el grupo regional informal que trabaja para restaurar la democracia en Venezuela se inició en Lima bajo su dirección.
Posponer la cumbre le daría al hemisferio otra herramienta para lidiar con el régimen de Maduro en Caracas. Si los líderes del hemisferio declaran clara e inequívocamente que, sin elecciones libres y justas, el liderazgo ejecutivo actual de Venezuela no sería bienvenido a participar, la carga se colocaría donde corresponde: en Caracas.
Si hay un lado positivo, la renuncia de Kuczynski le brinda al hemisferio una oportunidad legítima para repensar y reutilizar las Cumbres de las Américas como una forma de promover una fuerte gobernabilidad democrática y aumentar el comercio y la integración económica entre aquellas naciones capaces de hacer e implementar dichos compromisos. Es una oportunidad que quizás no hayan buscado, pero que deben aprovechar.
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Los problemas políticos de Kuczynski comenzaron el año pasado. El presidente apenas sobrevivió a un voto político en diciembre, después de que los investigadores del Congreso lo vincularon con el gigante de la construcción brasileño Odebrecht, que admitió haber pagado unos 800 millones de dólares en sobornos para obtener contratos en toda América Latina. Una compañía de Kuczynski recibió dinero de Odebrecht durante un tiempo en que Kuczynski fue ministro del gobierno hace más de una década.
Kuczynski evitó la destitución en diciembre después de que aparentemente llegó a un acuerdo con un pequeño grupo de legisladores para liberar, por razones médicas, al expresidente Alberto Fujimori, que cumplía una condena por violaciones de derechos humanos y corrupción durante sus años en el poder en la década de 1990.
Pero esto resultó ser un trato con el diablo: la liberación de Fujimori concedida en la Nochebuena del 2017 por razones “humanitarias” llevó al Perú al caos político, debilitando al presidente y haciéndolo vulnerable a los esfuerzos renovados, concertados y ahora exitosos de la oposición, para sacarlo de la presidencia.
Antes de una segunda votación de destitución, Fuerza Popular, el partido político encabezado por Keiko Fujimori, la hija del expresidente, lanzó una serie de videos que parecían mostrar a los aliados de Kuczynski ofreciendo contratos gubernamentales a los legisladores a cambio de su apoyo político contra la acusación.
La dramática caída de Kuczynski se ve ahora muy distante de su victoria electoral de 2016.
La comunidad internacional dio la bienvenida a Kuczynski, un exbanquero de Wall Street, de 79 años, como un líder pro-occidental y pro-empresarial más interesado en los resultados que en las cruzadas ideológicas o el autoengrandecimiento. Perú fue visto como un modelo: bien administrado y en crecimiento económico, un vínculo importante entre América Latina y Asia, y un verdadero socio para Estados Unidos.
A pesar de los logros iniciales, sin embargo, el gobierno de Kuczynski, que carecía de una mayoría en el Congreso, dependía en gran medida de la buena voluntad de la oposición, liderada por la hija de Fujimori, Keiko, a quién había derrotado en una dura segunda vuelta por la presidencia.
Keiko ha fortalecido su posición en el Congreso, donde pudo convertir en arma política las acusaciones de corrupción contra el presidente, llevando a Kuczynski a tomar una posición insostenible donde la renuncia era su única opción.
El resultado: el fujimorismo está en ascenso en Perú. El expresidente Fujimori ha sido indultado mientras su hija impulsa la agenda nacional en el Congreso. Mientras tanto, la reputación de estabilidad difícilmente ganada por Perú se ha visto seriamente afectada. Un incremento adicional en la incertidumbre política está virtualmente garantizado.
Artículo publicado originalmente en inglés en la página web de la Sociedad de las Américas/Consejo de las Américas.
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