Este migrante recién llegó buscando 'el sueño americano', pero la pandemia está a punto de colapsar todo

Es la experiencia del hondureño Douglas Oviedo, quien terminó en una situación precaria debido a las medidas de distanciamiento social. Perdió su empleo como pintor y debió dejar su hogar temporal en California. Su situación es similar a la de los migrantes que cruzaron la frontera antes de la crisis financiera de 2008.

Douglas Oviedo entró a Estados Unidos el 16 de septiembre de 2019, cuando un juez aprobó su caso de asilo.
Douglas Oviedo entró a Estados Unidos el 16 de septiembre de 2019, cuando un juez aprobó su caso de asilo.
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Enfrentarse al inglés, su primer coche comprado en abonos antes de navidad, las duras jornadas pintando casas, explorar una ciudad desconocida, quedarse sin hogar y ahora el coronavirus.

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Douglas Oviedo describe sus primeros siete meses en California y cómo su incipiente búsqueda del 'sueño americano' ha quedado en pausado por las medidas de distanciamiento social aplicadas a nivel nacional. Su situación es parecida a la que enfrentaron los migrantes que cruzaron la frontera poco antes de la crisis financiera de 2008.

Lleva un mes confinado en una casa en San Francisco, donde le han dado morada. Únicamente sale a caminar y a comprar comida con los pocos ahorros que le quedan. Le urge volver a trabajar para seguir manteniendo a su familia que se quedó en Centroamérica, pero aún no sabe si su empleo existirá cuando concluya la orden de respetar el distanciamiento social.

Douglas es de Honduras, tiene 36 años y llegó a la frontera entre México y Estados Unidos en noviembre de 2018. Vino en una de las caravanas masivas que se establecieron en un centro deportivo de Tijuana y esperó varios meses mientras revisaban su solicitud de asilo, en la cual afirma que corre peligro en su país. Allá se volvió activista y fue uno de los fundadores del primer albergue operado por migrantes centroamericanos.

Douglas Oviedo (de playera negra) durante la construcción del albergue 'El Puente' de Tijuana.
Douglas Oviedo (de playera negra) durante la construcción del albergue 'El Puente' de Tijuana.
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El 16 de septiembre de 2019, coincidiendo con la fecha en que México conmemora su independencia, él celebró la suya. Un juez aprobó su caso y le abrió las puertas del país considerándolo un refugiado. Ese mismo día continuó su viaje hacia el norte, llegando primero a Los Ángeles y después a San Francisco.

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El choque cultural, no tener familiares en esa ciudad y la falta de trabajo han sido sus principales retos. Unos días fue el ayudante de un plomero y otros pintó casas. En diciembre, durante una buena racha laboral, compró a pagos un Honda Accord usado y lo celebró en Facebook. “Mi carrito, fruto de mi trabajo”, escribió el 21 de diciembre. Fue un primer paso en el llamado “país de las oportunidades”.

Entonces una organización le había conseguido un espacio en la casa de una anciana en San Francisco. Pero el coronavirus lo desestabilizó por completo: quedó desempleado y tuvo que buscar otra vivienda patrocinada porque la mujer que lo recibió temía que la contagiara.

“Aquí estoy encerrado, sin dinero, ni comida y ni a quién pedirle. Ha sido una experiencia muy fuerte”, lamenta Douglas en una entrevista con Univision Noticias.

“Es muy difícil hacer mi vida en este país desde cero, sin nada, sin familia, solo con el apoyo de esta organización. Nunca pensé que iba a ser así. Adaptarme a un país nuevo es difícil, pero es más por este virus”, agrega el centroamericano.

Estaría completamente desamparado en una de las ciudades más caras de EEUU, pero defensores de los inmigrantes le consiguieron un apartamento. “Solo tenía 700 dólares ahorrados”, dice Douglas, quien aún busca que un contratista de la construcción le pague varias semanas de trabajo que le adeuda.

De la caravana al activismo

Douglas llegó al norte de California por azares del destino. Aunque tiene familiares en la Costa Este, ellos no le ayudaron. Su abogada vive en San Francisco y su red de apoyo le encontró vivienda temporal en esa ciudad. Ese liderazgo que forjó en la frontera encajó bien en su nuevo hogar, donde ha participado en foros contando su experiencia huyendo de su país y pidiendo asilo al gobierno de Trump.

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El viaje de Douglas hacia EEUU comenzó en octubre de 2018, cuando se unió a una caravana migrante en el sureste de México. En su país se quedaron su esposa y dos de sus tres hijos. Huyó por amenazas de muerte que recibió debido a su trabajo comunitario en Honduras. “Estaba siendo perseguido”, afirma.

Caminando y pidiendo aventones llegó hasta Tijuana, que a finales de ese año recibió a miles de centroamericanos que esperaban su turno para pedir asilo al gobierno estadounidense. Primero estuvo en la unidad deportiva Benito Juárez, a unos pasos de la valla metálica que divide a ambos países; y luego en la explanada El Barretal, en una de las colonias más peligrosas de la ciudad.

El 29 de enero de 2019 se presentó ante un agente migratorio de EEUU y al día siguiente lo devolvieron a México. En mayo, cuando acudió a la segunda vista, ya había entrado en vigor los Protocolos de Protección de Migrantes (MPP), por el cual miles de solicitantes de asilo deben permanecer en México.

“Ya no éramos 12 migrantes sin hijos que regresábamos a Tijuana después de las citas, sino miles de familias y el problema se extendió a Ciudad Juárez y Matamoros”, describe Douglas.

Cuando algunos retornados le dijeron que ya habían perdido sus lugares en los albergues, a Douglas se le ocurrió abrir un refugio en Tijuana. Una abogada le ayudó a conseguir un lote en la colonia Amparo Sánchez. Tuvieron que remodelar una vivienda casi en ruinas y construir una cocina.

Así nació ‘El Puente’, el primer centro para migrantes en México operado por centroamericanos y donde ahora duermen y comen 10 niños y 12 mujeres de Honduras, El Salvador y Guatemala.

Video Inauguran albergue para migrantes que esperan por la resolución de sus solicitudes de asilo en Tijuana


El lugar requiere un presupuesto de 2,300 dólares y ahora es difícil conseguir donaciones. “Esto nos ha paralizado”, dice Douglas, quien aportaba una parte de su sueldo para mantenerlo abierto.

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En la soledad de su recámara, este migrante pasa la cuarentena ideando cómo recaudar dinero para ‘El Puente’, cómo continuar su activismo en San Francisco y resolviendo los últimos detalles de su libro ‘Los caravaneros’, que escribió en Tijuana para contar las historias de siete personajes ficticios que padecieron el éxodo centroamericano.

Entre sus planes están traer a su familia que sigue en Honduras y abrir una empresa de limpieza que contrate a migrantes recién llegados. “Estados Unidos es un país de bendiciones y quiero aprovecharlas”, dice. “Le pido a Dios que esto acabe pronto y que todos volvamos a la normalidad”.