El giro a la izquierda que Bernie Sanders le ha dado a la contienda por la nominación presidencial demócrata está teniendo un sugestivo efecto dominó. Millones de jóvenes idealistas y soñadores de repente han despertado a la militancia política. Los llamados “sectores progresistas” que se habían marginado del debate nacional están plantando bandera. El Movimiento “Black Lives Matter”, por ejemplo, ha enfocado la atención del país en el agudo problema del maltrato policial, exigido que se valore la vida de los afroamericanos y estimulado la lucha por los derechos civiles. Y ahora ha surgido Democracy Spring, cuyo nombre podríamos traducir libremente como “la Primavera de Nuestra Democracia”. Se trata de otra coalición progresista cuyo objetivo primordial es exigirle al Congreso que limpie el proceso electoral de la excesiva influencia del dinero, los intereses creados y las trampas dudosamente legales que bloquean el acceso de muchos norteamericanos a los centros de votación.
La primavera de nuestra democracia
“Otra coalición progresista cuyo objetivo primordial es exigirle al Congreso que limpie el proceso electoral”.


El primer método de lucha que ha escogido la organización liberal es controversial. Consiste en tomar por asalto el Capitolio mediante “sit-ins” o protestas pacíficas en las que los militantes se sientan en cualquier superficie disponible del complejo de edificios parlamentarios, desde sillas, mesas y escritorios hasta muros, suelo y grama. Para este ejercicio, los manifestantes han sido cuidadosamente adiestrados por veteranos de la lucha por los derechos civiles, encabezados por el legendario Ralph Nader, el creador del movimiento nacional de protección a los consumidores y tres veces aspirantes a la presidencia, una de ellas a la Sanders, es decir, como infiltrado en el Partido Demócrata. Líderes del joven movimiento me aseguran que prefieren reclutar votantes que hayan experimentado en carne propia cómo “los grandes intereses creados del país están acallando sus voces”.
Pero Democracy Spring no solo arranca con un ideario romántico. También trae un programa práctico, aunque de difícil realización. Quienes se acerquen a sus integrantes, mientras éstos ocupan sus puestos de combate pacífico en el Capitolio, podrán observar que esgrimen pliegos de papeles cuidadosamente escritos y ordenados. Contienen proyectos de ley que exigen: 1) crear un robusto sistema de financiamiento público de campañas presidenciales; 2) restaurar el inciso de la Ley de Derechos de los Votantes que anularon los jueces republicanos de la Corte Suprema; 3) modernizar el padrón electoral del país; y 4) anular “Citizens United”, la nefasta decisión del Supremo que declaró “personas” a las corporaciones y les permitió invertir cantidades ilimitadas de dinero en las campañas electorales, corrompiendo así de raíz nuestro proceso político.
La toma del Capitolio fue precedida por una marcha de activistas procedentes de todos los estados de la Unión frente a la Campana de la Libertad en Filadelfia el pasado dos de abril. ¿Será efectivo este nuevo llamado a la acción? Imposible predecirlo. No cabe duda, sin embargo, de que el descontento popular que refleja y que busca canalizar es real y profundo. Recientemente, más de cinco millones de norteamericanos firmaron en la red un reclamo de la limpieza y transparencia de nuestro sistema electoral. Y otros activistas previamente habían promovido propuestas de ley con el mismo propósito en legislaturas estatales.
Durante años sectores ultraconservadores se han movido con destreza tras bastidores para limitar el voto de hispanos, afroamericanos, jóvenes y otros electores con inclinaciones liberales. Esos grupos de presión han logrado aprobar leyes estatales y procedimientos administrativos para suprimir votantes. Algunas exigen identificación con foto en los centros de votación. Otras purgan los padrones electorales de votantes que supuestamente no califican. Una tercera serie de medidas acorta los plazos para inscribir electores y para votar de manera anticipada. Y una cuarta penaliza a organizaciones cívicas por cada votante que inscriben en el padrón sin las debidas calificaciones. Democracy Spring procura dar respuesta a esas cuestionables maniobras que, bajo el pretexto de cuidar el proceso electoral, están privando a millones de norteamericanos de su derecho constitucional al voto.
Si Democracy Spring logra su objetivo de convertirse en un masivo movimiento cívico no violento, podría impulsar las reformas electorales que tanto necesita el país. Como mínimo, los votantes tendrían otra herramienta para distinguir entre los legisladores que reconocen la necesidad de estas reformas y los que las rechazan de plano por falta de visión o porque tienen inconfesables ataduras con intereses especiales. “Esperamos que este sea el comienzo del fin de la corrupción de nuestra democracia”, declara un activista del movimiento con el optimismo que ha hecho posible el nuevo clima a la izquierda del espectro político norteamericano. La otra cara de la moneda en esta era oscura de Donald Trump.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







