En la campaña electoral de Estados Unidos han abundado, más que en otros años, los reclamos de unos candidatos a otros por el comportamiento de sus seguidores.
Campañas y redes
‘Quizás todos los candidatos incurren en excesos, pero unos más que otros. Tal vez porque llevan más tiempo como candidatos, tienen más seguidores fanatizados o se desentienden del asunto’.


Los adversarios de Donald Trump denuncian con toda razón los gestos, las palabras y los excesos hasta físicos de personeros de su campaña; los partidarios de Clinton, e incluso la propia Hillary, vituperan contra las “mentiras” de Bernie Sanders, y los simpatizantes de éste último, más jóvenes y radicales que otros, interpelan a Clinton con frecuencia, reprochándole desde sus fuentes de financiamiento hasta las aventuras de su marido.
La mayoría de los reclamos se refieren, lógicamente, tratándose de plena campaña, a lo que sucede en los medios y en los mítines, y no tanto en las redes sociales. La discusión se ha abierto sobre la responsabilidad de los candidatos ante los abusos, los insultos, los epítetos e incluso los actos físicos de sus adeptos.
Se tiende a responsabilizar, por ejemplo, al discurso violento de Trump, por las agresiones violentas de sus seguidores. Con algo de razón.
En México, sin embargo, el tema es más complicado, ya que no nos encontramos todavía explícitamente en período electoral y por tanto los excesos no se producen en esos ámbitos. Se dan en las redes sociales.
Quizás todos los candidatos incurren en dichos excesos, pero unos más que otros. Tal vez porque llevan más tiempo como candidatos, o porque tienen más seguidores fanatizados, o porque se desentienden del asunto. Me refiero por supuesto a Andres Manuel Lopez Obrador (AMLO).
No todos sus partidarios se identifican en Twitter o Facebook como tales. Pero son reconocibles, y su lenguaje en las redes estaría prohibido en varios países europeos, donde el exorcismo del discurso del odio debido a la Segunda Guerra se impone sobre el imperativo norteamericano de la Primera enmienda a propósito de la libertad de expresión.
La pregunta: ¿Lopez Obrador es responsable de la violencia verbal, escrita y electrónica de sus seguidores?
El discurso al que me refiero es, en ocasiones y para empezar, antisemita, injurioso, descalificativo, homofóbico, personal y con claros tintes autoritarios. Pero, más allá de sus aspectos desagradables —nadie se ha muerto de eso— revela un pensamiento muy peculiar: de enorme resentimiento social, de descalificación de una parte minoritaria pero significativa de la sociedad mexicana, de odio de clase, y de llamados tácitos o explícitos a una especie de conflagración.
Nadie puede negar que Lopez Obrador y sus seguidores tienen todo el derecho a desplegar ese discurso incendiario y de polarización. La interrogante es si AMLO lo avala, lo repudia, o se hace el desentendido, como en tantas otras cosas.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.







