Las pequeñas, de 4 y 8 años de edad, cruzaron la frontera a través del río en una balsa con su abuela, quien fue deportada casi que de inmediato. Las niñas quedaron solas y su madre, Grisel Fernández, no supo nada de ellas durante varias semanas. "Tenía miedo de que se perdieran en el sistema", aseguró la mujer. La reunificación fue posible gracias a la ayuda de una activista y un abogado.
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