Nicholas Nassar: El voto por la guerra de Irak importa en 2008 y 2016

El autor analiza el debate Clinton-Sanders sobre el progresismo y las secuelas de la guerra de Irak

Por Fadi Nicholas Nassar, candidato al doctorado en el departamento de estudios de guerra, King’s College London

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El jueves, 4 de febrero de 2016, Hillary Clinton y Bernie Sanders entraron en un acalorado debate sobre cuál sería el candidato presidencial más progresista. Desde el historial de voto del senador Sanders sobre el control de armas de fuego hasta los vínculos de la secretaria Clinton con las esferas financieras de Wall Street, los candidatos entraron en discusión amistosa sobre cuáles serían los credenciales claves que se considerarían progresistas.

Lea el original en inglés aquí.

No obstante, una polémica ensombrecía a las demás: el voto de Hillary Clinton a favor de la guerra de Irak y el voto de Bernie Sanders en contra. Es una polémica que, en 2008, distinguió a Clinton de otro inminente contrincante apoyado por un movimiento de base impulsado por la juventud.

En un animado debate con Hillary Clinton en Los Angeles, Barack Obama, también un jueves por la noche, hizo recordar al país que a diferencia de Clinton, él había votado contra la guerra de Irak, y puso énfasis en esta distinción entre los dos candidatos de “no solo mirar hacia atrás, sino también mirar hacia adelante, porque […] lo que el próximo presidente necesita demostrar es la clase de juicio que aseguraría que estuviésemos usando nuestra potencia militar con sensatez”.

Hoy, después de ocho años, ¿sigue importando ese voto? Clinton ha respondido esta pregunta de dos maneras: que a ella se le concedió confianza como secretaria de Estado bajo Obama, y que la problemática está enfocada en mirar hacia atrás en vez de enfrentar los problemas de hoy tales como el Estado Islámico.

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En lo que respecta a la secretaria Clinton, ambos argumentos, cuya intención es reducir el peso de ese voto y la resultante guerra de Irak, son engañosos e imprecisos.

Primero, al igual que Obama en el 2008, el núcleo de la crítica dirigida hacia Clinton por parte de Sanders es que su enfoque sobre el cambio de régimen vino a expensas de soldados estadounidenses, civiles iraquíes, y de los contribuyentes de EEUU. Una guerra que se calcula que ha costado alrededor de 2 billones de dólares y que ha cobrado las vidas de miles de soldados estadounidenses y centenares de millares de civiles iraquíes no es ningún pequeño error. Igual que Obama en el 2008, Sanders sugiere que esto representa el juicio de Clinton con respecto al uso de la fuerza militar para promover políticas intervencionistas en el exterior.

En cambio, Clinton insiste en que su tiempo como secretaria de estado demuestra su experiencia en política exterior y su capacidad para resolver las crisis internacionales. Pocos negarían la amplitud de la experiencia de Clinton; sin embargo, su permanencia como secretaria de Estado ¿ha revelado una inclinación hacia el intervencionismo militar?

Mirando la trayectoria de Clinton como secretaria de stado, Conor Friedersdorf, de la revista The Atlantic, ha observado que: “ella favoreció la guerra de Irak. Cree que Estados Unidos debió haber intervenido en Irán durante la fallida Revolución Verde. Y fracasó en su cabildeo pretendiendo que Estados Unidos asistiera a los rebeldes antigubernamentales en Siria”.

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Estas posturas divergentes, comparadas con las del presidente Obama, son bastante indicativas de una política exterior más de línea dura por parte de Clinton. Sea insistiendo en un cambio de régimen en Libia, sea proponiendo que la administración de Obama interfiriera en la fallida Revolución Verde de Irán, o instando a que EEUU hiciera valer las “zonas de exclusión aérea” en Siria, es difícil no notar un patrón de estrategias intervencionistas más agresivas y frecuentemente unilaterales.

Pese a que recientemente Obama hablara muy bien de la secretaria Clinton, es bastante visible la división entre los dos en cuanto al intervencionismo militar. Tal vez esta sea la razón por la cual Clinton ha modificado la defensa de su voto sobre Irak diciendo que “ un voto en 2002 no es un plan para derrotar al Estado Islámico”.

La realidad es que el Estado Islámico creció asta convertirse en la amenaza que representa hoy, debido a la guerra de Irak. No puede haber una conversación honesta sobre la manera de derrotar al Estado Islámico sin entender los orígenes de dicha organización o la dinámica que sirvió de catalizador para su ascenso. Lakhdar Brahimi, ex mediador entre la ONU y la Liga Árabe en Siria, calificó la invasión de Irak por parte de Estados Unidos como algo que produjo “un ámbito que permitió que creciera la insurgencia en Irak, ayudando a que floreciera un grupo como el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS por sus siglas en inglés)”.

Sería injusto sugerir que, debido a su voto de apoyo, Clinton sea plenamente responsable de tan inesperada consecuencia; pero, también es impreciso sugerir que la amenaza por parte del Estado Islámico no tenga sus raíces en la invasión de Irak por parte de Estados Unidos. A medida que EEUU mire hacia delante para enfrentar una organización que está aterrorizando a poblaciones civiles por todo el mundo, también necesita mirar hacia atrás, hacia las decisiones tomadas en cuanto a políticas y a las actitudes prevalecientes que dieron forma a los desafíos de hoy en día.

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En la estela de los ataques del 11 de septiembre, tiempo de temor e incertidumbre, los estadounidenses miraron hacia su gobierno en busca de seguridad. Bajo el falso pretexto de que el gobierno iraquí tuviese armas de destrucción masiva, Estados Unidos invadió Irak, resultando en una de las más sangrientas y costosas torpezas de su política exterior.

Las punzadas del conflicto aún se sienten mucho después de la retirada de Estados Unidos en 2011. Aunque los cálculos de la cantidad de soldados lesionados en la guerra varían entre los millares y centenares de millares, las conversaciones más abiertas en torno a la prevalencia del estrés post-traumático, la depresión, y las lesiones cerebrales traumáticas entre los veteranos se destacan como sobrios recordatorios de que no todas las heridas son visibles y tampoco se sanan tan de prisa.

Del lado iraquí, aunque los cálculos también varían, hasta las más modestas cifras apuntan hacia persistentes cifras de civiles que fueron muertos, lesionados, traumatizados y desplazados por “un voto en el 2002”. Las consecuencias de la invasión de Irak no se han limitado al pasado o a las fronteras del país.

Organizaciones como el Estado Islámico, formadas en la insurgencia anti-estadounidense y fortalecidas en la caótica estela de la guerra, han logrado predominar en la guerra civil de Siria y realizar ataques terroristas en Bagdad, Beirut y París, entre otros lugares.

En tiempos en que el Partido Demócrata ha dedicado gran parte de sus recursos a definir los valores progresistas, ¿se puede despachar la guerra de Irak –y los millones de vidas que aún afecta– tan fácilmente en el cajón del olvido de la historia?

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Quienes toman las decisiones, los encargados del poder, deben rendir cuentas por las opciones que toman y las posturas que asumen. Las únicas personas que pueden hacerles rendir cuenta son los votantes, al decidir que ciertos errores no se pueden olvidar tan fácilmente.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.