Del bosque al hogar: una historia detrás de los árboles de Navidad

Los bosques en los que crecen los pinos que adornan la Navidad no tiene lucecitas ni aroma de canela y jengibre. En plenas montañas Apalaches, los pinos crecen en un terreno difícil de caminar y trabajar, tierra empinada y peligrosa. Esta es la historia de uno de los tantos inmigrantes que durante todo el año cuidan los pinos que se cortan para Navidad.

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Por:
Patricia Serrano
La temporada de cosecha del pino fraser –de agujas verde opaco con forma de cono, originario de las montañas Apalaches– comienza a fines de octubre y termina a principios de diciembre. Según la Asociación de Árboles de Navidad, en Carolina del Norte hay unas 1,600 granjas de producción de pino navideño, considerado la estrella de la Navidad por su aroma.
La temporada de cosecha del pino fraser –de agujas verde opaco con forma de cono, originario de las montañas Apalaches– comienza a fines de octubre y termina a principios de diciembre. Según la Asociación de Árboles de Navidad, en Carolina del Norte hay unas 1,600 granjas de producción de pino navideño, considerado la estrella de la Navidad por su aroma.
Imagen Roberto Ceballos

Balsam Grove, Carolina del Norte.- Roberto Ceballos se siente satisfecho: ha cumplido con su trabajo y con su palabra. A una semana de la Navidad puede decir con una sonrisa que se le adivina debajo de su mascarilla que tanto él como los pinos navideños están listos para irse a casa y pasar las fiestas en familia. Mañana volará a México y estará en su casa para fin de año, tal como le había prometido a su mamá. En Durango, la ciudad donde vive, lo esperan con ganas. En Balsam Grove, el pequeñísimo pueblo de montaña donde charlamos ahora, las cosas seguirán más o menos igual hasta la próxima temporada, cuando Roberto llegue para cuidar de los pinos con los que convive diez meses al año hace siete años.

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El 4 de diciembre pasado Roberto cumplió 35 años. La primera vez que llegó a Carolina del Norte tenía 28 años y nunca antes había estado en Estados Unidos. Tuvo suerte: fue recomendado por el Farm Labor Organizing Committee (FLOC), el sindicato de los trabajadores rurales de las Carolinas, y consiguió un trabajo bajo la Visa H2 en un rancho de producción de pinos navideños en el condado de Transilvania, en medio del Bosque Nacional Pisgah y el Bosque Nacional Nantahala. Allí vuelve cada temporada. Allí, de hecho, ha pasado la mayor parte de los últimos años y, también, todos sus cumpleaños.

Imagen Roberto Ceballos


Pero no se queja. Antes de conseguir este trabajo logró terminar el bachillerato en México, con un título de técnico en agricultura. Su objetivo no era distinto del de cientos de miles trabajadores migrantes: ayudar a la familia, construir un futuro allá con el dinero ganado acá, en su caso darle una vida mejor su papá Alejandrino y su mamá Lucila, quienes tienen 63 años y jamás pisaron la tierra del otro lado de la frontera.

Es 14 de diciembre, la temperatura apenas rasguña los 30 grados Fahrenheit y ya casi no quedan trabajadores migrantes en Carolina del Norte. Roberto está sentado ante una mesa de plástico, junto a su novia Lisa –hija de colombianos, nacida en USA, magíster en Ciencias Sociales–, dando esta entrevista en el diminuto centro comunitario de Balsam Grove. Estamos a 40 minutos del pueblo más cercano –Sylva– y a una hora de Asheville, la ciudad en las montañas donde muchos de los pinos encuentran su destino final. No puede verse la mitad de su cara, pero se adivinan los hoyuelos en los cachetes felices, la barba crecida de hombre de montaña, la boca hambrienta de comida picosa. Una valija armada lista para el aeropuerto y una promesa para la primavera que viene: volver a los pinos, volver a la novia. Para Roberto, este lugar también es un poco su casa.

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La industria navideña

Roberto Ceballos no lleva la cuenta de los pinos que cortó este año. Está parado frente al camión de carga donde se apilan uno sobre otro los árboles recién talados y mira hacia arriba, buscando el número exacto mientras mira el cielo cerrado por el invierno que llega.

-Fueron 120,000 en total entre los 18, así que yo calculo que mi cuadrilla habrá cortado 44,000 pinos.

-¿En cuánto tiempo?

-En un mes y medio.

Imagen Roberto Ceballos


La temporada de cosecha del pino fraser –un pino de agujas verde opaco con forma de cono, originario de los Apalaches– comienza a fines de octubre y termina a principios de diciembre. Según la Asociación de Árboles de Navidad de Estados Unidos, en Carolina del Norte hay unas 1,600 granjas de producción de pino navideño que plantan más de 50 millones de pinos al año en 25,000 acres de terreno. El pino fraser, la estrella de la Navidad, es el más buscado por las familias por el llamado 'aroma navideño'.

El mundo del bosque donde crece la magia de la Navidad no tiene lucecitas parpadeantes ni el vapor humeante a canela y jengibre de los tés ni las sopas calientes que reconfortan en el frío. En plenas montañas Apalaches, los pinos crecen en un terreno difícil de caminar y trabajar, tierra empinada y peligrosa, de víboras en verano –cascabel, cabeza de cobra–, de suelo congelado y duro en invierno. En ese mundo, en una casona alejada sobre una calle de ripio, Roberto y 12 compañeros vivieron desde marzo para cultivar y cuidar los pinos.

Esta fue su rutina por 10 meses, de lunes a sábados, llueva o truene:

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4:30 a 6:00 am: Despertarse, tomar mucho café y preparar el lonche –huevos, carne, fruta– para llevar al bosque. Ponerse el impermeable porque casi siempre llueve en la montaña, calzarse las botas de hule, los guantes; cargar el cuchillo de poda limpio y afilado, las tijeras, todo el equipo a cuesta.

