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Poner límites a los hijos desde pequeños es saludable por estas razones

Por distintas razones, los niños pierden la paciencia. ¡Como cualquier ser humano! Quizá porque desean seguir jugando, porque quieren que les compremos algo y no aceptan un “no” por respuesta o porque sienten hambre o sueño. Y por eso hacen una rabieta: un trance que puede llegar a poner incómodo hasta al más tranquilo de los adultos, especialmente si esta situación tiene lugar en público.

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Y en esos momentos quizá te preguntes: ¿Es realmente bueno para el niño que se le pongan límites? Sí. Y aquí analizo varias razones para ponerle límites.

Antes de poner el límite: escuchar

Cualquier persona se inquieta si tiene una necesidad insatisfecha y siente que nadie la escucha, y los niños no son la excepción. ¡Todo lo contrario! Por eso, como mamá, en esos momentos puedes desempeñar un papel muy positivo para comprender qué le sucede y ser su ejemplo al enseñarle a escuchar, y esta es una de las mejores razones para poner límites.

Para hacerlo, lo mejor es agacharte a su altura para escucharle y para que vea que te interesas por él. Entonces es momento de pedirle que te explique de forma calma lo que le pasa (porque si no, no vas a entender lo que dice) y por qué desea eso. Por ejemplo, si insiste en usar los zapatos marrones, que explique por qué los quiere en lugar de los negros. Y esto nos lleva a dos razones más para ponerle límites: sentirá que te interesa lo que le sucede y aprenderá a calmarse para hacerse entender.

Poner el límite y explicar por qué

Imagen Thinkstock

Alrededor de los tres años, un niño puede comprender razonamientos simples. También órdenes sencillas tales como “¡Ya no le pegues al gato!” Y si no deja de hacerlo hay que intervenir con suavidad, separarlo del animal y llevarlo de la mano a otra habitación para explicarle que el gato siente dolor e incluso podría morir. Luego, hay que verificar que ese comportamiento no se repita.

Otro caso es, por ejemplo, si quiere comer más caramelos. Se le puede dar uno y avisarle que es el último y cumplir con lo que se dice. Si pide más, simplemente dile "ahora no. Otro día sí, pero ahora no porque te dolerá la barriga".

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A esta edad (y creo que a ninguna...) no hacen falta grandes conferencias ni severas reprimendas para cosas de todos los días. Solo escuchar, explicar el problema y su solución y quitar al niño con amor pero firmemente de la escena. Y esto tiene que ver con la cuarta razón para poner límites a los hijos desde pequeños: tienen que saber, entender y asimilar que sus acciones tienen consecuencias en los demás y en sí mismos.

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Es probable que, al darse cuenta de que no comerá más caramelos o que ya no jugará con el pobre gato, le cause una crisis de llanto. Esto no es malo en si mismo y se lo puede dejar llorar un tiempo razonable, dándole amor y distrayéndolo con otra cosa. Simplemente tu hijo se está deshaciendo de la tensión que le produjo esa frustración.

Permanece con tu hijo hasta que recupere su calma y su capacidad de escuchar y esté más colaborativo para entender la situación, si es que vuelve a preguntar por ello. Si no lo hace, ¡a jugar y a otra cosa!

Y por si te hace falta, te dejo estas 3 técnicas para desactivar las rabietas de los niños.