A falta de titulares, Venezuela se informa con tuits

Por Luis Carlos Díaz* @LuisCarlos desde Caracas
Twitter es el sistema nervioso informativo de Venezuela. El resto del ecosistema de medios está algo atrofiado, pero a través de Twitter la gente sabe lo que ocurre casi en cualquier lugar del país en cuestión de minutos. En ocasiones, sólo se entera por su teléfono celular porque los hechos no llegan a la pantalla de la televisión. Se quedan en algún punto de la censura, el reacomodo de medios, la complicidad o el miedo.
El próximo 6 de diciembre será la primera vez que la oposición venezolana llegue a unas elecciones con un empobrecido ambiente informativo que deja a oscuras a la mayor parte de la población.
Hace más de un año que los eventos, manifestaciones y protestas de la oposición no tienen cobertura en vivo en los canales de televisión abierta. Escuchar a un líder político hablar exige seguir algunos pocos programas de radio, ver videos en YouTube o dilapidar megas de conexión lenta en Periscope.
Saber qué ocurre en Venezuela, para alguien que vive adentro, es casi como ser un cazador furtivo que no sólo debe salir a ver qué cola de comida consigue ese día, sino también qué datos e informaciones logran burlar el cerco de control que cada vez es más grande.
Un ciudadano medianamente informado necesita seguir muchos medios digitales, ensamblar retazos, complementar con algunas emisoras y vivir la tensión a cuentagotas de 140 caracteres.
El camino recorrido para llegar aquí ha sido descrito en el libro más reciente del investigador Marcelino Bisbal, Autoritarismo comunicacional. Según su relato, el gobierno de Hugo Chávez entendió rápidamente el poder y la influencia de los medios de comunicación para la imposición de su modelo político y económico, así que se abocó a controlar el ecosistema de medios por distintas vías: cierres administrativos, creación de una enorme plataforma comunicacional del partido, aumentar el presupuesto destinado a comunicación y propaganda, presionar y domesticar a los medios privados que se mantuviesen críticos, y reducir el impacto de lo que se resistieran…o simplemente comprarlos.
En la actualidad, 1 de cada 4 diarios venezolanos no consigue papel suficiente para imprimir. La razón directa es su línea editorial. El hecho fue reconocido incluso ante la Naciones Unidas por William Castillo, presidente de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, el organismo encargado de mantener la espada de Damocles sobre los medios del país, incluidos los digitales.
Diarios como El Nacional, El Carabobeño, El Impulso entre otros históricos, han reducido cuerpos y páginas para alargar su agonía. Otros como el combativo TalCual o el Correo del Caroní, debieron convertirse semanarios. Mientras tanto, la prensa pro-gobierno no sólo consigue todo el papel que necesita, sino que mantiene precios irrisorios o se entregan de forma gratuita, porque la censura para el chavismo no significa silencio sino más bien saturación y ruido. En el Caribe gustan los parlantes a todo volumen para evitar la congoja.
Con la televisión ocurrió algo aún peor: el medio más crítico, Globovisión, fue vendido a capitales privados afines al chavismo, por lo que la línea editorial cambió por completo a costa de perder a su audiencia. En medio de la crisis, los medios se han ido vaciando de contenido. Siguen al aire, pero no agregan valor para que la ciudadanía se informe.
Medios privados grandes, como Venevisión y Televén, han sacrificado espacios de información, opinión, e incluso humorísticos, para no incomodar al poder. No han posicionado un solo titular o investigación en la opinión pública. Las redes lo logran casi a diario. La televisión venezolana no se enteró que hubo torturados por las protestas de 2014.
En radio la resistencia es distinta. El Gobierno ha inundado el dial de radios “gobunitarias”, según análisis de la académica Raisa Urribarri. Son medios de inspiración comunitaria que en realidad están al servicio de los militantes del PSUV, se financian con dinero público y se pliegan a la línea de los medios gubernamentales.
