En medio del tiroteo, el amor de una madre desesperada venció el temor que sintió Angélica Gómez, quien cegada por la angustia ingresó a la Escuela Primaria Robb con el único propósito de rescatar a sus dos hijos.
El atacante estaba en el salón de al lado: el relato de una madre que entró a la escuela a rescatar a sus hijos durante el tiroteo en Texas
Aunque no oculta el temor que sintió en todos sus huesos, Angélica Gómez no podrá olvidar ver a sus hijos con vida mientras agradecían haber sido rescatados. “Me decían 'mama, gracias', que me querían mucho, me abrazaban por el miedo que tuvieron y luego se dijeron entre sí lo mucho que se querían”, rememora emocionada.

“Si (el tirador) me mataba a mí, pues me mataba”, dice todavía con la angustia raspando su garganta esa valiente mujer que en medio del caos recogió a sus pequeños de lugares diferentes dentro del plantel.
Angélica recuerda que, antes de irrumpir en aquel escenario de terror, algunas personas la querían detener, pero ella simplemente hizo caso omiso. “ A esta madre no la van a poder parar”, precisó.
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Una vez que tuvo a Vladimir y Pablo en sus brazos, con quienes abandonó el edificio de la escuela, sintió una paz estremecedora, aunque después no pudo evitar sentir el peso del acto inconsciente que acababa de cometer.
“En ese momento no pensé en que tal vez los podía poner en peligro si (el tirador) nos escuchaba y nos disparaba”, recuerda la inquebrantable madre, quien dice que corrió de un lugar a otro para tomar a sus pequeños en sus brazos.
Aunque no oculta el temor que sintió en todos sus huesos, Angélica no podrá olvidar ver a sus hijos con vida mientras agradecían haber sido rescatados. “Me dijeron 'mami, gracias' y decían que me querían mucho, me abrazaban por el miedo que tuvieron y luego se dijeron entre sí lo mucho que se querían”, rememora emocionada.
Sin embargo, a pesar de ese emotivo rescate exitoso que jamás podrá olvidar, Angélica no puede omitir ser parte de una comunidad pequeña y devastada que se aferra a la fe para tratar de superar lo sucedido.
Ella, junto a otras muchas personas, se han acercado a los hogares sumidos en sufrimiento, como el de Steven García, donde no se ha parado de llorar el asesinato de Ellie García, de tan solo 10 años.
“Todos ellos son mis amigos y sus hijos iban a mi casa a jugar con los míos”, señala Angélica, mientras intenta contener el llanto.
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Una luz increíble
A pesar de la tragedia feroz que ha sacudido a la comunidad, conformada en su mayoría por hispanos, el padre Mathew, sacerdote de la Iglesia del Sagrado Corazón de Uvalde, ha estado cerca de los niños heridos que están hospitalizados.
“He visto mucha sangre, pero en medio de ello hay una luz increíble porque todos ellos solo están preocupados por sus amigos”, cuenta el sacerdote, quien los ha catalogado como un ejemplo para todos porque primero piensan en los demás.
Para tratar de dar una mano en este duro proceso que las familias de los 19 niños y dos adultos asesinados, un par de funerarias han informado que darán sus servicios gratuitos, con el afán de generar un sensible adiós a estas vidas cortadas de tajo.

