"Dios se equivocó contigo": La historia de resistencia y fe de una mujer que sufre una malformación en su boca
La apariencia de su rostro le ha provocado tal sufrimiento que su propio padre la quiso matar un día estando alcoholizado y quien se supone que era el amor de su vida la dejó después de confesarle que le daba asco verla. Ahora, en medio de la pobreza, desea que alguien la ayude a tener "una cara bonita".
Herminia Hernández siempre soñó con enamorarse de alguien que viera la entereza y las ganas de salir adelante que siempre ha tenido y no la malformación de su lengua. Un día conoció a quien creía que podía ser el amor de su vida,
hasta que le confesó que le daba asco verla.
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No era la primera vez que Hernández sufría este tipo de rechazos brutales. La guatemalteca de 40 años rememora que cuando iba a trabajar le cerraban la puerta en la cara porque
“era un fenómeno con boca de sapo”.
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“Una vez una persona me dijo:
‘No sé cómo naciste, creo que Dios se equivocó’. Pero yo estoy segura que Dios no se equivocó conmigo”, cuenta Hernández con un aire de tristeza, pero con la fortaleza curtida con el correr de los años.
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Y es que el desprecio por su apariencia también se instaló en su propia casa, cuando su propio padre llegó borracho e intentó asesinarla.
“No sé cómo Dios me salvó aquella vez”, recuerda.
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Pero ni ese durísimo momento la terminó de abatir y, aunque reconoce que su apariencia puede ser chocante, ella ve en el espejo a una mujer “bien guerrera y luchona” que siempre ve
“una pequeña luz cuando el panorama luce negro”.
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Su anhelo por tener una familia fue tal que logró ser madre de siete hijos. Sin embargo, con la muerte de uno de ellos y de su esposo, ahora tiene que hacerse cargo de los pequeños sin ayuda de nadie.
Los niños, quienes la ven sufrir, solo desean verla feliz.
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“Quisiera verla normal, como la demás gente para que ya no sufra”, dice su pequeña hija. Daliani Hernández, en medio del llanto.
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“Siempre la he visto llorar en las noches y sangrar en las mañanas”, cuenta Ángel Hernández sobre su madre, en aquella casa de una sola pieza donde duerme toda la familia.
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Con la responsabilidad de tener que darle de comer a tantas bocas, Hernández se pasa todo el día trabajando, ya sea haciendo trabajos de costura o en un pedazo de tierra donde,
tras jornadas extenuantes recibe 6 dólares diarios.
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La pobreza en la que Hernández está inmersa no le permitió nunca acceder a un tratamiento médico,
pero sí a un diagnóstico que arrojó un hemangioma, es decir una formación externa de vasos sanguíneos, aunada a una deformación en su rostro.
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Ahora Hernández pide toda la ayuda posible para acceder a ese tratamiento que le regale ese milagro de tener lo que siempre ha anhelado:
“una cara bonita”.