Buena parte de la radio sigue siendo privada, pero muchas emisoras han sido vendidas a capitales pro-Gobierno o han optado por ser musicales. Sobreviven pocos circuitos, entre ellos Radio Caracas Radio, donde tiene un programa Jesús 'Chúo' Torrealba, secretario de la Mesa de la Unidad Democrática, o Unión Radio, donde se ha optado por hacer equilibrio entre periodistas críticos y periodistas militantes del chavismo.
Ciudadanos en red
Ante este cuadro, la red es la isla de los náufragos venezolanos. Es un terreno donde más de 15 millones de personas habitan a su modo y en el que desembarcan nuevos proyectos periodísticos mientras se tejen comunidades y se fortalecen diariamente en distintas plataformas.
No es la primera vez que los venezolanos usarán medios digitales para narrar unas elecciones. Al menos desde 2004 hay blogs activos y desde entonces ha habido casi una elección por año para ensayar e incorporar nuevas plataformas a la masa crítica de usuarios que ya hace de Internet su hogar.
Este año hay dos novedades: los videos en streaming móvil, como Periscope, que aún es inaccesible para un gran sector de la población debido a que Venezuela tiene el promedio de velocidad más bajo del continente (2mbps). En segundo lugar: las mensajerías cifradas, que permiten conversaciones más seguras y fuera del monitoreo gubernamental sobre redes sociales y llamadas. La gente sabe que el Gobierno espía porque sus representantes transmiten grabaciones ilegales de forma impune en los medios del Estado.
Eso deja a Twitter (con más de 4 millones de cuentas activas) como el observatorio global ciudadano, donde nacen y mueren rumores a diario, pero también se cuece a fuego lento la información que se verifica minuto a minuto.
Facebook tiene una mayor penetración, con más de 11 millones de usuarios regulares, pero menor impacto en la actualidad. Más bien funciona para fortalecer las conversaciones públicas entre grupos de amigos.
Mientras que plataformas como Whatsapp, Telegram, Signal y la juvenil SnapChat, permiten innumerables interacciones privadas con mayores niveles de confianza y actuación inmediata.
Con eso a mano los infociudadanos en Venezuela afrontan nuevas fechas conflictivas y amenazas de violencia en caso de atreverse a ganarle una al poder, como lo ha manifestado el presidente Nicolás Maduro.
Es evidente que los entornos digitales no sustituyen el efecto masivo de los medios tradicionales, sin embargo configuran un enjambre de inconformes que le marcan goles a la autodenominada “hegemonía comunicacional”. Desde compartir enlaces de medios extranjeros que pueden hablar libremente sobre narcotráfico, hasta plantear discusiones que ya no se ven en otros medios, todos son desafíos cotidianos a un Gobierno que busca controlar la mayor cantidad posible de variables, pero que en realidad colapsa y hace aguas por todas partes.
En Venezuela no sólo se trata de las elecciones: en realidad las redes narran la cotidianidad de un país atizado por la inflación más alta del mundo, la segunda peor tasa de homicidios, más de un año sin boletines epidemiológicos después de romper récords de dengue y malaria, además de la escasez de alimentos y medicinas más atroz que conozca el continente en la actualidad. Todo junto. En un colapso continuado que deja a las elecciones como algo exótico que oxigenará el conflicto tanto como le permitirá seguir desarrollándose por nuevos cauces.
¿Quiere entender más sobre Venezuela? Siga la vida de su gente. Están dejando rastros en cada tweet.
* @LuisCarlos Díaz es periodista y ciberactivista. Actualmente hace radio junto a César Miguel Rondón en Circuito Éxitos. Lleva más de 10 años enseñando el uso de herramientas digitales en toda América. En 2013 ganó el premio Best of Blogs de la Deutsche Welle como “mejor persona a seguir en Twitter en español” por sus labores en pro de la libertad de expresión.