Boston les está pagando a expandilleros para que vayan a la universidad

Un martes a finales de mayo, Antonio Franklin se sienta en un aula improvisada en el vecindario de Dorchester, en Boston, exactamente diez años después del día en que llegó a la Institución Correccional de Massachusetts en Norfolk para cumplir una sentencia de nueve años por agresión agravada contra un policía. Lápiz en mano, observa detenidamente mientras el instructor Ismail Abdurrashid llena una pizarra con ecuaciones de álgebra. Hace un año, Franklin salió de la cárcel. Ahora, a los 31, está perfeccionando sus conocimientos en matemáticas de secundaria con alrededor de una docena de compañeros de aula, preparándose para asistir al Bunker Hill Community College en el otoño.
Muchos de sus compañeros de clase abandonaron la escuela secundaria y muchos fueron encarcelados. Algunos, como Franklin, obtuvieron su diploma de educación GED mientras cumplían la condena. Algunos están tomando esta clase de matemáticas para prepararse para el correspondiente HiSET o Examen de Equivalencia de Escuela Secundaria (una nueva prueba, similar al GED). Algunos, también como Franklin, terminaron en la cárcel después de estar en las calles, participar en tiroteos y vender estupefacientes. A todos ellos se les está pagando para que asistan a clases y a la universidad.
Franklin y alrededor de otros 40 estudiantes son miembros de Boston Uncornered, un programa piloto de tres años de duración lanzado en mayo y dirigido por la organización educativa sin fines de lucro College Bound Dorchester (CDB). Los participantes ganan un estipendio semanal de 400 dólares por asistir a clases todos los días, pasar sus exámenes HiSET y matricularse en la universidad. Una vez en la universidad, el estipendio continúa todo el tiempo que les tome graduarse con una licenciatura. El programa pretende abordar uno de los factores clave —la falta de ingresos— que podría atraer a los exdelincuentes y expandilleros nuevamente hacia las callles.
"Por mucho que queramos tener buenos resultados en la escuela, necesitamos dinero", dice Franklin, quien destina su estipendio a pagar su alquiler, comprar víveres y pagar los honorarios de su libertad condicional. "Me encanta la escuela, pero ¿cómo se puede vivir sin ser también económicamente estable?".
El hecho de si el programa puede reducir la actividad de las pandillas en las calles de Boston está por verse. Según CDB, los 2,600 miembros de pandillas estimados de la ciudad son responsables de la mitad de los homicidios de la ciudad y de casi un 75% de todos los tiroteos. En 2016, hubo en total 135 homicidios en Boston, una cifra ligeramente mayor que el año anterior y la policía local dice que las disputas entre pandillas fueron las causantes del repunte.
En Dorchester, los problemas de las pandillas y la delincuencia en general se siente más agudamente. El mayor vecindario de Boston es el hogar de alrededor de una cuarta parte de la población pobre de la ciudad. Quienes pertenecen a esta población son más propensos a ser detenidos y cacheados por la policía y "son encarcelados casi dos veces más que el resto de los residentes de la ciudad", según el Boston Globe.
La perspectiva de pagarles a ex pandilleros para que asistan a la escuela indudablemente provoca incredulidad en muchísimas personas. Sin embargo, Mark Culliton, un educador con 20 años de experiencia y actual director ejecutivo de College Bound Dorchester, ha escuchado todas las refutaciones. No está de acuerdo con ninguna de ellas.
"Como sociedad, creemos que los incentivos financieros son para la gente de los fondos de cobertura, la gente de Wall Street", dice Culliton. "Pero para los pobres, de repente nos parece que está mal. Sin embargo, funcionan bastante bien para muchas otras industrias".
A través de Boston Uncornered, la esperanza es que el estipendio de 400 dólares semanales sea suficiente incentivo para mantener a los jóvenes fuera de las calles y de la cárcel. Durante los próximos tres años, la organización sin fines de lucro llegará específicamente a los que llama ‘influenciadores principales’ en media docena de focos de delincuencia y pandillerismo identificados por la Oficina de Seguridad Pública de la ciudad de Boston. Para lograr esto utilizará los actuales empleados de CBD, quienes son expandilleros (ahora son graduados universitarios o tienen empleos remunerados). La idea es que los expandilleros puedan convencer a los pandilleros actuales de seguir sus pasos.
"Un grupo de jóvenes altamente desocupado y altamente perjudicial perjudica un vecindario. Sin embargo, si se atienden sus necesidades, se liberará el potencial de todo el vecindario", dice Culliton. "Boston Uncornered no se trata de las transformaciones individuales. Finalmente, se trata de cómo algunos de estos focos pueden convertirse de lugares de miedo y violencia en lugares de verdaderas oportunidades".
El concepto detrás del programa se hace eco de las acciones contra la violencia en otras ciudades. La más famosa, Cure Violence ( organización con sede en Chicago desarrollada por el epidemiólogo Gary Slutkin a mediados de la década de 1990), emplea a exdelincuentes para que hagan mediación a nivel de calle entre traficantes de drogas y pandilleros en un esfuerzo por detener los tiroteos. Las variantes de ese modelo han tenido éxito en varias ciudades. En Baltimore, por ejemplo, el programa Calles Seguras de la ciudad ha operado desde 2007 y actualmente tiene cinco sitios de trabajo en toda la ciudad. En general, los vecindarios en el programa Calles Seguras tienen menores niveles de homicidios y menos actos de delincuencia con armas de fuego en comparación con otros vecindarios, según la investigación realizada por la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg.