6:30 am: Salir a la montaña por equipos, en tres carros.

7:00 am: Comenzar a trabajar. Las tareas varían según la época del año y la necesidad de los pinos, a veces es cortar malezas, a veces es podar, a veces plantar o fumigar. Finalmente, cortar, enrollar, apilar, cargar.

10:00 am: Primer break de 10 minutos, tomar agua, revisar el Whatsapp. Seguir trabajando.

12:00 pm: Segundo break, esta vez de 30 minutos, comer el lonche, llamar a la casa en México si justo se está en una zona de la montaña donde hay señal.

14:00 pm: Tercer y último break de 10 minutos.

15:30 pm: Fin de la jornada. Irse a casa, hacer cola frente a la estufa para cocinar. "Llegamos con hambre", se excusa Roberto como si subir y bajar en la montaña más alta y empinada del este norteamericano durante más de 8 horas diarias no fuera motivo suficiente.

Horas más, horas menos, el trabajo que él y sus compañeros realizan en Balsam Grove se hace en gran parte de Carolina del Norte, en el 80% de los casos por trabajadores migrantes, muchos con visa de trabajo temporal para agricultura, otros tantos en peores condiciones y sin papeles. "Este año bajo contrato llegaron alrededor de 2,500 trabajadores a cultivar pino, no vimos mucha diferencia en número de trabajadores, es decir no vimos que haya cambiado por la pandemia, pero si parece que hubieron menos contratos porque terminaron un poco más pronto", afirma Leticia Zavala, organizadora de FLOC.

La temporada de cosecha del pino fraser –de agujas verde opaco con forma de cono, originario de las montañas Apalaches– comienza a fines de octubre y termina a principios de diciembre. Según la Asociación de Árboles de Navidad, en Carolina del Norte hay unas 1,600 granjas de producción de pino navideño, considerado la estrella de la Navidad por su aroma.
La temporada de cosecha del pino fraser –de agujas verde opaco con forma de cono, originario de las montañas Apalaches– comienza a fines de octubre y termina a principios de diciembre. Según la Asociación de Árboles de Navidad, en Carolina del Norte hay unas 1,600 granjas de producción de pino navideño, considerado la estrella de la Navidad por su aroma.
Imagen Roberto Ceballos


Carolina del Norte es el segundo productor del país de pinos navideños y se ha llevado varios años el galardón máximo: producir el árbol de la Casa Blanca. Pero este año el premio mayor se lo llevó West Virginia con un fraser fir de 18 pies y medio, el mismo tipo de pino, pero de otro estado que hoy decora la última Navidad del matrimonio Trump en el poder.

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Volver a casa

“Hoy es 27 de noviembre del año 2020, se culmina el corte de esta temporada, el corte de pino navideño. Hoy terminamos oficialmente este año, siendo una mañana un poco fría, pero ya agradecidos con Dios porque ya en unos cuantos días más regresamos a México. Ya todo el pino está amarrado, listo para cargarse e irse a cada uno de los hogares aquí, en Estados Unidos. Aquí va parte del escuadrón, parte de la cuadrilla, parte del equipo que terminamos satisfactoriamente el corte de esta temporada. Terminamos invictos, sin ningún accidente y sin ningún percance, un saludo para todos”.


Esta es la transcripción de uno de los últimos videos que filmó Roberto con su celular y envió a su familia y amigos por Whatsapp antes de volver a su casa. Se lo escucha feliz, sus compañeros amagan unos pasos de cumbia, levantan los brazos. El trabajo con los árboles de navidad es uno de los más peligrosos: cortes de dedos o raspones de pie con la motosierra son moneda corriente. Este año tienen mucho que festejar: de los 18 que llegaron a vivir en la casa ninguno tuvo covid-19 y ninguno se accidentó. No es poca cosa.

Roberto mira el bosque talado por última vez. Se va a su casa como si se fuera de vacaciones. Después de la Navidad, después del invierno, cuando el sol comience a entibiar los bosques oscuros y las flores silvestres crezcan al borde de los ríos de Carolina del Norte, Roberto volverá aquí, a estas mismas montañas que hoy deja tan solo por tres meses, para custodiar los árboles de la próxima Navidad. No quiere hacer esto para siempre; tiene un plan: mientras cultiva pinos escucha en sus auriculares las clases de la carrera de derecho online de UTEL (una universidad mexicana que dicta carreras en línea) –Roberto piensa recibirse de abogado en los próximos años– y planea su futuro como comerciante en Durango.

Pero el sueño más grande es construir su propia casa y, hasta que lo logre, seguirá viniendo al norte. Sus cálculos estiman dos o tres años más, pero realmente no sabe. La vida da vueltas inesperadas: este año, por ejemplo, conoció a Lisa mientras daba su testimonio para un documental del proyecto Student Action with Farmworkers (una organización sin fines de lucro que trabaja para mejorar las condiciones de los trabajadores agrícolas). Se pusieron de novios y usaron los domingos libres de él para caminar juntos los trails de las montañas. Pasarán la Navidad separados, uno de cada lado de la frontera, pero esperan verse pronto.

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La Navidad de Roberto y su familia será un poco como todos los años: unas 10 personas alrededor de la mesa, tamales, chocolate y rezos para el niño Dios. Un arbolito verde oscuro de plástico, con luces de colores y pelotas brillantes colgando de las ramas falsas. Los pinos de hasta 20 pies que ha cuidado, cortado y cargado sobre sus hombros pasarán navidades distintas en otras casas, con otras familias.

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