En medio de una ciudad azotada por altos índices de pobreza y criminalidad, la Academia San Miguel se dedica a ofrecer clases tradicionales y espacios deportivos a los jóvenes para evitar que caigan en la delincuencia. “Me ha cambiado la vida. Ya tengo más metas y me ha enseñado lo que sé hacer”, aseguró una de las estudiantes del lugar, que no recibe fondos del estado, sino que se financia con donaciones.
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