Narcos: un antihéroe de la vida real llega a la ficción [reseña de la primera temporada]

La denominada revolución televisiva que tuvo lugar de la mano de la llegada de Los Soprano a HBO, ha estado dominada por la narrativa del antihéroe.

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Tony Soprano inauguró un terreno que luego pasaron a poblar Jimmy McNulty ( The Wire), Al Swearengen ( Deadwood), Vic Mackey ( The Shield), Dexter Morgan ( Dexter), Walter White ( Breaking Bad) y Don Draper ( Mad Men), entre otros; a través de ellos, las mejores series de televisión han desplazado el protagonismo hacia personajes que carecen de cualidades heroicas, que son complejos, dañados, con rasgos de psicópatas y dementes.

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La clave del éxito popular y del logro artístico de estas series, está en que nos obligan a reconocer la humanidad de estos personajes y a admitir que hay algo inevitablemente fascinante en ellos. 

Por supuesto, esta fascinación está anclada en la ficción, y es por eso que las mentes creativas detrás de estas series han ganado protagonismo y reconocimiento. La revolución de los antihéroes en la TV es también la revolución de la TV de autor, la de David Chase, David Simon, David Milch, Vince Gilligan y Matthew Weiner.

Netflix, la cadena que ha planteado una nueva revolución técnica dentro de la revolución artística, parece llevar la narrativa de los antihéroes a su nueva instancia natural. Si Tony Soprano y Walter White eran figuras que nos apasionaba ver en la ficción pero nos obligaban a cuestionarnos moralmente, ¿qué sucederá con Pablo Escobar, un criminal de la vida real cuyo impacto fue global, y que fue parte fundamental de problemas sociales que siguen tan presentes hasta hoy en varias partes de Latinoamérica? 

Imagen Netflix

Evidentemente, no es la primera obra basada en Pablo Escobar, ni mucho menos, pero  Narcos es la primera serie de carácter global y masivo que lo explora, enmarcada como un producto más de la producción televisiva actual. Y es, en particular, una que se propone simplemente narrar una historia digna de ser contada, haciendo uso de todos los artificios de la ficción, antes que polemizar sobre su figura o reavivar una discusión sobre su impacto y el contexto histórico y social.

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Una versión estadounidense

Narcos se ubica explícitamente como una serie que representa la visión americana —en el sentido de “estadounidense”— de la figura de Pablo Escobar.

Los latinoamericanos involucrados en su creación (principalmente el director José Padilha y el protagonista Wagner Moura, ambos brasileños), las locaciones (fue filmada en Colombia), y el hecho de tener un reparto y extras mayoritariamente colombianos, sirven al propósito de una ambientación y un retrato de época creíbles, todo lo cual está realmente bien logrado.

Pero la visión que informa a la serie es puramente “yanqui”, tanto delante como detrás de cámaras.

Los guionistas y creadores son todos de cepa hollywoodense. Pero lo más llamativo de Narcos, y lo más esencial en la representación de esta visión estadounidense desde adentro, es su narrador.

Desde el principio, la serie tiene todo el tiempo la voz en off de uno de los personajes principales, que va narrando toda la acción y ahondando en explicaciones y contexto. Este personaje es el agente de la DEA Steve Murphy, interpretado por Boyd Holbrook, que llegó a Colombia para ayudar a atrapar a Pablo Escobar.

Imagen Netflix

Inicialmente, la voz en off suena razonable a la hora de presentar acontecimientos con los que tal vez la gran parte del público no está familiarizado, como los inicios de Pablo Escobar como contrabandista y su incursión en el tráfico de cocaína de la mano de algunas circunstancias políticas que vivía la región.

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Pero rápidamente, esta narración empieza a sonar algo invasiva y hasta irritante, por momentos adquiriendo un tono más bien didáctico de datos, fechas y personajes, como si nos estuvieran leyendo la página de Wikipedia de Escobar ilustrada con imágenes.

¿Es necesario que todo el tiempo este personaje nos explique lo que está sucediendo?

