Estrenada en 1974, Phantom of the Paradise (a veces traducida como El Fantasma del Paraíso) es la octava película de Brian De Palma, quien estuvo a cargo tanto de la dirección como del guion. Se trata de una ópera rock con elementos de comedia negra y una alta dosis de horror, aunque por eso no debe ser catalogada como una típica película de terror. Claro que no. Ni siquiera como un típico musical siniestro. Phantom of the Paradise es mucho más que eso.
Recordando Phantom of the Paradise, el musical de horror que inspiró a Daft Punk

Se trata de un excéntrico pero aun así brillante experimento en donde la música no es un adorno o un elemento más de la trama, sino que es uno más de los protagonistas. No solo se observa el lado más puro y bello de la música –artísticamente hablando–, sino que se toca el aspecto cruel y mercantil de la misma haciendo que, en una genial paradoja, la música adquiera un carácter casi tóxico, algo que te puede brindar la gloria del cielo, si estás dispuesto a hacer tratos con el diablo.
Basada principalmente en la novela El Fantasma de la Opera ( Le Fantôme de l'Opéra) de Gastón Leroux, la película no se limita solamente a eso, sino que también toma muchos elementos de la novela filosófica El retrato de Dorian Gray ( The Picture of Dorian Gray) de Oscar Wilde y de la obra de teatro La trágica historia de la vida y muerte del Doctor Fausto ( The Tragical History of the Life and Death of Doctor Faustus) de Christopher Marlowe.
La premisa

Swan ( Paul Williams), un exitoso productor de discos, está en la búsqueda de un nuevo sonido, un nuevo estilo para inaugurar su teatro Paradise. A las pruebas de nuevos talentos llega Winslow Leach ( William Finley), un artista sumamente talentoso pero mentalmente inestable, obsesionado con su propia creación y que siente un profundo desprecio por la música comercial. La obra de Winslow cautiva a Swan, pero no así el propio Winslow. El productor entonces roba sus partituras y lo incrimina, y hace que sea enviado de por vida a prisión.

Winslow enloquece en prisión cuando escucha por la radio que su música será cantada por una banda que él desprecia, por lo que huye de la cárcel y se dirige hacia la fábrica de discos de Swan para sabotearla. Allí sufre un accidente con una prensa de discos, que lo deja desfigurado y con su voz destruida.
Luego de ese suceso, Winslow se infiltra en el Paradise, roba un disfraz y comienza a sabotear los ensayos al aterrorizar a los trabajadores del lugar. Reconociéndolo a pesar de su disfraz, Swan decide hacer un trato con Winslow: dejará que sea El Fantasma quien elija a la persona que cante su música, siempre y cuando deje de causar terror en el Paradise. Winslow elige a Phoenix ( Jessica Harper), una cantante que había conocido previamente y por quien sentía un gran aprecio, principalmente por demostrar integridad antes que intercambiar favores sexuales a cambio de un contrato discográfico. El Fantasma se entrega a su tarea de reescribir su obra para Phoenix, pero no sabe que Swan planea traicionarlo nuevamente.
El verdadero protagonista

Ya desde el primer segundo de película, una narración en off nos habla de Swan y sus grandes logros como productor discográfico, responsable directo de los eventos más significativos de la música moderna, como «llevar el blues a Gran Bretaña» (en referencia al blues británico de Muddy Waters surgido a fines de los 50); «trasladar Liverpool a Norteamérica» (las invasiones británicas por la llegada de The Beatles a mediados de los 60) o «mezclar el folk y el rock» (hablando de artistas como Bob Dylan o Simon & Garfunkel).

Si bien queda claro que Swan es el antagonista, lo cierto es que la mayoría de la película se centra en él de una u otra manera. Es Swan quien elige traicionar a Winslow, de la misma manera que decide también devolverle su voz y darle una nueva oportunidad para componer. Incluso cuando Winslow trata de suicidarse, Swan le plantea que entre los dos habían firmado un contrato, por lo que ninguno de los dos podía morir hasta completarlo –dando a entender que Winslow, sin saberlo, había vendido su alma al diablo a cambio de escribir música– (una clara referencia a Fausto).
Indagando entre los extensos archivos de Swan, Winslow descubre una vieja grabación en la que un joven Swan planea suicidarse al notar que comenzaba a envejecer, entonces una entidad que adopta su imagen reflejada en el espejo le plantea la posibilidad de vivir para siempre a cambio de su alma, teniendo que mantener siempre protegidas sus archivos de filmaciones, las cuales envejecerán en su lugar ( referencia a El retrato de Dorian Grey).
El estilo
Un punto aparte que merece mención es cómo Brian de Palma comenzó a experimentar con esta película un estilo de montaje propio empleando dos cámaras en simultáneo que, apelando a la pantalla divida, exhibía dos puntos de vista opuestos de una misma situación. Un estilo que volvería a usar en posteriores proyectos, como Carrie (1976) y The Fury (1978).
Ya en un contexto más argumental, a pesar de estar basada en tres diferentes obras de la literatura clásica, la película tiene un estilo propio, tanto por el hecho de estar ambientada en los años 70, como en la construcción de sus personajes, el desarrollo y resolución de la trama.
Por ejemplo, el personaje de Swan jamás existió en la novela de Gastón Leroux y su accionar simplemente puede comprenderse como un juego de vanidades, un comportamiento intencionalmente malvado y amoral dado que para él nada tiene más valor o importancia que él mismo.

En el caso de Winslow, su obsesión con su obra (una cantata con más de mil canciones inspirada en la leyenda de Fausto) es más importante que cualquier cosa, ya que considera que su música es intrínsecamente «pura» en comparación con obras donde la letra no tiene importancia, ya que el ritmo permite que se pueda bailar. Winslow es un idealista y purista musical casi al grado del fanatismo, pero comprende que si logra que Swan produzca su obra, será oída por todo el mundo.

El personaje de Phoenix es la contraparte de Christine Daaé –la heroína de El Fantasma de la Opera– una artista con gran talento que solo quiere cantar, nada más que eso. A diferencia del Fantasma de la Opera, Winslow no se enamora de Phoenix, sino que la ve como un raro ejemplo de pureza que se compara a su música, por eso trata de suicidarse cuando ve como Phoenix es corrompida por los placeres del mundo retorcido y banal de Swan.
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