Este artista mexicano está pintando de amarillo las calles de su ciudad

Lo puedes ver caminando por los vecindarios en las periferias de la Ciudad de México: un hombre vestido en uniforme azul y amarillo, cargando una escalera en la mano derecha y varios signos de color amarillo en la izquierda.
“Inicia museo al aire libre”, dice uno.
“Espacio de libre albedrío”, dice otro.
“Retorno al nomadismo”, “Ir del tingo al tango”, “Transitar sin lugar a dudas”.
Caminando por las calles en Atizapán de Zaragoza, Estado de México, justo afuera de la capital mexicana, estos letreros adornan postes por todas partes. Recuerdan los típicos letreros oficiales de una ciudad, especialmente los que guían a los autos. Pero éstos, dicen su creador Rodrigo Olvera, sirven para hablar a los peatones.
“Apalabrar la Ciudad es una serie de doce letreros peatonales, a partir de que en la ciudad existe poca señalética para el peatón”, dice él. “Quiero generar en los que van caminando una percepción distinta, una percepción más lúdica de su ciudad y de las calles que están caminando”.
Este proyecto es parte de una instalación artística más grande llamada Amarillo Público, también iniciada por Olvera. Es lo que él describe como “arte público al servicio del espacio urbano”.
“Este proyecto se trata de hacer intervenciones de color amarillo en la ciudad y en el espacio público”, dice Olvera. “Utilizo el color amarillo porque considero que las ciudades contemporáneas se rigen bajo un sistema de signos y símbolos, en donde el color amarillo es un símbolo que le da sentido al caos de la ciudad. Sirve para prevenir, delimitar, guiar, y dar precaución. Y me interesa que el color amarillo también puede tener un sentido más lúdico, más creativo dentro de la ciudad”.
A Olvera le interesa mimetizar los procesos de servicio y trabajo en la ciudad, a partir de su servicio artístico. Parte del proyecto son sus intervenciones amarillas, pero otra parte es lo que él llama la deriva, o el “performance”, cuando sale a pintar o a subir sus letreros: se viste en un uniforme que se mimetiza con las personas que dan servicios en la calle, barriendo, por ejemplo, o cortando césped. “De la misma forma me gusta brindar un servicio artístico a la calle”, dice él.
El proyecto comenzó en 2011, cuando Olvera estaba en su tercer semestre de escuela en La Esmeralda, una escuela de arte multidisciplinario en las afueras de la Ciudad de México. No quería hacer una tarea de pintar en óleo sobre lienzo, y decidió investigar sobre lo que realmente le interesaba: el espacio urbano. Salió a las calles para pintar unas banquetas amarillas.
“Decidí hacer investigación sobre qué pasa con el color amarillo en la periferia [de la Ciudad de México]”, dice Olvera. En la Ciudad de México, explica él, el color amarillo se encuentra por todos lados como representación del gobierno, del desarrollo urbanístico. No es así en las periferias. “[Aquí se] hizo una expansión de manera descontrolada, resultando en que el espacio público, además de ser muy escaso, está siendo cada vez más suplido por centros comerciales, tiendas departamentales, cosas así que están poniendo en peligro la existencia de los parques, de las zonas recreativas públicas, de los espacios públicos en general”, dice Olvera.
De esta manera, Amarillo Público está tratando de crear un espacio público en las calles de las afueras de la ciudad donde a veces, dice Olvera, falta color y belleza. “Utilizar las partes no tan bonitas de esta zona es algo que la hace muy fértil a nivel creativo”, dice él. “Ése es el arte de esta zona”.