Dos de sus hermanos y varios de sus amigos emigraron a Estados Unidos. Pero Eduardo Espinal, un niño de 12 años, apostó a aprender el oficio de barbero y forjarse un futuro en Honduras, con el sueño de ayudar a sus padres. El trabajo infantil es una realidad en Honduras y en muchos otros países de Latinoamérica, aunque las leyes lo prohíben. Esta su historia.

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