“Tuve los 30 días más difíciles de mi vida y lo que más extrañé fue el cariño de mis padres”, dijo Mario Escobar (*), un adolescente guatemalteco de 17 años quien, debido a las condiciones sociales y económicas de Guatemala, decidió emprender un peligroso viaje hacia los Estados Unidos en búsqueda del sueño americano. Mario comenzó su travesía el pasado 12 de marzo, y en el camino conoció a Josué Morales de 14 años, quien, coincidentemente, también es originario del mismo pueblo que él.
Estos esfuerzos ayudan a que menores deportados se reintegren en Guatemala: "Buscaré la forma de salir adelante"
Cerca de 2,500 menores de edad que han sido retornados a Guatemala desde Estados Unidos en lo que va del año, según cifras oficiales. Esfuerzos en este país centroamericano les ayudan a reintegrarse y aliviar el trauma que les puede haber dejado su trayecto hasta la frontera estadounidense.

Ambos nacieron en el departamento de Jalapa, ubicado al Sur Oriente de Guatemala. Más del 80% de los residentes aquí, viven en condiciones de extrema pobreza y con menos de 1.90 dólares al día, según los Índices de Pobreza y Desigualdad del Instituto Nacional de Estadística (INE). “Sin tener dinero, uno no puede hacer nada”, cuenta Josué.
“Al principio el viaje no me daba miedo porque llevaba muchas metas que me daban fuerzas”, recuerda Mario.
Durante el trayecto hacia los Estados Unidos “yo solo tenía en mente a mi padre, a mi madre y la pobreza que tenemos aquí en Guatemala”.
Un mes exacto después, el 12 de abril de este año, ambos fueron retornados a su país natal en un vuelo proveniente de Harlingten, Texas, y pasaron de soñar con una nueva a vida, a ser parte de los 32,395 migrantes guatemaltecos que han sido retornados en lo que va del 2022, esto según datos del Instituto Guatemalteco de Migración.

“Teníamos muchas horas sin comer y aguantamos hambre, sed y bastante calor durante el camino”, dice Josué al finalmente disfrutar de un buen plato de comida; un sándwich, papas y agua gaseosa.
Sin embargo, hay otra estadística que resalta por sobre todas, y es que tanto Mario como Josué también forman parte de los cerca de 2,500 menores de edad que han sido capturados y retornados a Guatemala desde Estados Unidos.
Conocidos como la Niñez No Acompañada (NNA), menores como estos adolescentes, toman la decisión de dejar atrás sus comunidades, motivados por la pobreza y el poco acceso a oportunidades educativas y laborales, prefieren enfrentar una serie de peligros que los ponen en riesgo, incluso, sus propias vidas.
72 horas clave de recuperación física y emocional
“Los migrantes centroamericanos que transitan irregularmente hacia la frontera entre México y Estados Unidos se enfrentan a un conjunto de condiciones que los exponen a secuestros, violencia sexual, tortura, robo y sobornos por parte de una multitud de malos actores”, explica Ariel G. Ruiz Soto, analista de políticas del Migration Policy Institute, un centro de investigación en Washington, DC. Los traficantes y, más recientemente, los narcotraficantes suelen ser los principales autores de estos abusos, detalla el especialista.
Si bien estos riesgos son los mismos para todas las personas que recorren México en busca de la frontera con los Estados Unidos, siguen siendo los menores los más vulnerables.
“Se ven expuestos a muchas estructuras criminales de trata de personas, hasta venta de órganos, organizaciones criminales muy fuertes y donde ellos pueden llegar a ser víctimas”, mencionó Francisco Molina, Director de la Secretaría de Bienestar Social de Guatemala, una entidad gubernamental encargada de administrar albergues para migrantes retornados al país centroamericano.

