Una nueva película de Netflix está basada en una historia real tan insólita como ESPELUZNANTE

La exitosa Blumhouse Productions y la compañía de J.J. Abrams Bad Robot, los estudios Warner Bros. y Fox, y los servicios de streaming Amazon y Netflix, entre otras compañías, libraron una batalla para obtener los derechos de adaptación de una crónica publicada en el sitio The Cut.

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La subasta ascendió hasta las siete cifras, de acuerdo al reporte de Deadline, y finalmente fue Netflix la que se quedó con un paquete que le cede los derechos del artículo publicado por The Cut y de los protagonistas de la historia.

¿Qué tiene esta historia que ha llevado a los grandes productores de cine de Hollywood a querer pagar millones para quedarse con ella?

Para empezar, es una historia real, es insólita y es realmente espeluznante.

Y además todavía tiene cabos sueltos, un enigma sin resolver y, en el medio, el sueño de una familia convertido en pesadilla.

El vigilante

James Spader y Marisa Tomei en The Watcher (2000)

La historia involucra a Derek Broaddus y su esposa Maria, que en 2014 compraron su nuevo hogar, una hermosa casa de seis habitaciones en el 657 Boulevard de Westfield, Nueva Jersey, por la que pagaron $1.3 millones de dólares y a la que se mudaron junto a sus tres hijos.

Era un sueño cumplido para los Broaddus. Su propia casa, a pocas cuadras de donde había crecido Maria, en la que crecerían sus propios hijos.

En uno de sus primeros días en la casa, en la casilla de correo, todavía vacía, apareció un sobre blanco que, en torpe letra manuscrita, estaba dirigido «Al nuevo dueño de la casa».

«Querido nuevo vecino del 657 Boulevard. Permítame darle la bienvenida al vecindario» decía la carta.

Una afable bienvenida, nada raro ni inusual en esto.

Pero la carta continuaba:

«¿Cómo llegó hasta aquí?» le preguntaba el misterioso vecino. «¿Fue la casa la que lo atrajo con su poderosa fuerza?». Ya algunos elementos curiosos comenzaban a asomar.

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El autor se explayaba:

«La casa del 657 Boulevard ha sido un asunto de mi familia por décadas, y ahora que se aproxima su 110º aniversario, me han encargado la vigilancia para aguardar su segundo advenimiento. Mi abuelo fue guardián de la casa en la década de 1920 y mi padre en los 60. Ahora es mi turno. ¿Conoce la historia de la casa? ¿Sabe las mentiras que yacen dentro de las paredes de 657 Boulevard? ¿Por qué está usted aquí? Voy a averiguarlo»

Todo comenzó a sonar macabro, pero eso todavía no era nada.

La vigilancia ya estaba en marcha desde antes.

«Veo que ha llenado la casa con trabajadores para comenzar a destruirla, tal como se suponía que lo hiciera. Una pésima decisión. No quisiera poner descontenta a 657 Boulevard»

El enigmático autor de la carta también había reparado en los más pequeños de la familia, de 5, 8 y 10 años.

«Tiene hijos. Los he visto. Por lo que he contado hasta ahora tiene tres. ¿Piensa tener más? ¿Necesita llenar la casa con sangre nueva, tal como lo ordené? Mejor para mí. ¿Era su antigua casa demasiado pequeña para una familia en crecimiento? Una vez que conozca sus nombres podré atraerlos hacia mí»

¿Quién era este lunático y aterrador vigilante que conocía todos sus movimientos y los de su familia?

«¿Quién soy? Cientos y cientos de autos pasan diariamente por 657 Boulevard. Quizá uno de esos sea yo. Mire todas las ventanas que se pueden observar desde el 657 Boulevard y vea toda la gente que pasa cada día. Allí puedo estar yo»

La carta estaba firmada por «El guardián» o «El vigilante». «The Watcher» en la carta original, como aquella película en la que Keanu Reeves es un asesino serial que sigue obsesiva y meticulosamente a sus futuras víctimas hasta conocer todos los detalles de su vida y su rutina.

Cuando Derek Broaddus llamó a la policía y les mostró la carta, la respuesta de un oficial fue: «¿Qué demonios es esto?».