Pero mientras esos otros programas tratan de detener los tiroteos en los vecindarios mediante la vigilancia policial, los influenciadores de Boston Uncornered intentan sacar directamente a los jóvenes pandilleros de las calles y llevarlos a las aulas. A los participantes se les asignan Asesores de Preparación para la Universidad (CRA, por sus siglas en inglés), un equipo de miembros de College Bound Dorchester quienes lograron dejar atrás sus pasados problemáticos. Ellos trabajan individualmente con los participantes para establecer planes universitarios, desarrollando objetivos para una gama de parámetros, incluyendo cómo pasar los exámenes HiSET, cómo lograr matricular en una universidad comunitaria y solicitar ayuda financiera para ayudar a compensar los costos adicionales de la educación universitaria.
"Es una gran oportunidad para personas como yo que quedaron atrapadas en las calles y pensaban 'ya no tengo más opciones'", dice Francisco Depina, un CRA de 32 años de edad quien ha estado involucrado con el CBD desde 2006, cuando era un estudiante que intentaba obtener su diploma. Ahora trabaja con estudiantes como Franklin para mantenerlos en el camino hacia la universidad. Esto no siempre es fácil. Muchos de los participantes en Uncornered Boston bajo la supervisión de Depina crecieron como él. Cuando tenía 2 años su padre abandonó a su familia y, para cuando estaba en la secundaria, ya estaba involucrado con una pandilla, vendiendo drogas. Su afición por las peleas en los pasillos finalmente provocó su expulsión del sistema escolar público de Boston.
"En la escuela recuerdo que me dijeron que, para cuando tuviera 18 años, ya estaría muerto o en la cárcel", dice Depina. "Realmente en algún momento creí eso... que la escuela no era para mí, que la educación no era para mí, que la calle era la única opción".
La intervención de un empleado del CBD sacó finalmente a Depina de las calles. Las cosas simples, dice, lentamente fueron eliminando su dura corteza exterior: juegos de ajedrez en las escaleras o llamadas telefónicas ocasionales sólo para saber de él. Fueron esas experiencias las que Depina ahora aprovecha para volver a las esquinas y convencer a quienes crecieron como él de seguir su ejemplo. "Cuando ven que alguien se ocupa de ellos de la manera en que alguien se ocupó de mí, le prestan atención", dice. "Eventualmente, prestan atención".
Lo que College Bound Dorchester está intentando a través de Boston Uncornered no está exento de riesgos. Como en otros programas construidos alrededor de modelos similares, algunos participantes pueden no abandonar totalmente sus pasados criminales (en 2015, por ejemplo, se descubrieron armas y drogas en una oficina de Calles Seguras en East Baltimore). CBD hizo un ensayo del programa en enero de 2016, cuando tomó a siete influenciadores principales que tenían un GED o un diploma de escuela secundaria y comenzó a pagarles para asistir a clases en el Bunker Hill Community College o el Instituto de Tecnología Benjamín Franklin. De estos siete, dos fueron arrestados de nuevo. Uno tuvo que ser sacado del estado un domingo por la mañana después de que su antigua pandilla le puso precio a su cabeza. Otro, como dice Culliton, "sólo nos engañó": se embolsaba los 400 dólares semanales y mentía acerca de ir a clases. Sólo tres mantuvieron el rumbo. De ellos, dos están aún en la universidad, mientras que un tercero recientemente obtuvo su certificado de HVAC y ahora está trabajando.
Desde ese ensayo, la organización sin fines de lucro ha trabajado con aproximadamente 200 influenciadores principales. Alrededor de un 85% de ellos todavía están tomando clases en CBD y aproximadamente la mitad están matriculados en la universidad. Los participantes hasta la fecha han mostrado un 71% de reducción en la reincidencia. Con el lanzamiento de Boston Uncornered en mayo, CBD planea ampliar esta labor para llegar a alrededor de 600 influenciadores principales. Eso costaría 18 millones de dólares a lo largo de los tres años, 5 millones de dólares de los cuales se dedicarían exclusivamente al pago de los estipendios estudiantiles (hasta ahora, CBD ha recaudado 4.8 millones de dólares).
¿Es dinero bien gastado? Considerando que el estado de Massachusetts gasta alrededor de 53,000 dólares por año en un solo preso, podría ser. La preocupación de algunos críticos es que los participantes en Boston Uncornered que no puedan mantener el rumbo podrían entorpecer la educación de sus compañeros universitarios. "Muchos jóvenes gastan mucho dinero para ir a la escuela", dijo Brian Kyes, jefe del departamento de policía de Chelsea, Massachusetts, al Boston Herald. "Espero que no haya interrupciones".
Pero Culliton destaca el beneficio más intangible del programa: ha notado que los participantes aprovechan la segunda oportunidad que se les ha proporcionado después de darse cuenta de que, durante tantos años, han desempeñado un papel activo en la destrucción de sus propias comunidades. "Sabemos que cuando se le dan a la gente los medios para que elijan enfocarse en la educación, lo hacen", dice Culliton.
Como Franklin puede atestiguar, ahora está en un camino que él nunca pensó recorrer. Cuando creció en Dorchester, Franklin fue criado por su madre y su abuela que eran adictas a las drogas. A la edad de 12 años, ya estaba involucrado en una pandilla. A la edad de 21 años, ya estaba en prisión. Una década más tarde, se está preparando para estudiar sociología y psicología en camino a obtener su licenciatura. Dice que le gustaría utilizar su educación para llegar a los niños que viven el tipo de vida difícil que él conoce muy bien.
"Siempre quise hacer el bien en mi vida. Sólo sentía que a causa de la zona donde vivía, y porque me metí en pandillas, no podía hacerlo", dice. "Este programa nos está dando un apoyo para mejorar nuestras vidas".
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en CityLab.com, como parte del proyecto "La Presencia de la Justicia", el cual es apoyado por una donación de John D. and Catherine T. MacArthur Foundation’s Safety and Justice Challenge.