Erika Moreira dejó de enviar a sus hijos a la escuela en Charlotte, Carolina del Norte, por temor a que agentes federales los arreste o los utilice para llegar hasta ella y detenerla. Desde que comenzaron las redadas en la ciudad, la familia vive bajo llave, los niños no salen ni siquiera al patio y hasta tirar la basura se volvió un riesgo. "Tenemos miedo", dice entre lágrimas una de sus hijas.
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