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Hábitos alimenticios: ¿Por qué juzgamos lo que comen los demás?

Una deliciosa hamburguesa es presa de tus manos. La sola vista del queso derretido te hace agua la boca. Cierras los ojos como para disfrutar a pleno de este momento celestial. Abres la boca, acercas la hamburguesa y... te detienes. Una ola de incomodidad acaba de invadirte, así que abres los ojos. No te lleva mucho tiempo dilucidar qué es lo que ha interrumpido tan gloriosa experiencia. En frente de ti, un completo desconocido se apura por disimular su mirada de reprobación. 

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No te sientas solo; lo cierto es que no eres el único que ha atravesado esta experiencia. Parece ser que evaluar lo que ingresa en la boca de los demás se ha convertido en un habito bastante común. Ahora bien, ¿por que juzgamos lo que comen los demás?

¿Asunto moral?

Imagen thinkstock

Las elecciones alimenticias no constituyen un asunto moral. Si lo fueran, las personas que no se apegaran a los criterios del "juez alimenticio" de turno terminarían por ser consideradas como la mismísima maldad personificada. Por este motivo, elevar las decisiones alimenticias a la categoría de "lo moral" representaría un camino directo al prejuicio y la discriminación.

Falta de fundamento

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Todo juez sabe que para cumplir con su trabajo debe tener conocimiento de causa. Si desea juzgar con fundamentos, es imprescindible, entonces, que conozca lo que juzga. La pregunta es, entonces: ¿conocemos en suficiente profundidad a las personas antes de señalarlas? Pues, no. No tenemos idea si la persona juzgada sabe o puede cocinar, si tiene muchas responsabilidades, si ha tenido una mala experiencia que le ha impedido mejorar su dieta...

Pongamos las cosas en orden. No adoptemos a la falta de fundamento como estilo de vida y no mezclemos moralidad y alimentación –al menos en este caso. Pues, en definitiva, ¿qué prefieres ser: una buena persona o un pésimo juez? La elección no parece representar un gran dilema, ¿verdad?

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