Después se contactó con los anteriores dueños, los que le habían vendido la casa. Le dijeron que unos días antes de mudarse también habían recibido una carta firmada por «El vigilante», pero que, habiendo estado en la casa por 23 años sin ningún inconveniente ni nada similar, la habían arrojado a la basura sin darle demasiada importancia.

Dijeron que la carta les había parecido «más extraña que amenazante».

Un detective ocupado del caso les recomendó a los Broaddus no decirle a nadie sobre la carta, especialmente a ninguno de sus nuevos vecinos, que ahora todos eran sospechosos.

El soñado nuevo vecindario era ahora un entorno pesadillesco en el que cada persona inspiraba desconfianza y temor.

Las cartas comenzaron a llegar periódicamente, siempre con detalles que evidenciaban una comprometida y aterradora misión de seguimiento y espionaje del vigilante, revelando cada vez más su conocimiento sobre los nuevos habitantes de la casa.

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Comenzó a referirse a ellos por sus nombres y a sus hijos con los sobrenombres con los que sus padres los llamaban. Los más pequeños eran «la sangre joven» según el vigilante.

«¿Han descubierto ya lo que esconden esas paredes?» decía otra carta posterior. «Con el tiempo lo harán».

«La sangre joven ya juega en el sótano o todavía tienen miedo de ir allí solos? Si yo fuera ellos tendría mucho miedo. Está muy alejado del resto de la casa. Si estuvieras en el segundo piso no los escucharías gritar»

No era mucho lo que la policía podía (o quería) hacer. No tenían evidencias ni forma de rastrear al misterioso vigilante.

Los Broaddus comenzaron entonces su propia investigación. Pusieron cámaras web en las ventanas filmando los exteriores, y pasaron noches enteras agazapados en la oscuridad esperando ver si alguien se detenía a espiar la casa.

También contrataron un investigador privado, que centró sus esfuerzos en saber más sobre la potencialmente sospechosa familia Langford: una anciana de 90 años y varios hijos varones, todos en torno a los 60 años, que vivían en su casa de al lado y eran considerados un poco «raros» en el vecindario.

Pero no tuvieron ninguna evidencia concluyente.

Finalmente decidieron mudarse a la casa de los padres de Maria (habían vendido su antigua casa) y poner a la venta la casa de 657 Boulevard.

Con la historia que la precedía y la inquietante vigilancia de The Watcher, que los Broaddus decidieron revelar honestamente ante cualquier potencial comprador («después de vivir lo que vivimos nunca podríamos hacérselo a alguien más»), nadie quiso comprarla, ni siquiera cuando bajaron el precio de venta muy por debajo de su valor.

Para empeorar la situación, la historia llegó a la prensa y se convirtió en una suerte de leyenda urbana que nadie se tomó demasiado en serio.

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Se hizo viral en internet, y en foros de Reddit teorizaron e investigaron tratando de descubrir la identidad del vigilante.

También se elaboraron otras teorías, como una que sostuvo que los propios Broaddus habían escrito las cartas, arrepentidos de haber gastado todos sus ahorros en la casa.

La pesadilla de los Broaddus era un juego para internet y una historia sensacional para la prensa, y ahora también los vecinos de Westfield un poco los culparon por atraer una atención negativa y siniestra a un vecindario apacible, de calles tranquilas, árboles y bellas casas.

Muchos de los vecinos de la casa comenzaron a recibir, por su parte, cartas anónimas y amenazantes, firmadas por «amigos de los Broaddus», que les recriminaban no haber confiado en la historia de los Broaddus o no respaldarlos.

En la nota de The Cut, Derek Broaddus admite, en un giro perfectamente cinematográfico, que él mismo había escrito esas cartas.

La última carta enviada por el misterioso vigilante, ya con todo este caos desatado, dice:

«La casa te odia. El vigilante ganó».

Aunque quizá esto todavía está por verse.

Con la atención que ha cobrado el caso, que será cada vez mayor con la producción de una película de Netflix, tal vez el misterioso vigilante no resista la tentación de ser famoso. Y que Keanu Reeves lo interprete en una película.

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