Los abuelos, los amigos, la escuela: las razones por las que los niños migrantes suplican retornar a su país
Desde que salieron de Guatemala, Honduras y El Salvador han pasado meses, y en algunos casos apenas han podido conversar de nuevo con sus familiares y amigos. A eso se suma que al llegar a Estados Unidos son devueltos a México bajo los Protocolos de Protección de Migrantes. Allí deben esperar a que les toque su turno para pelear con sus padres sus casos de asilo. La espera puede ser tan larga, que muchos niños desesperan y lloran pidiendo volver a casa.
"Tengo mis juguetes allá y extraño a mis abuelos, que me abrazan", dice Valeria Figueroa, una niña hondureña de 6 años que asegura no tener dudas de que quiere regresar a su país. Dice además que extraña su escuela y por eso, cada vez que puede, juega con su amiga Sharon a la escuelita.
Almudena Toral/Univision
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Henry, de 9 años, y Sofía, de 11, quieren volver a Ecuador, su país natal. Pero aclaran que no quieren regresar a donde vivían. De allí huyeron escapando de una mujer que secuestró a uno de los hermanos, que luego recuperó la policía. La mujer insistía en que el niño era suyo y por eso amenazaba a la madre con volver a plagiarlo. Para estos niños, la migración a Estados Unidos ha sido una amarga experiencia. Una vez que las autoridades migratorias los enviaron de San Diego, California, a Tijuana, por la poca información que reciben los migrantes sobre dónde buscar ayuda,
ellos, sus dos hermanos y su madre durmieron en la calle. Y en Reynosa, México, un taxista los asaltó. Sofía extraña sus estudios, la comida y a sus amigas; Henry, a sus amigos. Y a pesar de la insistencia de los niños por volver a Ecuador, la madre, Blanca, está decidida: "Yo no me regreso".
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"Extraño a mis hermanitos, sobre todo al más pequeño, y a mi papá", asegura Nahomi, una niña de 10 años. Y esa es la parte más importante de todo lo que echa de menos, pero también menciona a su gato, a su loro, a su perro, su escuela: "Quisiera volver a Guatemala de cualquier manera que sea". A tan corta edad, entiende perfectamente todo lo que ella y su madre han vivido en los últimos meses y que en parte le han quitado la sonrisa de la cara. "He aguantado hambre, mi mamá no tenía ni un centavo porque todos los policías en el camino le pedían dinero", cuenta, y dice que también han pasado enfermedades y han dormido en el suelo. Ahora, en un albergue de Tijuana asegura que se siente sola, pues su madre trabaja todo el día.
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En el albergue Madre Asunta, en Tijuana, Rosario Castro es la maestra. Dispusieron un salón en el que juegan y hacen tareas como una forma de ayudar a los menores a pasar las largas horas y días de espera mientras le llega el turno a sus familias de cruzar a Estados Unidos.
"Me han tocado niños felices, pero también tristes", dice Castro. En muchos casos, cuenta que los niños no entienden por qué están en México: "No es una preocupación para ellos, pero para la mamá sí. Cuando los retornan lo ven como parte del proceso desde que salieron de sus casas". Explica que son pocos los que se quieren regresar a sus países y la principal razón es la familia que dejaron.
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"¿Te imaginas si tuvieras que empezar en otro país?", se lee en una de las tareas que Castro puso a los niños en el albergue Madre Asunta, en Tijuana. El texto, que fue parte de un dictado, sigue así: "Todos los días en alguna parte del mundo hay niños y niñas que se convierten en refugiados y huyen de sus países porque su vida está en peligro. A veces huyen de la violencia y la guerra".
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Atziry, de 7 años, repitió tanto su deseo de volver a Guatemala que a la madre no le quedó otra opción. Una noche le dijo:
"Mami, no quiero estar aquí, vamos a regresarnos", y el llanto de la niña la llevó a tomar la decisión porque, explica, no quiere que sus hijos sufran más. En la imagen, la niña prepara su maleta y su abrigo poco antes de partir del albergue Ágape, en el que durmieron durante cuatro meses.
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Dos hermanos de 6 y 8 años que regresaban hace dos domingos a Guatemala con su madre. Ileidy García, de 26 años, asegura que se fueron porque sus hijos ya habían sufrido demasiado, sobre todo cuando vieron a varios agentes de la Patrulla Fronteriza obligarla por la fuerza a firmar el papel con el que aceptaba que los retornaran a todos a México a esperar la fecha de su primera corte. "Mis hijos lloraban de ver a los hombres agresivos.
El miedo que eso nos generó nos hace devolvernos a nuestro país", dice la mamá.
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"Extraño a mis amigos y a mi familia", dice Carlos Ayala, de 12 años, quien no tiene dudas de que quiere regresarse a su país, Guatemala. Reconoce que le gustó Tijuana, pero afirma que su deseo de ver a la familia es mayor.
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Una niña guatemalteca en un autobús privado que parte de Tijuana a Tapachula una mañana de agosto de 2019.