Ante esta situación, una vez un NNA es capturado y deportado de vuelta a Guatemala, es importante que se realicen una serie de acciones dirigidas a proteger su integridad física y emocional, debido a que “al final, ellos son retornados a nuestros países, y ya cuando ellos son expuestos a esas situaciones, es muy difícil sanar esas heridas que pudieron ser causadas por esas estructuras criminales”, añadió el Director Molina.
Stuard Rodríguez, Director General del Instituto Guatemalteco de Migración, explica que es primordial “demostrarle a los migrantes de que primero Guatemala los recibe con los brazos abiertos, segundo que estamos preparados con servicios para brindarles la mejor atención, y tercero que no miren su retorno como un fracaso porque tenemos muchas oportunidades que ofrecerles”.
En los albergues, distribuidos en diferentes partes del país, el primer objetivo, una vez recibidos los menores, es determinar el estado físico y mental en el cual regresan a suelo guatemalteco. Los encargados de ello son los 'Operadores de Protección Infantil' conocidos por OPIs, quienes detectan si el comportamiento de alguno de estos menores requiere mayor atención, y así evitar un daño para sí mismo y el resto de menores retornados.
Una vez llegan al albergue, como la Casa Nuestras Raíces, situado en el departamento de Quetzaltenango, en la región occidental del país, una de las estrategias diseñadas para la reintegración de los menores retornados, es el contacto con los sabores y aromas tradicionales guatemaltecos.
“Tratamos de darles comida que les dé la bienvenida. Nosotros somos su raíz, por eso nos llamamos 'Nuestras Raíces'", cuenta María López, Directora del albergue. Aquí, los especialistas procuran que cuando estos menores entren, “sientan ese olor a pepitoria, de chiles asados, el tomate, todo eso que han vivido en sus comunidades, (que) lo vuelven a sentir; es como un regreso a sus casas”.
Estas estrategias, son producto de un trabajo interinstitucional que incluyen al Ministerio de Salud, el Ministerio de Educación, la Secretaría de Seguridad Social, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID, por sus siglas en inglés). “Estos niños no vienen aquí a sentirse desolados o acaparados por un estafador. Al contrario, les ofrecemos apoyo y alternativas para que su experiencia sea menos traumática”, dice el Director Rodríguez.

Una semilla que los hace sentirse en casa
“Los programas más eficaces se centran en ayudarles (a los migrantes retornados) a canalizar sus ideales e intereses en oportunidades creativas que les permitan tener un sentimiento de esperanza en sus países de origen”, explica el especialista Ruiz Soto.
En ese sentido, luego de su primera noche de vuelta a Guatemala, las niñas, niños y adolescentes que aún no han sido reclamados por sus padres o guardianes, forman parte de una serie de actividades que les ayuda a reconectar con sus raíces guatemaltecas y a empezar a dejar atrás el estrés y los traumas vividos hasta ese momento. “Es algo psicosocial. Ellos juegan, responden, aplauden y se van soltando. Ya no sienten que están encerrados; saben que es el último paso para llegar a su comunidad y estar con sus familias”, explica la Directora López.
Para ello, desde 2021, en los albergues ubicados en la Ciudad de Guatemala y en Quetzaltenango, se monta un pequeño espectáculo a cargo del colectivo teatral 'Me quito el sombrero', en el que la protagonista es una semilla, Pepita, basado en la tradición maya del E Q’anil, un día incluido en el calendario maya en el que se pide por las buenas siembras y las buenas cosechas.
“Lo que buscamos con este significado es recordar las raíces y que dentro de ellos hay una pepita que puede florecer, que tiene potencial de un bosque entero que necesita las condiciones necesarias para poder florecer”, dice Solele Jije, una de las artistas a cargo de este montaje. Al mismo tiempo, añade, que se busca recuperar e incentivar su amor por el lugar de donde vienen, por su vestimenta y el idioma maya que hablan.
A través de este tipo de actividades “rompemos esa burbuja, en la que ellos vienen absorbidos de todo lo que han visto, sentido y vivido. En ese momento vuelve otra vez esa inocencia, esa niñez, esa adolescencia. Eso es lo que queremos recordarles, que tienen mucho potencial”, comparte Jije.
Durante estas 72 horas que dura este programa de reinserción, además de ayudarles a reunirse con sus familiares, el programa busca también enseñar derechos humanos básicos que los menores tienen. Esto no solo para que aprendan a defenderlos, sino también para saber si alguna vez fueron vulnerados, haya sido durante su travesía en busca del 'sueño americano' o en sus hogares.

Estos esfuerzos, sin embargo, no impiden que algunos de ellos mantengan su anhelo por abandonar Guatemala en busca de oportunidades laborales y económicas en Estados Unidos. Según la directora López, se estima que existe hasta un 15% de reincidencia en NNA que regresan a los albergues, luego de ser deportados nuevamente en su camino hacia suelo estadounidense.
Para algunos, como Mario y Josué, la experiencia vivida fue suficiente para desistir de una nueva travesía, e intentar poder desarrollarse en Guatemala, en busca de sus sueños y anhelos. “Después de este viaje me di cuenta de que en mi país estoy mejor y buscaré la forma de salir adelante”, reconoce Mario. Mientras él comparte que lo que más le ilusiona es volver a su casa, pasar tiempo con su familia e inscribirse en la escuela, Josúe dice que desea “muchas cosas ahora que estoy en Guatemala. Pero lo que más deseo con todo corazón es seguir mi sueño de convertirme en músico”.
(*) El nombre de los personajes principales fue cambiado por motivos de confidencialidad y protección de menores.
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