Al Título 42 le quedan semanas de vida. Esa es la regla que, desde la presidencia de Donald Trump en 2020, invoca el gobierno federal para expulsar rápido a migrantes detenidos en la frontera debido a la emergencia sanitaria creada por la pandemia. A principios de marzo, el gobierno de Joe Biden dejó de aplicársela a menores no acompañados que llegan a la frontera. Y el 23 de mayo dejará de usarla contra todos los migrantes. Esa decisión ha de reflejar la mezcla de humanismo y prudencia que Biden prometió cuando aspiraba a la Casa Blanca, la cual ha guiado otras de sus iniciativas migratorias.
El país necesita un plan migratorio sensato después de que termine el Título 42
"La persistencia de viejas dictaduras, el auge de autocracias nuevas, la guerra imperialista de Putin en Ucrania y la crisis económica derivada de la pandemia garantizan que habrá un éxodo constante de personas. Muchas tratarán de venir a Estados Unidos ya sea a través de México, por el Estrecho de la Florida o por otras vías. Republicanos y demócratas comprensiblemente expresan su inquietud y exhortan a tomar medidas prudentes".


Desde que comenzó a aplicarse, el Título 42 ha sido controversial. Activistas proinmigrantes denuncian que Trump primero y Biden después lo han empleado como pretexto para expulsar del país a recién llegados a la frontera sin darles la debida oportunidad de solicitar asilo o amparo. Dos millones han ido a parar a lugares de alto riesgo en México y Haití debido a esta política. Por eso, en cuanto mejoró el problema del coronavirus en Estados Unidos, activistas y legisladores demócratas le exigieron al gobierno su pronta eliminación. La llegada a la frontera con México de centenares de refugiados de la guerra de Ucrania ha sido el puntillazo final. Se ha hecho imperativo buscar formas de acogerles sin demasiadas trabas ni demoras.
La suspensión inminente del Título 42 probablemente estimulará el ingreso de más migrantes por las fronteras, especialmente la del sur con México. Muchas personas acampadas allí ya han manifestado su deseo de cruzar hacia Estados Unidos tan pronto se anuncie la decisión. Esto podría conducir a otra estampida, o a la percepción de otra estampida, de migrantes a través de la frontera. Seguramente aumentaría la presión sobre los agentes de la patrulla fronteriza y la oficina de inmigración encargados de recibir y tramitar a los recién llegados. Y causaría la típica reacción negativa de un amplio sector de la población estadounidense, especialmente la de residentes de la frontera misma. Todo esto en un año electoral en el que muchos candidatos recurrirán a la política del miedo para buscar votos y en el que los demócratas se juegan su frágil mayoría en el Congreso.
El tiempo apremia. Pero no es demasiado tarde para planear con sensatez el cambio de política sanitaria. Una medida significativa sería amentar cuanto antes la cantidad de agentes de inmigración y personal médico encargados de recibir a los migrantes en las fronteras. Lo mismo va con los jueces de inmigración que deberán escuchar sus solicitudes de amparo. El gobierno debería cerciorarse, además, de que dispone de los albergues que necesita para mantener a los recién llegados en las condiciones humanitarias que se merecen, incluyendo el imprescindible servicio médico.
Un plan sensato de acogida tampoco puede ignorar la prudencia hacia los residentes de Estados Unidos. Las autoridades federales deben registrar a los recién llegados, evitar que entre ellos se filtren personas con historial delictivo serio y trazar un plan de distribución migratoria que impida el sobrecargo excesivo en ciertas comunidades. Durante las elecciones de 2020, se hizo evidente que algunos estados, como Indiana, necesitaban con urgencia mano de obra extranjera para fortalecer sus economías. La ampliación del mercado laboral ha hecho aún más apremiante esta necesidad. Un opotuno plan de relocalización de migrantes, como los que se han utilizado en el pasado, podría ser parte de una respuesta federal responsable.
La persistencia de viejas dictaduras, el auge de autocracias nuevas, la guerra imperialista de Putin en Ucrania y la crisis económica derivada de la pandemia garantizan que habrá un éxodo constante de personas. Muchas tratarán de venir a Estados Unidos ya sea a través de México, por el Estrecho de la Florida o por otras vías. Republicanos y demócratas comprensiblemente expresan su inquietud y exhortan a tomar medidas prudentes.
“Me preocupa”, dice Mark Kelly, senador demócrata de Arizona, “que no haya un plan suficiente para abordar el fuerte aumento en los cruces fronterizos que podría resultar” de la eliminación del Título 42. Su colega republicano, John Cronyn, advierte que sin el plan adecuado “la patrulla fronteriza simplemente perderá el control de nuestra frontera”. Tres estados gobernados por republicanos demandaron este lunes al gobierno para que no suspenda la regla.
Esta inquietud compartida debería servir de base para responder con un programa de acción bipartidista, compasivo y juicioso, que vean con buenos ojos tanto los migrantes que aspiran a venir como la mayoría de los estadounidenses.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







