Iota ya es un huracán categoría 5 y golpeará la misma zona que devastó Eta hace dos semanas
SAN PEDRO SULA, Honduras.- Dos semanas después de que el huracán Eta tocó tierra en Centroamérica como una tormenta de categoría 4 que causó decenas de muertos, una destrucción generalizada y dejó cientos de miles de personas sin hogar, ahora Iota golpeará este lunes por la noche en casi el mismo lugar, frente a la costa norte de Nicaragua, también como un gran ciclón.
La noticia de la inminente llegada del huracán Iota ha provocado pánico y miedo, especialmente en Honduras, que sufrió la peor parte de la ira de Eta y se espera que vuelva a ser el más afectado.
El Centro Nacional de Huracanes (CNH) informó en su más reciente actualización que Iota ya es un huracán categoría 5 con vientos máximos sostenidos de 160 mph cuando está a unas 100 millas de Puerto Cabezas, Nicaragua, muy cerca de donde tocó tierra Eta.
El CNH pronostica "vientos extremos, marejadas que pueden poner en peligro la vida a lo largo de porciones de la nosta noreste de Nicaragua". También se esperan inundaciones repentinas en Centroamérica.
“Con esta noticia uno se siente devastado, sin palabras. Estamos asustados por lo que viene", dijo Luz Rivas, quien luego de perderlo todo en las inundaciones provocadas por Eta ha estado viviendo en la mediana de una carretera cerca de San Pedro Sula. "Tenemos miedo de lo que viene", agrego.
Rivas, de 39 años, fue rescatada junto a su esposo y su hijo de la misma carretera hace apenas diez días mientras se aferraba a un árbol mientras el agua le subía a los hombros.
“Vivimos un infierno el día cinco de noviembre. Me resigné a morir”, dijo Rivas, recordando la desesperación de ese día cuando las lágrimas caían por sus mejillas marcadas por el Sol.
"Lo que vivimos fue aterrador"
Ella y su familia fueron rescatados justo a tiempo, pero muchos en su vecindario no tuvieron tanta suerte.
"Lo que vivimos fue aterrador. Escuchar que moría gente, que la tormenta se las llevaba y no poder auxiliar a personas que necesitaban de nosotros", dijo Rivas, quien está atormentado por los gritos de ayuda de los que no fueron tan afortunados.
Según la Cruz Roja, 2.5 millones de personas en Centroamérica, incluidos 1.7 millones en Honduras, fueron afectadas por Eta. Dado que se espera que Iota golpee más partes de la región, se espera que ese número crezca exponencialmente.
Las escenas dramáticas que se desarrollaron en Honduras están llevando a cientos de miles a buscar un terreno más alto. Para algunos, eso significa empacar todo lo que puedan en sus vehículos y dirigirse a la casa de familiares o amigos en áreas más seguras. Para muchos como Rivas, que lo perdieron todo, eso significa un punto más alto a lo largo de la carretera o uno de los muchos refugios administrados por iglesias y organizaciones sin fines de lucro.
Pero después del huracán Eta, las condiciones ahora son mucho más favorables para las inundaciones repentinas. Los ríos permanecen más altos de lo habitual y, en muchos lugares, todavía hay agua estancada a la altura de los tejados. Muchos de los diques que se construyeron después de la destrucción causada por el huracán Mitch en 1998, uno de los huracanes más destructivos que jamás haya azotado América Central y la segunda tormenta atlántica más letal en la historia, han sido dañados o completamente arrasados.
Además, el suelo está completamente saturado, lo que no solo favorece las inundaciones, sino también los deslizamientos de tierra, que fueron responsables de innumerables muertes durante el Mitch. En Guatemala, se teme que muchos hayan muerto luego de que un deslizamiento de tierra enterrara parte de una comunidad rural, y se esperan más en toda la región.
"Mi temor es que no haya ningún lugar sea seguro", dijo Rivas.
Dentro de una iglesia convertida en albergue en el barrio Rivera Hernández de San Pedro Sula ese sentimiento es compartido por muchos. Las inundaciones de Eta llegaron a una cuadra de la iglesia, pero los que se han refugiado aquí están ansiosos de que esta vez sea peor.
“Me da miedo porque qué tal si nos agarra de repente y nosotros no podemos nadar", dijo María Rodríguez, de 31 años, quien junto con su esposo, tres hijos y unas 150 personas más, se quedan en el refugio. "Ya perdimos todo lo que teníamos y si esto vuelve a suceder vamos a perder hasta la casa," agrego.
La fe de un niño que sobrevivió a un tiroteo
A pesar de los ominosos pronósticos y la devastación sufrida durante las últimas dos semanas, algunos aún logran aferrarse a la esperanza.
“Dice mi papá que cuando llega esa llena, hay pescados", dijo José Euceda, de 9 años, quien lamentó que su caña de pescar se haya perdido junto con todo lo demás en su casa.
A primera vista, parecería que Euceda es capaz de ver el lado positivo como a veces solo un niño puede ver. Pero el niño despreocupado es un milagro por derecho propio.
Hace dos años, él y su familia recibieron un disparo cuando conducían en su automóvil cerca de su casa en el barrio de Rivera Hernández, uno de los lugares más peligrosos del mundo para vivir.
“Aquí me entró [la bala] y aquí me quiso salir”, dijo Euceda, señalando primero una cicatriz de media luna en el lado izquierdo de su piel y luego otra cicatriz cerca de la línea del cabello en su cuello. Luego se levantó la camisa de Superman para revelar otra larga cicatriz en su abdomen donde fue alcanzado por una segunda bala.
Euceda y su familia fueron baleados por policías hondureños que habían confundido su vehículo con el de algunos de los pandilleros que aterrorizan al vecindario. Después de tres días en coma con soporte vital, los médicos le dieron solo 24 horas de vida.
“Estaba en el cielo cuando escuché la voz de mi mamá”, dijo Euceda. “¿Por qué hijo? ¿Por qué te fuiste?", recordó la voz que le decía.
Cuando los médicos estuvieron listos para desconectar el soporte vital, Euceda de repente mostró signos de vida. Aproximadamente dos semanas después, fue dado de alta del hospital, parte de su cráneo reconstruido con titanio, lo que, dijo, significa que nunca podría convertirse en soldador.
Después de haber regresado de la muerte una vez y endurecido por la realidad de vivir en un vecindario gobernado por pandillas, Euceda atribuye su optimismo ante la amenaza inminente del huracán Iota a su fe en Dios.
“Con Dios no hay nada imposible”, dijo Euceda. "Él va a destruir [el huracán]", agregó.