Esto es lo que sucede cuando Google decide crear un vecindario de cero

La ciudad inteligente que se está pensando en Toronto podría ser un excelente negocio, ¿pero mejorará la vida urbana para el público general?

El stand de Google en la feria Consumer Electronics Show, en Las Vegas.
El stand de Google en la feria Consumer Electronics Show, en Las Vegas.
Imagen Alex Wong/Getty Images

Llamémoslo una señal de los tiempos que corren: en la Feria de Electrónica de Consumo de este año, hay más proveedores listados como vendedores de tecnologías de ‘ciudades inteligentes’ que de productos de videojuegos o drones.

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La megareunión anual del mundo de la tecnología, que comenzó el martes en Las Vegas, fue alguna vez un desfile de pantallas de televisión, teléfonos inteligentes y otros dispositivos electrónicos personales. Pero las deslumbrantes exhibiciones de la CES se han enfocado cada vez más en las propias ciudades y en el potencial de ganancias que presentan para las compañías tecnológicas. La pregunta, como siempre, es en qué situación quedan las personas que viven en ellas.

Desde esa perspectiva, tal vez ningún otro proyecto en el mundo haya atraído tanta curiosidad como ‘Quayside’, la parcela de 800 acres en la costa de Toronto que desarrollará Sidewalk Labs , la subsidiaria tecnológica urbana de Alphabet, la casa matriz de Google. Lanzado en 2015 por el director ejecutivo Dan Doctoroff y otros afiliados de Michael Bloomberg, Sidewalk Labs hace gran parte de su urbanismo de buena fe. La compañía ahora se enfoca principalmente en convertir este terreno de propiedad federal en Ontario en lo que llama el "primer vecindario del mundo construido desde Internet".

Eso podría significar casi cualquier cosa, según el documento de visión de 196 páginas que respondió (y ganó, el otoño pasado) una solicitud de propuesta pública. Al trabajar con Waterfront Toronto, la entidad pública propietaria del terreno, para desarrollar Quayside, Sidewalk Labs redefiniría la vida urbana en cinco dimensiones —vivienda, energía, movilidad, servicios sociales y espacios públicos compartidos— con el objetivo de "servir como modelo para vecindarios sostenibles" en todo el mundo.

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Una red térmica autónoma recircularía la energía de fuentes de combustibles no fósiles para calentar y refrigerar edificios, mientras que un sistema de eliminación de alimentos mantendría la basura fuera de los vertederos. Para autos y camiones, Quayside sería menos hospitalario: parte del vecindario prohibiría por completo vehículos que no sean de emergencia, mientras que las estaciones de bicicletas compartidas, paradas de autobuses y senderos para caminar y andar en bicicleta —que se mantendrían utilizables durante el invierno canadiense con derretidores de nieve en las aceras y toldos automáticos— ofrecerían "alternativas eficientes a la conducción, todo a menor costo que comprar un auto". Un transportador autónomo recorrería algunas calles (Waymo, compañía líder en desarrollo de software para vehículos autónomos, también es una filial de Alphabet).

Los edificios serían en gran parte prefabricados con materiales ecológicos, para reducir el desperdicio. Con una "estructura fuerte y un interior minimalista", podrían adaptarse a múltiples usos, cambiando de residencial a comercial e industrial, y viceversa. Para apoyar una visión tan futurista, Quayside probaría un nuevo código de zonificación "basado en resultados", centrado en limitar cosas como la contaminación y el ruido en lugar de usos específicos de suelo. Si no les molesta a los vecinos, se podría operar una destilería de whisky en medio de un complejo de apartamentos.

Con sus frondosos árboles, carriles para bicicletas y animadas vidrieras, el Quayside representado en el documento de visión parece "urbanismo de calidad tal como lo conocemos", me dijo Wellington Reiter, arquitecto y director ejecutivo de University City Exchange de la Universidad Estatal de Arizona, una iniciativa que se enfoca en integrar los desarrollos del campus en el plan urbanístico más amplio de Phoenix. En muchos sentidos, no es una visión especialmente futurista: en la década de 1960, los arquitectos más originales exploraron la idea de implementar viviendas modulares a gran escala. La tecnología de microrredes y aceras que derriten la nieve no es nueva. Y los planificadores han pensado desde hace mucho tiempo que lo óptimo son desarrollos densos y transitables que mezclan el comercio minorista, la vivienda y la industria ligera. Salvo los vehículos sin conductor, quizás, estas innovaciones exteriores les son familiares al Nuevo Urbanismo.

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Un esquema de las 'capas' físicas y digitales que constituirían la ciudad inteligente de Quayside (Sidewalk Labs).

Toda está utilización de ideas contemporáneas ya aceptadas podría ser una forma para que Sidewalk Labs enfatice las diferencias de Quayside respecto a Masdar o Songdo, dos ‘ciudades inteligentes’ en Abu Dhabi y Corea del Sur que han quedado muy por debajo de sus promesas de tecnología utópica.

