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La importancia de hablar

"Sin complejos y con responsabilidad, los inmigrantes, como cualquier otro ciudadano, tenemos el derecho y el deber de preguntarnos por qué ocurre lo que ocurre. Hacerle saber a nuestros cercanos que no es un fenómeno común ni normalizarlo. Indagar, hallar en la historia, en las leyes y en los hechos, por qué tanto civil tiene sin limitación alguna en este país tanta arma mortal que acaba a la primera locura con la vida de los demás".
Opinión
Periodista/especialista en narrativas de ficción y no ficción.
2022-07-11T07:19:40-04:00
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"¿Habría que resignarse entonces a que las calles estadounidense sean una lotería en la que cualquier puede ganarse una ráfaga de pólvora?".

Fue un brindis peculiar el del 4 de Julio. Ya había ocurrido una tragedia y una nueva estaba por ocurrir. Al día siguiente habría otra. Ya van 300 balaceras en lo que va de 2022. Más de 3,000 en los últimos ocho años.

Los deseos de quienes celebramos, barbacoa mediante, lejos de la algarabía de siempre, se limitaban a rogar porque este país, transitoriamente nuestro, pero definitivamente de nuestros hijos, no se les echara a perder en el transcurso del tiempo. "Ha sido mucho el esfuerzo que hemos hecho por estar aquí para que ellos tengan futuro", dijo alguien en mi mesa como quien desea espantar tormentas, y, seguramente, en cientos de miles o millones de mesas de toda la nación el brindo tuvo ese tono de ruego.

Anglosajones, hispanos y habitantes todos de Estados Unidos criticamos que quienes tienen la posibilidad de cambiar las condiciones que permiten estos tiroteos indiscriminados (enmendar la Constitución, imponer leyes que restrinjan el acceso, educar sobre tontería que significa darle el valor de la libertad o de la autodeterminación a las armas) no hacen sino rezar, ofrecer condolencias y mostrar una muy pasiva solidaridad.

Se sabe que el lobby de la Asociación Nacional del Rifle está detrás de la inacción, financiando a políticos y aprovechándose de que muchos estadounidenses piensan que , por una parte, la Constitución (que tiene casi trescientos años) no debe ser cambiada bajo ningún concepto, y por la otra, que tener armas es un derecho que tiene un supuesto gran valor para los ciudadanos.

Pero, y nosotros, ¿qué hacemos nosotros los inmigrantes, además de conmovernos inevitablemente por lo que pudiera ser la muerte de un vecino, un hijo, un amigo, o simplemente un inocente que no merece encontrar la muerte en un paradero completamente innecesario e inesperado?

Si hemos hecho nuestro este país en el que habitamos, ¿no sería de ciudadanos ocuparnos, como quien se ocupa de un problema familiar, laboral o del vecino? ¿Qué hacemos además de llorar, lamentarnos y, cada vez más, temer que una bala perdida acabe con nuestra vida o la de un ser querido?

Sin complejos y con responsabilidad, los inmigrantes, como cualquier otro ciudadano, tenemos el derecho y el deber de preguntarnos por qué ocurre lo que ocurre. Hacerle saber a nuestros cercanos que no es un fenómeno común ni normalizarlo. Indagar, hallar en la historia, en las leyes y en los hechos, por qué tanto civil tiene sin limitación alguna en este país tanta arma mortal que acaba a la primera locura con la vida de los demás.

Y, luego, pensar en qué hacer: discutirlo, barajar ideas. ¿Enmendar la Constitución? ¿Sacar del poder a todo el que se oponga a limitar la tenencia de armas? ¿Reeducar a la comunidad sobre la falsedad del valor de las armas?

Hay quienes creen que en este país esa transformación resulta imposible. ¿De verdad? ¿Habría que resignarse entonces a que las calles estadounidense sean una lotería en la que cualquier puede ganarse una ráfaga de pólvora? Si los movimiento liberadores hubiesen pensado lo mismo, jamás habríamos vivido en libertad,el esclavismo nunca habría desaparecido, las mujeres no habrían votado jamás. Fácil no será, pero ¿por qué habría que conformarse? Para que haya una acción, la idea de lo que puede hacerse debe estar presente en la mente de tantos ciudadanos como sea posible. Y para eso hay que empezar a hablar, desnaturalizarlo, traer el tema a colación, preguntarse qué hacer, ensayar hipótesis.

Todo comienza compartiendo con el verbo, unir la fuerza más poderosa e invisible de todas, la fuerza de las ideas. Para la meta, la acción; para la acción, las ideas; para las ideas, las palabras. Es importante empezar a hablar y no dejar de hacerlo. Sobre éste y sobre todos los temas que nos inquietan, aquejan o creemos que podemos mejorar. Las palabras inician los cambios. Callar dejará todo igual.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.


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