¿El Nobel de la Paz de María Corina Machado será un punto de inflexión para Venezuela?

"La decisión de otorgárselo a Machado podría afectar la naturaleza de la lucha de Venezuela contra el autoritarismo, llevándola a seguir buscando la restauración de la democracia con un mayor enfoque en la reconciliación y la coexistencia entre todos los venezolanos, incluyendo a los seguidores políticamente relevantes del fallecido Hugo Chávez".

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David Smilde
Video La llamada de madrugada a María Corina Machado antes del anuncio público del Nobel de la Paz

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation y publicado bajo licencia Creative Commons.

Pocos pueden dudar de la valentía que María Corina Machado ha demostrado en su lucha por el retorno a la democracia en Venezuela.

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La política y activista de 58 años es la líder indiscutible de la oposición a Nicolás Maduro, un hombre ampliamente considerado como un dictador que ha llevado a Venezuela por el camino de la represión, las violaciones de derechos humanos y el aumento de la pobreza desde que asumió la presidencia en 2013.

Se cree ampliamente que Maduro perdió las elecciones presidenciales de 2024 ante su rival Edmundo González, candidato que sustituyó a Machado, y aun así se proclamó vencedor.

Machado ha permanecido oculta desde la votación fraudulenta. Y su valentía al participar en una contienda injusta y exponer el fraude de Maduro mediante la publicación del recuento real de votos en internet, sin duda la hizo destacar ante el comité del Nobel.

De hecho, al nombrar a Machado ganadora del Premio Nobel de la Paz 2025, los organizadores declararon que reconocían su "incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia".

Pero como estudioso del proceso político venezolano, sé que eso es solo una parte de la historia. Machado es, en muchos sentidos, una elección controvertida; menos un activista por la paz que un operador político dispuesto a usar algunas de las artes oscuras del oficio en beneficio de la democracia.

Una controvertida lista de galardonados

Por supuesto, muchos Premios Nobel de la Paz generan controversia.

A menudo se ha otorgado a grandes políticos en lugar de a activistas. Y, en ocasiones, los ganadores del premio pueden tener pasados complejos y currículos muy poco pacíficos.

Entre los galardonados anteriores se encuentra Henry Kissinger, quien, como secretario de Estado de EE. UU. y asesor de seguridad de Richard Nixon, fue responsable del bombardeo ilegal de Camboya, del apoyo a la brutal invasión indonesia de Timor Oriental y del apoyo a dictadores en Latinoamérica, entre muchas otras acciones moralmente cuestionables. De igual manera, el exlíder de la Organización para la Liberación de Palestina, Yasser Arafat, y el primer ministro israelí, Menachem Begin, recibieron el premio en 1994 y 1978, respectivamente, a pesar de su pasado vinculado a actividades violentas en Oriente Medio.

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El Comité Nobel a menudo parece utilizar estos premios no para celebrar logros pasados, sino para influir en el futuro de los acontecimientos. De esta manera, los reconocimientos a Begin y Arafat se utilizaron para impulsar el proceso de paz en Oriente Medio.

De hecho, en ocasiones, el premio de la paz parece otorgarse como una señal de aprobación a una ruptura con el pasado.

Barack Obama ganó el suyo en 2009, a pesar de llevar solo nueve meses en la presidencia. Muchos lo interpretaron como un rechazo a la presidencia anterior de George W. Bush, más que como un reconocimiento a los limitados logros de Obama en aquel entonces.

En 2016, el presidente colombiano Juan Manuel Santos recibió el Premio Nobel de la Paz pocos días después de que su plan de paz fuera rechazado en referéndum. En ese caso, el comité pareció querer impulsar sus esfuerzos justo después de un importante revés.

¿Vía democrática o artes oscuras?

Entonces, ¿qué se debe interpretar de la decisión del comité del Premio Nobel de la Paz de reconocer ahora la oposición a Maduro?

Sin duda, el perfil de Machado está en ascenso. En su carrera política, ha participado en elecciones —ganando un escaño en la Asamblea Nacional en 2010—, pero boicoteó muchas más. También boicoteó los procesos de negociación, sugiriendo en cambio que la intervención extranjera era la única forma de derrocar a Maduro.

