Paola acaba de cruzar la frontera con su hija de dos años. Es parte de una nueva oleada de indocumentados centroamericanos que llegan a Estados Unidos con la esperanza de evitar la deportación y obtener asilo. Le queda un último viaje por hacer: más de 30 horas en autobús para llegar a Florida. Allí la espera su padre, al que no ve desde hace un año.