Soy la hija de un inmigrante de padres libaneses, nacido en Nueva York en medio de la Gran Depresión económica de la década de los 30, quienes con su llegada a los Estados Unidos fueron capaces de construir una base sólida para ellos y su familia antes de instalarse finalmente en Colombia.
Shakira: Los padres de 545 niños aún desaparecidos y un silencio ensordecedor
"¿Cómo en una nación que ha sido construida gracias al esfuerzo de inmigrantes y que desde su constitución profesa la protección de los derechos humanos y la defensa de la familia como núcleo social, puede ejercer unas políticas de inmigración tan crueles? ¿De qué manera puede justificarse que se separe a los niños de sus familias sin intención de volverlos a reunir?"


Así fue como nací y crecí en un país tan lleno de belleza y diversidad como de desigualdad y carencia de movilidad social, y desde donde los EEUU, en contraste, se aprecia como un modelo de generación de oportunidades y ambiciones sin límites, en el que a cualquiera le es posible triunfar.
Entonces, ¿cómo en una nación que ha sido construida gracias al esfuerzo de inmigrantes y que desde su constitución profesa la protección de los derechos humanos y la defensa de la familia como núcleo social, pueda ejercer unas políticas de inmigración tan crueles? ¿De qué manera puede justificarse que se separe a los niños de sus familias sin intención de volverlos a reunir?
En esa “tierra de la libertad” existen 545 niños atrapados, en peligro de crecer sin padres; 545 niños que se van a la cama sin saber si volverán a verlos; 545 niños que no pueden abrazar, reír o llorar en el regazo de aquellos a los que más quieren y necesitan.
Se calcula que 60 de estos niños tenían menos de cinco años cuando fueron separados por primera vez de sus padres. No puedo evitar pensar en mis hijos pequeños y recordar cómo acuden a mí llorando cuando caen y se lastiman, y el dolor que siento cuando no estoy ahí para atenderles y abrazarles.
No puedo imaginar qué sentiría si no supiera dónde está mi hijo, si se encuentra a salvo, o no ¿quién consuela el llanto de aquellos niños? ¿Quién atiende el miedo sin tregua que debe embargarles cada noche y las cicatrices emocionales que dejarán en ellos para siempre?
Políticas como las de la separación familiar son fruto de una crueldad sin límites. Las historias que leo a diario acerca de las alegaciones de mujeres, a las que someten a la fuerza a histerectomías; de solicitantes de asilo que presuntamente deben firmar sus propias órdenes de deportación ante la amenaza de sufrir daños; o de madres y padres a quienes entre llantos y alaridos, sin piedad les arrancan a sus hijos de los brazos, son una demostración de que éste tipo de políticas provienen de personas despojadas de toda humanidad, y empatía incluso en el sentido más básico.
Su propósito no es proteger a la gente, ni lograr que las comunidades sean lugares más seguros para los americanos, sino asegurar el éxito de sus ambiciosas agendas políticas.
La tragedia indescriptible que está teniendo lugar en la frontera sur de los Estados Unidos es una manifestación del odio, y el racismo a través de la privación de los derechos humanos mas básicos.
Cada niño merece ver satisfechas sus necesidades primarias, y recibir una educación rodeados de su familia y adultos afectuosos. El daño psíquico que sufren estos niños cada segundo transcurrido lejos de sus padres, permanecerá en ellos de por vida y seguramente llegue a ser irreparable.
Según más de 7,700 profesionales de la salud mental que firmaron una petición exigiendo al presidente Donald Trump que pusiera fin a la separación familiar, estas políticas constituyen una falta de respeto absoluto hacia todo lo que se sabe sobre el desarrollo del niño, el cerebro y el trauma psico-emocional.
Habrá quienes defiendan este proceder alegando que son los mismos progenitores los que han expuesto a sus hijos a esta situación, sin embargo, muchas familias que llegan a los Estados Unidos están huyendo de la violencia, la pobreza, la persecución o las catástrofes naturales en sus países de origen y no son ellos mismos quienes han elegido las injustas condiciones de vida en las que nacieron.
Esta no es una cuestión de política. Sencillamente no hay justificación para el daño infringido en estos niños inocentes, y las personas responsables de estas crueles decisiones deberían estar obligadas a rendir cuentas.
Durante una pandemia que ya nos ha arrebatado tanto, los inmigrantes suelen ser los que se encuentran en primera línea ayudando, desempeñando trabajos esenciales que nos mantienen sanos y salvos, a menudo en condiciones peligrosas y a cambio de salarios demasiado bajos. Si existe un momento ideal para demostrar compasión hacia los inmigrantes de nuestras comunidades es ahora. Lo último que merecen es la destrucción definitiva de sus familias sino la protección de las mismas.
Es necesario hacer todo lo que esté en nuestras manos para encontrar y reunir a las familias que han sido separadas. Agradecer a los abogados del American Civil Liberties Union (ACLU), que han estado trabajando incansablemente para localizar a todas aquellas madres y padres. Y evitar a toda costa la reincidencia de políticas como esta, luchando por crear y reforzar un sistema de inmigración justo y compasivo que honre el compromiso con los solicitantes de asilo y reconozca la humanidad básica de todos y cada uno de nosotros.
No siempre es fácil decir lo que se piensa, especialmente cuando uno no es ciudadano estadounidense y puede llegar a entenderse como un extranjero opinando desde afuera sobre políticas domésticas. Sin embargo, las decisiones de los Estados Unidos nos afectan a todos, especialmente si son las vidas de los niños las que están en juego.
Por ello, más allá de dónde somos o de nuestras inclinaciones políticas, tenemos la responsabilidad común y urgente de compartir las historias de estas familias, sin importar su origen, o estatus social, lograr que sus nombres aparezcan en las noticias y reunirlas de nuevo.
Ahora más que nunca, no es el momento de callar sino de juntar nuestras voces y pronunciarse por aquellos a los que no quieren escuchar.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