En 2023, regresó a la vía electoral y movilizó firmemente a la población venezolana para las primarias de la oposición y las elecciones presidenciales, incluso después de que su candidatura fuera descalificada por la autoridad electoral controlada por el gobierno y se le interpusieran innumerables obstáculos.

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La campaña incluyó la organización de caravanas y eventos por todo el país, asumiendo un riesgo personal considerable.

Sin embargo, gran parte de su lucha desde entonces se ha desarrollado por medios menos democráticos.

Machado ha rechazado las elecciones locales y regionales, sugiriendo que no tenía sentido participar hasta que el gobierno respetara los resultados de las elecciones presidenciales de 2024. También ha buscado nuevamente la intervención internacional para derrocar a Maduro.

Durante el último año, ha promovido agresivamente la teoría desacreditada de que Maduro controla la banda del Tren de Aragua y la está utilizando para invadir Estados Unidos, una narrativa aceptada y reutilizada con gusto por el presidente estadounidense Donald Trump.

Además de ser la motivación expresada para el despliegue militar estadounidense frente a las costas de Venezuela, esta teoría también ha sido la principal justificación esgrimida por la administración Trump para utilizar la Ley de Enemigos Extranjeros para deportar, sin el debido proceso, a 238 venezolanos a una terrible prisión en El Salvador.

Los vínculos de Machado con Trump

El Premio Nobel de la Paz podría ayudar a unificar al movimiento opositor venezolano, que durante el último año ha comenzado a desmoronarse por diferencias estratégicas, especialmente con respecto al regreso de Machado al boicot electoral.

Y sin duda atraerá más atención internacional a la lucha de los venezolanos por la democracia y podría impulsar a los actores internacionales a impulsar el cambio.

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Qué implicaciones tendrá esto en la relación de Trump con Machado y Venezuela aún está por verse. Su principal vínculo con el gobierno es a través del secretario de Estado, Marco Rubio, quien ha defendido agresivamente sus puntos de vista y está presionando para que Estados Unidos intervenga militarmente para derrocar a Maduro.

Otorgarle el premio a Machado podría fortalecer la determinación de Trump de buscar un cambio de régimen en Venezuela. O, si se siente desairado por el comité del Nobel después de presionar abiertamente para que le concedieran el premio de la paz, podría abrir una brecha entre el presidente estadounidense y Machado.

Machado parece entender esto. Tras no mencionarlo en su primera declaración tras el anuncio del premio, lo ha mencionado en múltiples ocasiones, incluso dedicando el premio tanto al pueblo venezolano como a Trump.

Trump la ha llamado posteriormente para felicitarla.

¿Un punto de inflexión?

En la medida en que el Premio Nobel de la Paz no es solo un modelo de cambio, sino un modelo para el cambio, la decisión de otorgárselo a Machado podría afectar la naturaleza de la lucha de Venezuela contra el autoritarismo, llevándola a seguir buscando la restauración de la democracia con un mayor enfoque en la reconciliación y la coexistencia entre todos los venezolanos, incluyendo a los seguidores políticamente relevantes del fallecido Hugo Chávez.

Sea cual sea el impacto, probablemente no será un punto de inflexión. Como hemos visto con otros ganadores, el brillo inicial del reconocimiento público se ve rápidamente eclipsado por el conflicto político.

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Y en Venezuela, no hay una manera fácil de traducir este premio en un verdadero progreso democrático.

Si bien Machado y otros demócratas venezolanos pueden contar con más apoyo que nunca entre los demócratas globales, Nicolás Maduro controla todas las instituciones venezolanas, incluyendo las fuerzas armadas y la petrolera estatal, que, incluso bajo sanciones, proporciona recursos sustanciales. Maduro también ha forjado alianzas estratégicas con China, Rusia e Irán.

La única manera de imaginar la restauración de la democracia en Venezuela, con o sin acción militar, es mediante un amplio proceso de negociación, reconciliación, desarme y justicia que pueda sentar las bases para la coexistencia. Este Premio Nobel de la Paz podría posicionar a Machado para esta tarea.