Cinco hipótesis para descifrar a Juan Gabriel

“Juan Gabriel es una marca en sí misma, en el posicionamiento exclusivo en el mercado del consumo”.

El cantautor Juan Gabriel durante su presentación en los premios Ritmo Latino, en 2001 (archivo)
El cantautor Juan Gabriel durante su presentación en los premios Ritmo Latino, en 2001 (archivo)
Imagen Lucy Nicholson/AFP/Getty Images

Fallece de manera inesperada uno de los cantautores más emblemáticos de la música vernácula mexicana. Es frecuente que el mundo del espectáculo ensalce y con facilidad regale vítores y loas a cantantes, pero el caso de Alberto Aguilera Valadés (nombre real del cantante) es distinto porque, a reserva de discutirlo, no resultaría del todo descabellado poner a Juan Gabriel al lado de Guty Cárdenas, Agustín Lara o Armando Manzanero.

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De las oleadas que por minuto inundan la web, con nueva información del cantautor, proponemos a bote pronto cinco ejes de discusión para deconstruir, a quien más que solo cantante, a la manera de los grandes iconos de la cultura popular es una referencia en sí misma.

Un primer elemento que en sí mismo podría explicar el fenómeno Juan Gabriel es que el cantaautor logró realizar síntesis, mestizajes y cruces en gustos, públicos y espacios que casi nadie en la historia musical mexicana ha realizado. La manera de atravesar el gusto de forma transclasista, y que hizo posible sus presentaciones en los más diversos escenarios, como el emblemático Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México —tradicionalmente reservado para los espectáculos más exclusivos y de considerado valor estético— que Juan Gabriel pisó al menos en dos ocasiones (y del que por cierto en la primera, el conocido escritor Carlos Monsiváis escribiera el programa de mano, en 1990), pero también palenques y recintos religiosos, hasta los principales foros de espectáculos que hay en México: “El Patio”, “Auditorio Nacional”, etc.

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Por la familia, todo: Ruben Gallego sobre su candidatura para ser el primer senador latino de Arizona
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Pero no solo eso —segundo punto—, como bien lo resumió el Presidente de los Estados Unidos, Juan Gabriel desarrolló la habilidad de hacer sentir a los mexicanos que viven en EEUU, en su casa. Me permito para ello una rápida anécdota personal:

A finales de los noventa pasé unos meses en Chicago. Entre muchas personas conocí a una familia de mexicanos con varias décadas en esta ciudad. En algunas de las variadas conversaciones sobre cultura mexicana salió Juan Gabriel. Ignorante, y quizá un poco petulante —venía de terminar mis estudios doctorales en Europa—, quise mostrar distancia de quien sabía era una referencia fundamental, pero que no seguía. Ahí mismo, en el curso de dos horas de oír las más distintas grabaciones del cantaautor, tuve que pedir perdón, y si bien no ingresé a las filas de los clubs de fans, supe ver en Alberto Aguilera un punto-y-aparte de la música vernácula y regional. En aquella sesión pasaron no solo las conocidas letras de amor, desdén y tristeza amorosa, sino denuncias contra el abuso de la border patrol, cantos a los mexicano-estadounidenses, alusiones a un nacionalismo desde esa voz aparentemente tan antiépica pero con un particular “grano de la voz” —si se me permite adaptar el término de Roland Barthes— que no solo la hacía creíble y convincente sino honda y sentida, como corresponde a la expresión lírica. Así quedé, por decir lo menos, boquiabierto ante la retahíla de canciones y anécdotas que la familia Alanis me obsequió aquel otoño en un suburbio de The Windy City.

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Uno de los aspectos —tercer punto— que pueden tratarse de una manera más superficial corresponde a ese intersticio de las identidades sexuales, dentro del confesado y no confesado mundo gay, frontera del hacer público en la cual a Juan Gabriel le gustaba moverse y desde ahí provocar o azuzar a la opinión pública, o a periodistas insidiosos que frecuentemente querían buscar pruebas de su pretendida opción sexual. Más que “nota de chisme” queremos subrayar las implicaciones de la sensibilidad única que lleva a la cancionística de Juan Gabriel a recorrer la experiencia afectiva de manera original y única, con diversidad y complejidad, que le ayuda a moverse en la complejísima experiencia del querer, el dolor, el amor a los amigos, a la madre, o al terruño de donde uno viene.

Juan Gabriel —cuarto punto— es en sí mismo una trayectoria digna de la mejor melodramatización, con todos los componente dramáticos del género y esa lista de peripecias que permiten que un muchacho que perdió a su padre en el mundo rural del occidente mexicano, viva una infancia difícil en una ciudad fronteriza y a partir de su adolescencia, sin importar qué obstáculo, escale una de las cimas más brillantes de la composición musical. No en balde siendo todavía él muy joven (‘El Noa-Noa’, 1981; ‘Es mi vida’, 1982) —el actor tiene entonces 32 años— estelariza algunos aspectos donde el mito sigue escribiendo y genera el estilo de actores y cantantes muy populares con la narrativa de su propia vida anclada en el “empezó desde abajo”. Si bien esto no explica por sí solo su enorme arraigo popular, le da una especie de fundamento existencial a quien antes de ser Juan Gabriel era ya una persona victima de la marginación, la corrupción y el abuso.

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Last but not least, un aspecto poco mencionado y que ya refiere al tipo de personalidad musical de Aguilera. Durante algunas décadas, la empresa Televisa generó un modelo de relación con sus artistas muy particular que, por una parte, los lanzaba al estrellato y se convertía en la principal (y casi única) plataforma para cualquier cantante que quisiera desarrollar su carrera con mediano éxito. Juan Gabriel supo generar su propia trayectoria y sobrevivir al veto de la empresa, al querer ser la única dueña de su carrera. Esto refiere ya la originalidad no solo en otros aspectos que mencionamos de nuestro numeral, sino el conocimiento de la autosuficiencia en materia de industria de la música.

Así —para decirlo en términos de marketing— Juan Gabriel es una marca en sí misma, en el posicionamiento exclusivo en el mercado del consumo —que tiene la habilidad de abrirse por sí mismo sus canales y medios—, y por encima de los intermediarios dominantes, generó su propio éxito. Juan Gabriel es único por estas (y muchas otras razones). Es el logro de un tipo de presencia y sin duda, a partir de ahora, de una narrativa en torno a la leyenda que su nombre, su vida y sus canciones van a concitar.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.