Rohit Aggarwala, el director de políticas de Sidewalk Labs, se dirigirá a los visitantes de la CES en un panel esta semana, una de las muchas maneras en que Alphabet buscará difundir su trabajo en la convención de este año. Aggarwala se resiste a utilizar el término ‘ciudad inteligente’ al describir lo que están haciendo. "Esto refleja la arrogancia de principios del siglo XXI, que cree que todo lo que pasó antes es obsoleto", me dijo en octubre en CityLab París. Siente que el término también está demasiado relacionado con los productos de software enfocados en obtener la máxima eficacia de los servicios municipales con problemas de liquidez. Con tecnología inteligente o no, los ciudadanos aún deben decidir cómo usar las herramientas que están disponibles para ellos, dijo Aggarwala. "No somos la gente de Toronto. Necesitamos que ellos nos ayuden a descubrir cómo aplicar esto".

Sin embargo, lo que ha despertado más preocupación y curiosidad con respecto a Quayside es una característica única del siglo XXI: una ‘capa digital’ de recolección de datos y transmisión de wifi que respaldaría cada faceta propuesta de la vida de Quayside. Según Sidewalk Labs, esto proporcionaría "una única fuente unificada de información sobre lo que está sucediendo", todo a un nivel de detalle asombroso. A su vez, generaría una plataforma centralizada para administrarlo todo de manera eficiente.

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Esta capa digital podría monitorear y atender los aparatos electrodomésticos de cocina que se quedan encendidos demasiado tiempo, los contenedores de basura que se desbordan y los bancos de parques de mucho uso. Igualmente podría monitorear los cambios en la calidad del aire y los picos de ruido. Se podría contabilizar cada paso de las personas y cada bicicleta que ruede por sus calles. Este vasto océano de datos podría orientar la planificación urbana, la investigación y el desarrollo de nuevos programas, incluyendo una plataforma especial mediante la cual los residentes de Quayside podrían acceder a los servicios públicos.

Una representación de la vida de Quayside. (Sidewalk Labs)

Es el tipo de omnisciencia urbana que todo lo ve y que conmovería el corazón de cualquier constructor de utopías. Pero, ¿quiénes y cómo tendrían acceso a estos datos? ¿Y qué significaría semejante arreglo para un residente de Quayside que no desee ser monitoreado? En Toronto y otros lugares, la profundidad y los detalles de la recopilación de datos han provocado un debate público. En el primer foro público sobre el proyecto, y en una lista de preguntas relacionadas con el proyecto compiladas por la periodista Bianca Wylie del Torontoist , las dudas sobre la privacidad y los temores han surgido una y otra vez.

Al igual que los problemas como la inclusión y el acceso. La escasez de viviendas asequibles de Toronto rivaliza con la de muchas caras ciudades estadounidenses. Aggarwala afirmó que, para tener éxito, Quayside debe ser el hogar de una muestra representativa de la población económica y étnicamente diversa de Toronto. No es difícil imaginar a los residentes ricos y conocedores de la tecnología digital de Toronto haciendo fila para mudarse a esta comunidad futurista e impulsada por los datos. Pero la ciudad podría enfrentar difíciles problemas éticos si quiere proporcionar, digamos, viviendas subsidiadas a residentes de bajos ingresos. Es posible que esos residentes no puedan elegir a cuánta privacidad renunciarían para vivir en Quayside, aunque no les gusten los términos de uso. Lo mismo podría decirse de cualquiera que use sus espacios públicos.

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Todavía no es un hecho que Quayside se construirá, al menos no en el estado que se imagina actualmente. Sidewalk Labs ha dedicado 50 millones de dólares y un año de compromiso para desarrollar un plan de ejecución. Sidewalk Labs o Waterfront Toronto podrían decidir retirarse, aunque los dos socios también han formado una tercera entidad, llamada ‘Sidewalk Toronto’, dedicada a dar vida a la propiedad ribereña.

Pamela Robinson, profesora de Planificación Urbana de la Universidad Ryerson en Toronto, se pregunta si esa entidad mixta podría correr el riesgo de desdibujar los intereses públicos y privados durante el proceso de planificación. "Ambas partes deben percibir cierto valor en este arreglo", dijo, pero ella no está segura de cuál es ese valor (actualizaré este artículo con una respuesta de Sidewalk Toronto una vez que esté disponible).

Para muchos de los asistentes que analizaron sensores, cámaras, automóviles y quioscos de ‘ciudades inteligentes’ en la CES esta semana, el papel de la tecnología en la vida urbana es obvio: genera ganancias. Para Sidewalk Labs, estratificar la tecnología bajo un vecindario puede resultar ser una forma inteligente de extraer nuevo valor de la tierra, lo que es, por así decirlo, una nueva forma de ‘desarrollarla’.

¿Y qué tal para el resto de nosotros? Quayside podría representar un modelo para ciudades más sostenibles. También puede ser un juego de bienes raíces para un gigante tecnológico inmensamente poderoso e influyente. Hasta que se realice más planificación, es posible que tengamos que reservarnos la opinión. En las próximas semanas se espera un calendario de reuniones y foros futuros, dedicados a determinar las prioridades públicas y los intereses privados.

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Robinson considera el proyecto Quayside una evolución natural en la forma en que la tecnología se ha insertado en la planificación urbana, desde los automóviles de la década de 1950 hasta las tecnologías ‘inteligentes’ de principios de la década de 2000. La diferencia es que ahora—con una creciente crisis de asequibilidad de la vivienda, calles cada vez más congestionadas por el tráfico y el calentamiento climático que hay que enfrentar— todas las soluciones fáciles se han agotado.

"Necesitamos encontrar nuevas formas de trabajar", dijo. "Los retos están en el futuro".

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com.