La estrategia de la campaña de Sanders: atacar al mensajero y no al mensaje

“Debemos estar juntos en noviembre para derrotar a aquellos que quieren eliminar la inmigración legal, someter a los inmigrantes a pruebas ideológicas y religiosas”.

Senador Bernie Sanders, candidato presidencial demócrata
Senador Bernie Sanders, candidato presidencial demócrata
Imagen Justin Sullivan/Getty Images


Durante los últimos meses, he sido testigo de algo infortunado en la campaña por la nominación demócrata: atacar al mensajero y no al mensaje. En particular, he visto la campaña del senador Sanders atacar a los partidarios de la secretaria Clinton cuando hemos presentado datos incómodos relacionados con la posición del senador Sanders sobre inmigración.

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Aunque el senador Sanders ha evolucionado en su interés por la inmigración y por nuestra comunidad, él no era alguien a quien yo considerara un aliado o, incluso, alguien particularmente interesado en asuntos de los inmigrantes o en nuestras leyes migratorias mientras trabajé con él en la Cámara de Representantes.

Mi posición es la siguiente, si alguien va a afirmar que es el candidato más progresista, debería también estar dispuesto a reconocer que no siempre ha sido del todo bueno en la amplia variedad de los asuntos migratorios. Pero cuando estos hechos han sido planteados este año durante el periodo de campaña por los partidarios de la secretaria Clinton —incluyéndome—, con frecuencia nos hemos encontrado con ataques ad hominem, dirigidos a quienes entregamos el mensaje y no dirigidos a enfrentar el problema.

En febrero, escribí un artículo de opinión sobre los preocupantes antecedentes de votación del senador Sanders sobre inmigración, en particular durante dos votaciones en la Cámara de Representantes. La primera fue una votación por un proyecto de ley en septiembre de 2006, el cual él apoyó, en el que se pedía la detención indefinida de ciertos inmigrantes, se ampliaba el uso de la “deportación expedita” para que los inmigrantes pudieran ser deportados sin pasar por el debido proceso, se restringía el control judicial de los procedimientos de deportación y le otorgaba discreción ilimitada al secretario de Seguridad Nacional para detener a cualquier persona en intervalos de seis meses, que podían repetirse indefinidamente. Era un año de elecciones y el entonces representante Sanders estaba postulándose al Senado y votó por esta medida.

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Eso fue lo que sucedió. Él voto por este proyecto de ley por encima de la oposición de todos los grupos legales y de inmigración que presentaron sus objeciones y sobre un claro entendimiento de las graves implicaciones que ésto tendría para los derechos humanos.

He leído nuevamente las acciones de alerta de MALDEF, LULAC, el Centro de Justicia Asiático Americano, la Asociación Americana de Abogados y el Alto Comisionado para Refugiados de la ONU —entre otros— quienes aclararon que éste no era otro proyecto de ley común y corriente, sino un cambio fundamental en el debido proceso y los derechos legales, especialmente para los refugiados vulnerables.

En referencia a la detención indefinida para inmigrantes, la ACLU afirmó que es “profundamente injusto. Las detenciones prolongadas obligan a que muchos inmigrantes, que están luchando contra los esfuerzos del gobierno de removerlos, tengan que elegir entre permanecer encerrados indefinidamente o renunciar a sus casos meritorios de inmigración”.

El actual codirector del caucus progresista de la Cámara de Representantes, Representante Raúl Grijalva (D-AZ), uno de los partidarios del Senador Sanders, votó en contra de la medida al igual que yo. El representante Grijalva y yo trabajamos duro para derrotar el proyecto de ley, consiguiendo apoyo entre otros demócratas, porque a ambos nos importa profundamente nuestro país, el estado de derecho y oponernos a los proyectos de ley que fueron impulsados durante el año de campaña por los republicanos. Éstos querían demostrar cuán fuertes son al no permitir que el debido proceso y las leyes de los Estados Unidos se interpusieran en el camino para deportar personas. Pero cuando señalé recientemente en un artículo de opinión que el representante Grijalva y yo estábamos indiscutiblemente en el lado correcto —y en el lado progresista— de ese voto, fui atacado por Sanders y sus partidarios por “ no ser sincero”.

