Cuando llegó a Estados Unidos tras escapar de la guerra civil en Sierra Leona y pasar casi una década en un campo de refugiados, Dauda Sesay no tenía ni idea de que podría obtener la ciudadanía. Pero le dijeron que si seguía las reglas y se mantenía alejado de los problemas, después de algunos años podría solicitarla. Como ciudadano estadounidense, contaría con protección.
Ciudadanos nacionalizados creían estar a salvo de la arremetida contra inmigrantes: algunos empiezan a dudar
Mientras Trump endurece la situación de los inmigrantes, algunos ciudadanos naturalizados empiezan a preguntarse si ellos están a salvo.
Eso fue lo que lo impulsó a solicitarla: la premisa —y la promesa— de que, al naturalizarse como ciudadano estadounidense, se crearía un vínculo entre él y su nuevo hogar. Tendría derechos y responsabilidades, como votar, y que, al comprometerse con el país, este también se comprometía con él.
"Cuando levanté la mano y juré lealtad, en ese instante creí en la promesa de que pertenecía a este país", dijo Sesay, de 48 años, quien llegó a Louisiana hace más de 15 años y ahora trabaja como defensor de los refugiados y su integración en la sociedad estadounidense.
Pero en los últimos meses, a medida que el presidente Donald Trump reforma la inmigración y la relación del país con los inmigrantes, esa creencia se ha tambaleado para Sesay y otros ciudadanos naturalizados. Ahora existe el temor de que el impulso por aumentar drásticamente las deportaciones y cambiar quién puede considerar a Estados Unidos como su hogar, mediante medidas como el intento de eliminar la ciudadanía por nacimiento, esté teniendo un efecto dominó.
Lo que creían que era la protección fundamental de la naturalización ahora se siente más como arenas movedizas.
¿Qué sucede si se van los nacionalizados?
A algunos les preocupa que, si abandonan el país, tendrán dificultades para regresar, debido a los relatos de ciudadanos naturalizados que han sido interrogados o detenidos por agentes de migración. Se preguntan si necesitan bloquear sus teléfonos para proteger su privacidad. Otros dudan en moverse dentro del país, tras historias como la de un ciudadano estadounidense acusado de estar aquí ilegalmente y detenido incluso después de que su madre presentara su certificado de nacimiento.
Hasta el momento, no hay evidencia de un aumento en las revocaciones de la ciudadanía durante esta administración Trump. Sin embargo, esto no ha tranquilizado a algunos. Sesay afirmó que ya no viaja dentro del país sin su pasaporte, a pesar de tener una identificación REAL ID con sus estrictos requisitos de identidad exigidos por el gobierno federal.
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Las redadas de inmigración, a menudo llevadas a cabo por agentes federales enmascarados e inidentificables en lugares como Chicago y Nueva York, han incluido en ocasiones a ciudadanos estadounidenses. Un ciudadano estadounidense que afirma haber sido detenido dos veces por agentes de inmigración ha presentado una demanda federal.
Para colmo de males, el Departamento de Justicia emitió un memorándum este verano anunciando que intensificaría los esfuerzos para revocar la ciudadanía a los inmigrantes que hayan cometido delitos o que se consideren un riesgo para la seguridad nacional. En un momento dado del verano, Trump amenazó con revocar la ciudadanía de Zohran Mamdani, el alcalde electo de Nueva York, de 34 años y de ideología socialista demócrata, quien se naturalizó siendo joven.
Según ese diario, el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS, por sus siglas en inglés) ha emitido instrucciones a sus oficinas regionales para “entregar entre 100 y 200 casos de desnaturalización por mes durante el año fiscal 2026”, una cifra que contrasta fuertemente con el promedio histórico de aproximadamente 11 casos al año entre 1990 y 2017.
La intención del gobierno de Trump, según el documento obtenido por The New York Times, es enfocarse en individuos que presuntamente adquirieron la ciudadanía de forma ilegal, en un esfuerzo por “combatir el fraude migratorio”, aunque no está claro qué considerarán como fraude.
Este clima de tensión provoca que algunos teman hablar públicamente sobre el tema, por miedo a atraer atención negativa. Las solicitudes de comentarios realizadas a través de varias organizaciones comunitarias y otros contactos no encontraron a nadie dispuesto a hablar públicamente, salvo Sesay.
En Nuevo México, la senadora estatal Cindy Nava afirma conocer bien el temor, ya que creció indocumentada antes de obtener DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, el programa de la era Obama que protegía de la deportación a las personas que llegaron a Estados Unidos siendo niños) y obtener la ciudadanía por matrimonio. Sin embargo, no esperaba ver tanto miedo entre los ciudadanos naturalizados.
“Nunca había visto a estas personas con miedo… ahora, quienes conozco que antes no lo tenían, ahora se sienten inseguros sobre su estatus en cuanto a la protección que les brinda su situación”, declaró Nava.
El significado de la ciudadanía, y quiénes estaban incluidos, se ha expandido y contraído a lo largo de la historia estadounidense, explicó Stephen Kantrowitz, profesor de historia en la Universidad de Wisconsin-Madison. Añadió que, si bien la palabra “ciudadano” aparece en la Constitución original, no está definida.
“Cuando se redactó la Constitución, nadie sabía qué significaba la ciudadanía”, dijo. “Es un término técnico, que proviene de la tradición revolucionaria francesa. Sugiere, de alguna manera, la igualdad de los miembros de una comunidad política y tiene implicaciones para el derecho a pertenecer a esa comunidad. Pero es… tan indefinido”.
La inmigración estadounidense y sus obstáculos
La primera ley de naturalización, aprobada en 1790 por el Congreso del nuevo país, establecía que la ciudadanía era para cualquier “persona blanca libre” de buena reputación. Las personas de ascendencia o origen africano se añadieron como categoría específica a la ley federal de inmigración tras los estragos de la Guerra Civil en el siglo XIX, época en la que también se incorporó la 14.ª Enmienda a la Constitución para establecer la ciudadanía por nacimiento.
A finales del siglo XIX y durante el siglo XX, se promulgaron leyes que limitaban la inmigración y, por extensión, la naturalización. La Ley de Inmigración de 1924, en la práctica, prohibió la inmigración.
Las personas de Asia eran excluidas de la ciudadanía porque no cumplían los requisitos para naturalizarse, al no ser ni blancas ni negras. Esto no cambió hasta 1952, cuando una ley de inmigración eliminó las restricciones raciales sobre quién podía naturalizarse. La Ley de Inmigración y Naturalización de 1965 reemplazó el sistema de inmigración anterior por uno que distribuía las visas equitativamente entre las naciones.
La historia estadounidense también incluye momentos en que se les retiró la ciudadanía a quienes la poseían, como después del fallo de la Corte Suprema en 1923 en el caso Estados Unidos contra Bhagat Singh Thind. Dicho fallo dictaminó que los indios no podían naturalizarse porque no cumplían con los requisitos para ser considerados blancos, lo que provocó la revocación de la ciudadanía a varias decenas de personas. En otras ocasiones, se ignoró, como durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los estadounidenses de origen japonés fueron internados en campos de concentración.
«El poder político a veces simplemente decide que un grupo de personas, una persona o una familia no tiene derecho a la ciudadanía», afirmó Kantrowitz.
En este momento, dice Sesay, se siente como una traición.
“Estados Unidos de América: a eso juré lealtad, a eso me comprometí”, dijo Sesay. “Ahora, dentro de mi propio país, veo un cambio… Sinceramente, esa no es la América en la que creo cuando me pongo la mano en el corazón”.
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