El espacio verde resulta vital para las ciudades: las vuelve más bonitas, reduce el crimen y brinda un lugar donde los estresados residentes urbanos pueden sentarse, mirar los árboles y respirar.
Una granja flotante navegará por Nueva York este verano
La gente podrá visitarla y obtener frutas y verduras de manera gratuita.


Y en algunos lugares, el espacio verde hasta alimenta a la gente. El Beacon Food Forest de Seattle ocupa unos siete acres en el sur de esta ciudad del noreste de Estados Unidos. Voluntarios cultivan en sus surcos de árboles y arbustos y cualquier persona de la comunidad puede cosechar frutas y verduras cuando quiera. Desde que se estableció en 2012 se ha vuelto “increíblemente abundante” reportó Grist. Es local, sustentable y benéfico: un ejemplo del consumo colaborativo en su máximo nivel. Lotes parecidos de la silvicultura urbana de comestibles han surgido en ciudades como Filadelfia, Baltimore y Los Ángeles.
Y ahora una granja flotante llegará a Nueva York este verano, pero se verá un poco diferente.
Swale se inaugurará en junio y será —según su sitio web— un “proyecto alimenticio colaborativo flotante”. Se tratará de una especie de bosque situado en una barcaza de 80 por 30 pies. Navegará las vías acuáticas de Nueva York y atracará en varios puntos de la costa para permitir que la gente lo embarque para cosechar arándanos desde sus arbustos, acelgas y otras frutas y verduras frescas.

La razón por la que no se puede establecer en tierra, según explica su promotor —la artista Mary Mattingly— es una ley que data de un siglo atrás que prohíbe cosechar o buscar comida en tierras públicas. “La ley data de los fines del siglo XIX cuando se estaba estableciendo cierto modelo de belleza”, dice Mattingly. Después del establecimiento de parques en la ciudad —el Central Park en 1857 y Prospect Park 10 años después— los urbanizadores querían mantener un sentido de orden y les preocupaba que permitir la búsqueda de comida destruiría paisajes que estaban perfectos en los demás aspectos.
Sin embargo, poco a poco lo que consideramos como un espacio público ideal ha evolucionado de lo decorativo a lo productivo. Según Mattingly, el propósito de Swale es ser un espacio operativo que, si bien no está físicamente dentro de la ciudad, por lo menos está conectado con la misma. “Queríamos demostrar que alimentos saludables y frescos pueden ser un servicio público gratis y no sólo un producto caro, además de ser algo que una ciudad puede suministrar con poco esfuerzo y labor”, dice.
Según explica Mattingly, el concepto de Swale surgió de un proyecto que ella empezó en 2009 llamado Waterpod. Ella y otras cuatro personas vivieron durante seis meses en un ecosistema flotante autosuficiente que también navegó las vías acuáticas de Nueva York. “Quería demostrar que es posible existir de una forma que es independiente de la cadena de suministro global”, dice Mattingly. Ella y sus co-residentes cultivaron su propia comida abordo, utilizaron energía solar y aprovecharon huevos de gallinas que tenían en la barca.
De vez en cuando Waterpod atracaba en Concrete Plant Park en El Bronx, un parque cultivado por la agrupación Youth Ministries for Peace and Justice, el que a su vez alentó a Mattingly a considerar el uso de plantas perennes en lugar de otras que tenía a bordo de Waterpod. “Estábamos pasando casi todo nuestro tiemp trabajando en los cultivos a bordo”, dice. Dado que las plantas perennes no necesitan ser sembradas todos los años, reducen la necesidad de trabajo constante.
Mattingly se comunicó con Casey Tang, un artista y permaculturista que diseñó la barcaza que luego se convertiría en Swale. Si bien Waterpod era un experimento en cuanto a la independencia, la meta de Swale “se convirtió en determinar cómo ser dependiente de la interdependencia”, dice. Contactó a una red amplia de miembros de la comunidad, artistas, ingenieros y estudiantes locales para obtener sus aportes y ayuda, los cuales seguirán siendo vitales para el proyecto a medida que sigue avanzando.
El éxito de iniciativas de silvicultura alimenticia en todo el país —como por ejemplo el Beacon Good Forest— convenció a Mattingly de que su entusiasmo para sistemas de suministro basado en las comunidades era lo suficientemente fuerte para respaldar a su enfoque poco convencional en Nueva York. Desde se corrió la voz sobre Swale, la artista Karla Singer-Stein ha estado colaborando con viveros en Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut para cultivar plantas de semillero para la barcaza. Y más personas le han escrito personalmente a Mattingly por correo electrónico con la esperanza de formar parte del proyecto.
Swale surgió para abordar las preocupaciones contemporáneas sobre la escasez de alimentos la sustentabilidad ante una restricción antigua. Mattingly espera que los beneficios del proyecto eventualmente harán que las autoridades neoyorquinas reconsideren la ley. Pero también piensa que ya es hora que pensemos en serio sobre cómo las ciudades pueden aprovechar al máximo sus vías acuáticas. “Pienso que mientras más personas estén en el agua, más esto nos puede proteger”, dice. “Estoy abogando por considerar estos espacios de otra forma, en formas que podrían proveer los alimentos que las ciudades necesitan”.
Este artículo originalmente fue publicado en inglés en CityLab.Com.