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De manera similar, en 2006, el representante Sanders votó a favor de una enmienda de un proyecto de ley de consignaciones que buscaba prevenir que los fondos fueran usados para “proveer información a un gobierno extranjero relacionado con actividades de un grupo organizado determinado por el DHS-OIG-4”, lo cual era una forma complicada de decir que los republicanos se han convencido a sí mismos de que las patrullas fronterizas de los Estados Unidos estaban informando al gobierno mexicano cómo indicarles a posibles inmigrantes que evitaran a los milicianos (Minutemen), el grupo de vigilantes fronterizos voluntarios que estaba disfrutando de sus 15 minutos de fama en aquel entonces.

El patrocinador de la enmienda, Jack Kingston de Georgia, mencionó durante el debate: “Hay siete mil voluntarios en la organización de milicianos y estoy seguro de que, como en cualquier grupo de siete mil personas, puedes encontrar una o dos manzanas podridas… Lo que hace mi enmienda es simplemente decir que el gobierno de los Estados Unidos no puede dar aviso a los oficiales mexicanos sobre dónde se encuentran estos voluntarios”.

Llano, simple y totalmente ridículo. Desafortunadamente, es un viejo truco en el repertorio legislativo de los republicanos el exigir que los fondos no sean usados de una manera en la que —de hecho— no están siendo usados, con el fin de ganar algunos puntos con teóricos de conspiración durante un año electoral. Fue un truco de campaña, pero el representante Sanders votó por el mismo. LULAC, NCLR, el Comité Judío Americano, la Iglesia Presbiteriana y la Iglesia Unida Metodista presionaron en contra de esta medida y la mayoría de los demócratas votaron en su contra.

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Estos dos votos nos deben recordar lecciones importantes relacionadas con propuestas procedentes del lado republicano. Los acercamientos al control migratorio de talante severo, de mano dura, que solo buscan el cumplimiento de la ley por la fuerza, nunca han funcionado. Han sido diseñados para que los republicanos luzcan fuertes y para hacer que cualquiera que vote en su contra parezca débil o falto de sinceridad al oponerse a la inmigración ilegal. Pero nunca han sido exitosos como políticas públicas e incluso menos exitosos como trucos políticos, a pesar de su persistencia en la actualidad. Apoyar a los milicianos en ese entonces no era un medio efectivo de controlar la inmigración.

Desde entonces, los demócratas —y, por un momento, muchos republicanos— se unieron en un acercamiento más sensato que combina el cumplimiento de las leyes con posibilidades legales para la inmigración y mecanismos de legalización para que las personas pudieran solicitar permanecer en el país, poder trabajar y levantar a sus familias. El senador Ted Kennedy y yo lideramos este acercamiento desde el ala demócrata y, nuevamente, el senador Sanders fue un adepto tardío en la votación para apoyar una reforma migratoria comprensiva que llevaría nuestro sistema migratorio nuevamente a una base legal.

En 2007 se estaba abriendo camino en el Senado una propuesta comprensiva y estaba siendo conducida por el presidente Bush y el senador Jon Kyl de Arizona. Estaba a punto de debatirse completamente, pero no se logró alcanzar la clausura del debate dado que la mayoría de los republicanos y un puñado de demócratas no apoyaron el voto procesal. El senador Sanders se enorgulleció de haber votado en contra de la medida y, hasta la fecha, sigue defendiendo su voto.

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Incluso fue al Show de Lou Dobbs en CNN, el medio de comunicación antiinmigración más destacado en el país en aquel entonces, para declarar su apoyo a la protección de los trabajadores estadounidenses de la inmigración legal con el encabezado “La lucha por la Amnistía: La amenaza para el sueldo de la clase media”, texto que cubría toda la pantalla. Cuando Dobbs sugirió que “los intereses de grupos socioetnocéntricos quienes realmente tenían muy poca consideración por las tradiciones y valores de este país…” estaban detrás de la batalla por la llamada “amnistía”, Sanders expresó su optimismo de que los intereses especiales iban a ser derrotados en Washington por el pueblo estadounidense.