La respuesta es que no, pero el hecho de que la serie decida hacerlo es una suerte de declaración de principios, una renuncia deliberada y explícita a cualquier clase de tono realista (a lo The Wire, digamos) o de docufiction, y una evidencia de que la serie no se propone narrar exactamente «lo que pasó» sino «lo que pasó desde el punto de vista de un agente de la DEA estadounidense».

Lo que hace esta narración es dar un panorama completo pero superficial de la historia de Pablo Escobar y de cómo éste se enmarca en la sociedad colombiana de los 80.

Siguiendo con la comparación con The Wire, Narcos intenta abarcar en 10 episodios lo que The Wire abarcó en 5 temporadas en torno al problema de las drogas: la realidad social, las dinámicas de “la calle” y de los barrios marginados, la corrupción policial, el clima político, los asuntos judiciales y el papel de la prensa. A Narcos no le interesa demasiado todo eso como para explorarlo en profundidad, sino simplemente el hombre que está en el centro. Lo que no se muestra acerca de todos esos asuntos, o se muestra muy fugazmente, Murphy llena el vacio explicándolo.

La voz en off de Murphy, entonces, pone distancia entre la audiencia y Escobar.

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El patrón, de la mano de una soberbia y contenida interpretación de Wagner Moura, que hace de un Escobar temible y respetado sin tener que nunca levantar la voz, es alguien que, visto a través de los ojos del agente Murphy, va despertando cada vez más el asombro y la incredulidad —por los horrores de que es capaz y la impunidad con la que actúa—, antes que la voluntad de comprenderlo y descifrarlo.

Imagen Netflix

No hay nada que entender. No es un personaje complejo ni ambiguo. En la visión de la serie, Escobar es un monstruo, una aberración, un producto excepcional de cierto tiempo y ciertas condiciones, que no se puede explicar si no es mediante la apelación al realismo mágico

Con su alusión explícita al realismo mágico, sumada a la utilización de toda una serie de recursos cinematográficos y de fórmulas y estéticas fuertemente vinculadas a las series policiales y las películas de gángsters, la serie se propone ser vista e interpretada como una pura ficción, despegándose de la versión histórica de los hechos, de consideraciones más complejas como lo fidedigno del retrato y las implicaciones políticas y sociales.

De hecho, para recordarnos que algunas de las cosas que estamos viendo sucedieron realmente, se incluyen fotografías y grabaciones reales.

Una temporada adictiva

Lo mejor de Narcos es el ritmo y la dinámica de la trama. A lo largo de toda la temporada se va narrando, salvo algunos saltos temporales y un flashforward inicial un tanto inútil, de manera cronológica el ascenso de Pablo Escobar, el crecimiento y la consolidación de su imperio del narcotráfico. 

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En sólo tres o cuatro episodios Pablo Escobar ya tiene tanto dinero que no tiene dónde guardarlo ni qué hacer con él, lo que lo lleva a regalarlo, y ésto a despertar su vocación política, que no es otra cosa que una manifestación de su ansia de poder y de hacer lo que se le dé la gana.

Promediando la temporada, y habiendo tenido que abandonar obligado su incursión en la política, la escalada de violencia parece llegar a su pico y los hechos (y episodios) se siguen sucediendo con una velocidad tal que parece que no quedará nada para el final de la temporada.

Sin embargo sí queda, y la segunda mitad de la temporada, gracias a algunos hechos vinculados a algunos de los mejores personajes secundarios (Gacha, un miembro del Cartel, y Gustavo, el mano derecha de Pablo), y luego en torno a la cárcel privada de Escobar ("La Catedral"), son de los más atractivos.

Imagen Netflix

Los increíbles detalles de la historia de Pablo Escobar, las peripecias de la policía local y la DEA para atraparlo, y los episodios que van alternando el foco entre la interna del Cartel de Medellín y la de las autoridades, privilegian el binge-watching, a pesar de todo, y uno siempre quiere saber qué sucederá a continuación.

El final de temporada es extraño, ya que parece haber sucedido tanto en estos 10 episodios, y es tan evidente el trayecto ascenso-estancamiento-caída de la saga de Escobar, que no parece haber suficiente historia como para toda una nueva temporada.

Pero sin dudas la habrá, con más de real o con más de ficticia, ya que Netflix ha confirmado la temporada 2 de Narcos para 2016. 

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