LOS ÁNGELES, California.- "Creo que ya lloré bastante. Es difícil porque hemos llegado hasta acá. No solo es mi sueño, sino el de muchos padres". Daisy Alfaro se quiebra hablando sobre su escuela de arte para niños, la única en el sur-centro de Los Ángeles, ahora cerrada por el brote del coronavirus.
Abrió la escuela de arte de sus sueños en un barrio hispano… pero llegó el coronavirus
Una academia de pintura para niños de Los Ángeles, que se convirtió en el principal ingreso de una inmigrante hispana, está ahora en vilo por la contingencia debido a la pandemia.

Alfaro’s Creations, una galería y estudio de arte para menores de bajos recursos, es un proyecto que Daisy fue tejiendo durante cinco años y se volvió su principal ingreso económico. Comenzó enseñando a pintar a cinco niños en otro lugar, hasta que un día llegaron tantos que tuvo que buscar un espacio más amplio.
Según su conteo, hasta el sábado 14 de marzo (el día que cerró su academia) había unos 70 estudiantes tomando sus clases, casi todos hispanos. Sus padres los llevaban para tenerlos haciendo algo productivo en una metrópoli plagada de pandillas y aprovechaban que la cuota es hasta 50% más baja comparada con otras instituciones de arte en el sur de California. Es un lujo que pocos pueden pagar.
Pero la contingencia por el virus cambió repentinamente la rutina de miles de familias y las clases de pintura no pudieron continuar. "Los papás cancelaron las clases de sus hijos porque se quedaron sin trabajo, les recortaron las horas (laborales) o porque tienen miedo. Tuve que cerrar", lamenta Daisy.

Muchas pinturas quedaron a medio camino y no está claro cuándo volverán los niños. Las medidas tomadas por funcionarios escolares indican que no será pronto: el Distrito Escolar de Los Ángeles (LAUSD) cree que las clases podrían retomarse hasta el 1 de mayo, mientras que el gobernador Gavin Newsom duda que el año escolar concluya en las aulas.
El futuro de Alfaro’s Creations es incierto, como el de muchos pequeños negocios en todo el país. Por órdenes ejecutivas, solo siguen abiertos supermercados, gasolinerías, farmacias, restaurantes y otros establecimientos considerados “esenciales” en varios estados, incluyendo California y Nueva York.
“No sé qué va a pasar, las clases no son tan caras. Tengo para sostenerme en abril, pero no sé qué haré en mayo. Si no hay estudiantes, no hay dinero para pagar” (el alquiler del local), dice Daisy.
“No quiero perder la galería”
La dueña de Alfaro’s Creation tenía 17 años cuando emigró de El Salvador. Ahora tiene 32 años y está casada con un trabajador de la construcción. La pareja tiene tres hijos, de entre 8 y 14 años, y vive en Los Ángeles.
En este país, Daisy fue desarrollando su amor por el arte, realizando murales y cuadros a pedido. La idea de abrir una academia surgió hace cinco años cuando buscaba clases de pintura para sus hijos y no encontró ninguna que pudiera pagar. Le cobraban entre 200 y 300 dólares. Las más baratas le pedían $45 por sesión.
Al ver que ni siquiera ofrecían esas clases en su vecindario, ella decidió ponerse a enseñar lo que sabía. Su esposo hizo caballetes con tablas que fueron sobrando en su trabajo en la construcción y ella cosió a mano los mandiles. Cuando todo estaba listo, publicó un anunció cobrando 20 dólares por clase.
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Primero llegaron cinco alumnos y conforme se corrió la voz fueron llegando más. Hasta que el salón les quedó pequeño. Hace un año se mudaron a un local en la esquina del bulevar Martin Luther King y la avenida Denker, a donde llegan menores que viajaban más de una hora para aprender a pintar.
“Les enseñamos a dibujar, a pintar, a crear paisajes y hacer caricaturas. Unos niños lo hacen por diversión y otros por pasión”, describe. “Hay niños con síndrome de Down y autismo, aunque en otros lugares los rechazas aquí no les negamos la oportunidad, porque esos niños son extraordinarios”.
“También trabajo con niños con depresión, que tienen talento, pero sus papás no tienen dinero”, dice.
En sus clases las edades varían: hay niños de 5 años y hasta adolescentes de 17. De martes a viernes van después de la escuela y los sábados, por las mañanas. En los días más concurridos hay más de 20 alumnos en la galería. Los hijos de Daisy, también interesados en el arte, son sus asistentes.
Tratando de imitar a los distritos escolares de California y otros estados, la instrucción en línea es una opción que le está fundionando a esta academia. Unos padres están de acuerdo, pero otros no están familiarizados con la tecnología. “Arrancamos con las clases virtuales y la respuesta ha sido un éxito”, celebra.
Daisy menciona que no reabrirá su escuela de arte hasta que las autoridades indiquen que es seguro para todos. “Espero estar pronto con mis estudiantes y espero verlos sanos y salvos después de esta crisis”, dice.





