Nuestro león en inmigración, Ted Kennedy y nuestro compañero, el senador Patrick Leahy apoyaron la medida. Un contingente de demócratas en la Cámara de Representantes se acercó al Senado para pedirles a los senadores indecisos que permitieran que el debate avanzara. Con el control de la Cámara de Representantes, los demócratas estaban preparados para aprobar un proyecto de ley mucho mejor elaborado que el planeado en gran medida por el senador Kyl y el presidente Bush.

Los demócratas en la Cámara de Representantes que lideraron las causas proinmigrantes y prorreforma —John Conyers, Zoe Lofgren, Lucille Roybal-Allard, Howard Berman y yo, entre otros— estábamos comprometidos con proteger los derechos, sueldos y la seguridad de los hombres y mujeres trabajadores, sin importar si eran inmigrantes o nativos.

Nuestro mantra era: logremos la aprobación y luego podremos arreglarla en la Cámara de Representantes. Pero el senador Sanders votó con la facción liderada por el senador Jeff Sessions para eliminar la medida. Otros senadores, incluyendo el presidente Obama, la secretaria Clinton, el senador Durbin y el senador Menéndez, votaron para que la medida pudiera mantenerse viva hasta que se pudieran lograr mejoras en la Cámara de Representantes; pero la medida —y la reforma migratoria de casi una década— murieron ese día en junio de 2007.

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Hubiese podido prevenir millones de deportaciones. Y debido a que la gente no podía venir con visas como parte de un sistema legal eficiente y funcional, continuaron llegando con traficantes, siendo sujetos de explotación, abuso, agresiones y extorsiones. Los empleados siguieron abusando de la gente trabajadora —hombres y mujeres nacidos aquí y nacidos en otros lugares— porque nuestro sistema migratorio les permite a los empleadores acceder a un mercado gris de incumplimiento de la ley. Lo que pudo haber sido un momento crucial —para los inmigrantes, la protección de los derechos de los trabajadores para toda la gente trabajadora, para los debilitados derechos laborales, un momento de transformación para la política estadounidense y la batalla final de Ted Kennedy— se desvaneció a causa de una mayoría republicana y bastantes demócratas eligieron eliminar la reforma.

Demócratas y republicanos debieron haber estado conscientes en su momento y una década después aún estamos luchando para lograr que los opositores republicanos de la inmigración legal y el estatus legal, permitan gobernar a la mayoría. La fuerza laboral, los negocios, los progresistas, los libertarios, los moderados, los conservadores, los evangélicos, los católicos, los musulmanes, los judíos —casi todos los inmigrantes o los descendientes de inmigrantes en la sociedad— están básicamente unidos ahora.

Por un margen de tres a uno, la inmigración legal combinada con una manera de conseguir un estatus legal y un sensato cumplimiento de la ley son la posición de consenso en los Estados Unidos y una posición compartida por todos los candidatos demócratas. Pero no debemos pasar por alto lo que hemos avanzado en la pasada década. Varios de nosotros hemos luchado duro —dentro y fuera de Washington— para forjar un frente unido dentro de los Demócratas y aliados clave en apoyo a la inmigración como un componente importante en la sociedad estadounidense y para el éxito económico.

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Debemos estar juntos en noviembre para derrotar a aquellos que quieren eliminar la inmigración legal, someter a los inmigrantes a pruebas ideológicas y religiosas así como deportar a los miembros de millones de familias estadounidenses, de manera que no tengamos que revisar o negar la historia tormentosa de nuestro partido en cuanto a asuntos migratorios. Tampoco debemos atacar a las personas que simplemente se interesan acerca de nuestro pasado, lo que hemos hecho para superarlo y hacia dónde nos dirigimos en asuntos migratorios en el Partido Demócrata y en toda la nación.

En noviembre, vamos a necesitar que los íconos de los derechos civiles como John Lewis y Dolores Huerta, apoyen al nominado del partido y a una honesta y positiva campaña que busque hacer honor a la verdad; una que no tolerará más ningún ataque personal hacia los partidarios en la campaña Demócrata de 2016.

Como lo mencionó recientemente una de las partidarias del senador Sanders, la actriz Rosario Dawson “presenta tus hechos, rastrea récords y planes, avanza honesta y abiertamente, debate, llama la atención sobre las discrepancias, explica y educa, luego permite que el pueblo estadounidense decida…”. Aquellos que apoyamos a la secretaria Clinton no esperamos más ni menos.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.