Gracias a un exoesqueleto robótico hizo realidad su sueño: volver a caminar
Desde hace 21 años, Andrei Khalip está en una silla de ruedas. Buscó tratamientos para recuperar la movilidad, hasta que encontró un esqueleto robótico que podía ayudarlo. Paso a paso, el fotoreportero de Reuters está materializando su gran anhelo: caminar otra vez. Esta es su historia.
La esperanza de volver a caminar llevó a Andrei Khalip hasta California para participar en un ensayo clínico con un exoesqueleto motorizado diseñado para ayudar a personas paralíticas.
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En 1996 Khalip tuvo una caída de 16.5 pies de altura en una playa rocosa, se fracturó la vértebra dorsal 12 y perdió el movimiento y la sensación en las piernas. Tenía 25 años.
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Tras luchar contra la
depresión, infecciones de la vejiga y
sobrepeso, se adaptó a la silla de ruedas. Podía valerse por sí mismo, trabajaba para la agencia Reuters y se casó.
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Pero
caminar permaneció fuera de sus límites: lo intentó en un centro de rehabilitación con muletas y aparatos. El esfuerzo fue demasiado para él.
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Andrei Investigó sobre posibles tratamientos. Descartó
terapias con células madre, experimentos con chips implantados en el cerebro y sistemas no invasivos. Así llegó a los exoesqueletos.
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Ahora Khalip está en Silicon Valley, California, a miles de kilómetros de su casa en Lisboa, usando un
traje robótico llamado Phoenix, que tiene motores, cables, correas y almohadillas protectoras.
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El exoesqueleto es una estructura externa que
mejora robóticamente el movimiento del cuerpo. Su objetivo es ayudar a personas paralizadas.
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“Mientras me preparaba para mi viaje a California en agosto, traté de mantener mis esperanzas bajo control”, recuerda Khalip.
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El exoesqueleto Phoenix se basa en tecnología desarrollada en la Universidad de California, Berkeley. Las pruebas para las que se inscribió Andrei se requieren para obtener la aprobación de la FDA.
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Homayoon Kazerooni, uno de los fundadores de
SuitX, la compañía que lo desarrolla, dice que esta será la versión más ligera y asequible del mercado. También fabrican exoesqueletos industriales.
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Phoenix tiene dos motores en las caderas, alimentados por una batería. Sus bisagras mantienen las rodillas rectas y permiten que la
pierna se balancee cuando das un paso.
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“Phoenix y yo no nos llevamos bien de inmediato”, cuenta Andrei. Al principio fue difícil la adaptación.
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Levantarse era un reto, lo hacía con ayuda del fisioterapeuta y otros dos empleados.
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Al intentar caminar, “me dolían las manos al agarrarme nerviosamente a las barras paralelas”. El dispositivo se tambaleaba y sus músculos estaban contraídos por estar sentado durante tantos años.
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El día que dio su primer paso, su esposa lo abrazó y lo besó con lágrimas en los ojos. Él dice que estaba demasiado ocupado para celebrar tratando de mantener el equilibrio.
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Caminar del cuarto a la sala a buscar un libro o
ver su silla de ruedas estacionada es un triunfo para Andrei Khalip.