Parece que fue ayer que dejamos atrás los Oscar 2017, sí, aquellos en los que La La Land arrasó y en los que casi se queda con el premio a mejor película del año por un error de los anfitriones.

Una historia sorprendente, actores talentosos y una banda sonora inolvidable hicieron que el film La vida es bella (1997) fuera un suceso en la década de los 90 y luego de 20 años sigue siendo algo relevante. El film escrito, dirigido y protagonizado por el italiano Roberto Benigni, ganó tres premios Oscar en 1999: Mejor Película Extrajera, Mejor Actor y Mejor Banda Sonora.

En la vida, absolutamente todo tiene su contraparte y los Premios Oscar no escapan a esta regla. Los Premios Razzie son los anti-Oscar, que, con una tónica humorística bajo la cual muchas veces los propios actores y cineastas acceden a reírse de sí mismos, premian a las películas más desastrosas del año, aunque siempre dentro del cine mainstream, es decir, sin tener en cuenta producciones amateur o de clase B.

Varias películas se vienen consolidando como grandes candidatas a los Premios Oscar y resonando en todas las ceremonias de premiación que preceden a la distinción más importante de la industria cinematográfica.

Todos los premios anuales de cine que preceden a los Premios Oscar son considerados en mayor o menor medida como posibles presagios de lo que sucederá en la ceremonia más importante de distinción en Hollywood, en parte porque muchos de los votantes de la Academia también votan en estas otras premiaciones.

Cuando Adrien Brody ganó el Oscar, parecía que se había quitado un peso de encima. Saltó hasta el escenario, tomó a Halle Berry (la presentadora) en sus brazos y le plantó un beso emocionado. Quien se hubiera puesto en sus zapatos, probablemente hubiera hecho lo mismo.