Se acostumbraron ruido de las bombas que no los alcanzaron y se libraron de no ser reclutados por alguno de los grupos en conflicto. Tuvieron que resistir ciudades asediadas, sin agua potable o comida y finalmente huyeron a refugios donde son castigados por el frío. Son las historias de los niños sirios, que según UNICEF pasaron en 2016 el peor año de la guerra.