Durante el embarazo, la visión de la alimentación cambia. Algunas mujeres comen por dos, mientras que otras, por miedo a engordar, reducen sus aportes calóricos. Entre excesos alimenticios y régimen demasiado restrictivo, ¿cuál es la actitud correcta?
Durante el embarazo, el peso no debe ser una obsesión

Aumentar ligeramente el aporte energético
Este comportamiento no lo aprueban los médicos. Conviene terminar con esa vieja creencia que dice que una mujer embarazada debe comer por dos, comer muchos lácteos, azúcar o carne roja. Toda sobre alimentación es tóxica, y no solo por razones estéticas. Por una parte, dar a luz un bebé de más de 4 kilos es difícil y presenta muchos riesgos. Por otra parte, un exceso ponderal puede desequilibrar las tasas de grasas y de azúcar en sangre.
Sin embargo, las necesidades nutricionales son más importantes, aunque no tanto como se podría pensar. Los aportes energéticos durante el embarazo aumentan solo en 150 calorías por día en el primer trimestre: el equivalente a 2 manzanas, y de 250 calorías en el segundo y tercer trimestre, es decir 2 manzanas y 2 yogures.
De hecho, lo que cambia es más bien el apetito y el estado de ánimo que provocan a veces el comer más allá de lo estrictamente razonable.

Consumir lípidos y glúcidos
En cualquier caso, el peso no debe convertirse en una obsesión hasta el punto de privarse de los nutrientes más esenciales. Para que el embarazo transcurra en las mejores condiciones para la madre y el bebé, la alimentación debe ser suficiente y variada.
Con el pretexto de controlar el aumento de peso, no conviene reducir las grasas, concretamente los ácidos grasos omega 3, indispensables para el desarrollo del cerebro del feto, o de féculas que limitan la falta de energía relacionada con una bajada de la tasa de azúcar en sangre. Estos nutrientes solo los aporta la alimentación: las carencias en lípidos o en glúcidos no pueden ser compensadas más que por complementos alimenticios, contrariamente a las vitaminas y a los minerales.
Aceptar engordar durante el embarazo
Por otro lado, más allá de los riesgos a los que se expone la madre y el feto, una reducción de los aportes alimenticios no suele tener los efectos buscados: el determinismo del peso durante el embarazo es independiente de la voluntad de la madre. Una mujer que ha aumentado 15 kilos durante su primer embarazo tiene muchas posibilidades de volver a aumentarlos en su segundo embarazo, y esto independientemente de una restricción calórica.

En cualquier caso, conviene comer hasta quedar saciadas, y a menos que tengamos una alimentación desequilibrada, conservar los mismos hábitos anteriores al embarazo. A excepción de las proteínas, las necesidades no requieren ningún tipo de reajuste, y una alimentación normal, suficiente y equilibrada es bastante para satisfacer el aumento de ciertas necesidades como el hierro, el calcio o el fósforo.
Por eso te repito una vez más: durante el embarazo, el peso no debe ser una obsesión. Cuidate, y sobre todo, cuida a tu pequeño; luego ya tendrás tiempo de recuperar la figura.








