En ocasiones hay niños cuyo ritmo dinámico es más intenso que el del resto de sus congéneres. Suelen ser muy activos y hablan con mucha frecuencia, de tal manera que resultan incómodos para sus padres, quienes no saben qué hacer para controlar dicha hiperactividad. Al llevarlos al especialista, este diagnostica el llamado déficit de atención y recomienda dosis de medicamentos que regulen el funcionamiento de su conducta.
¿Qué hacer con los niños hiperactivos?


En realidad el problema de los niños hiperactivos es más complejo de lo que podemos suponer. Antes de someter a tu hijo a un proceso farmacológico, conviene revisar bien cuáles son los síntomas que presenta y tratar de averiguar las causas que lo provocan. Estudios psicológicos sugieren que mucho de los desórdenes infantiles no son más que respuestas emocionales de los menores a situaciones muy agitadas de la vida moderna.
Por otra parte, lo que puede ser simplemente una diferencia temperamental a manejar con delicadeza, termina convirtiéndose en un problema agudo donde el niño siente que no es normal, lo que puede acarrear traumas y reacciones descompensadas. La enfermedad en realidad sería una consecuencia y no la causa inicial.
Enmascarar la situación con medicamentos no parece ser una buena opción, por el contrario, lo más óptimo es que los padres ayuden a sus hijos a enfrentar los cambios y las situaciones de la realidad de una manera positiva. No se necesita ser psicólogo o trabajador social para conocer a los menores, cada padre sabe desde su nacimiento cómo reacciona su niño y cómo apoyarlo apelando a la experiencia vital que ha alcanzado.

Los contrastes visuales de los programas televisivos y los distintos juegos de computación muchas veces impelen al niño a conducirse de modos más activos y extrovertidos de lo que pudiéramos esperar. En este sentido, los padres deben controlar los tiempos de permanencia en dichas actividades. La idea no es eliminarlos, pues ofrecen valores saludables, sino limitar los horarios. Una hora diaria en la semana y dos en los fines de semana bastará para que puedan recibir lo positivo de estos medios.
Otra alternativa es nutrir a los hijos de intereses nuevos. Emplea la música de fondo ―siempre suave y sin estridencias― para relajarlos cuando haya momentos extremos. Estimula su atención con juegos, experimentos, charlas, lecturas que toquen su mundo y sus necesidades. Un método bien útil consiste en pedirle al niño que visualice algún objeto, planta, color, película, personaje favorito, etc., lo que resulta muy calmante.
Si manejas la situación con ternura y paciencia, buscando el balance emocional y físico del menor, así como de toda la familia, te darás cuenta de que paulatinamente la ansiedad desatada en tu hijo va a ir cediendo, y podrás encauzar las energías propias de todo niño en su crecimiento y desarrollo natural.









