null: nullpx

El negocio del odio

"La difamación prolongada de Jones no es única ni de su exclusividad. Con frecuencia, ahora que la desinformación se extiende con facilidad en las redes sociales, y muchos usuarios son susceptibles de no cuestionarla o verificarla, este tipo de especies se reproducen y encienden emociones fanatizadas que, con el tiempo, se convierten en un mercado".
Opinión
Periodista/especialista en narrativas de ficción y no ficción.
2022-08-05T17:42:51-04:00
Comparte
Default image alt
"...Porque el odio no sólo daña al objeto de esa emoción, sino a quien odia y a la sociedad en su conjunto". Crédito: Andrew Harrer/Bloomberg via Getty Images

Aunque mintió compulsiva, deliberada y numerosamente durante el juicio, a Alex Jones no le quedó más remedio que retractarse y admitir que, en efecto, la masacre de Sandy Hook, el asesinato en masas ocurrido en Connecticut en 2012, había ocurrido y no fue un engaño, tal como ha estado proliferando por años.

Parece una historia del absurdo.

Pero la difamación prolongada de Jones no es única ni de su exclusividad. Con frecuencia, ahora que la desinformación se extiende con facilidad en las redes sociales, y muchos usuarios son susceptibles de no cuestionarla o verificarla, este tipo de especies se reproducen y encienden emociones fanatizadas que, con el tiempo, se convierten en un mercado.

El mismo Jones, quizás el conspiranoico más masivo e impune que haya distorsionado sin freno la opinión pública estadounidense, ha acusado de falsedades similares a las explosiones en el maratón de Boston, al tiroteo del francotirador en el concierto de Las Vegas, respecto a las bombas del atentado de Oklahoma y, cómo no, en relación con la pandemia del covid-19.

Sus teorías siempre apuntan al mismo lugar: los medios, los liberales, los chinos, el nuevo orden mundial, nos manipulan desde un lugar secreto para controlarnos y abusar de nosotros. ¿El propósito de esas teorías?: sembrar odio y hacer sentir la necesidad de unirse contra "ellos", esos otros invisibles y poderosos que quieren acabar con la libertad.

Pero no se trata de una locura corriente, no. Es un negocio redondo. Alex Jones es el representante de una serie de sustancias nutricionales y productos de sobrevivencia y aventura que por años ha facturado cientos de millones de años. Y los reportes conocidos en el juicio dejaron claro que por cada uno de estos escándalos que emprende Jones, las ventas de sus productores se elevan a niveles asombrosos.

Hay días en que las ventas superan los 800,000 dólares, y años que superan los cientos de millones. Y todo coincide con el impacto que tienen las teorías conspirativas que Jones promueve.

Pero ésta no es una conducta única, original ni exclusiva de Alex Jones. Sino, por el contrario, un patrón repetido muchas veces en la historia y en las más diversas culturas que, ahora, en la era de la incesante comunicación, donde los mercados informativos se han multiplicado geométricamente, se expande.

En la política, los liderazgos que promueven el odio por una otredad (los socialistas, los ricos, los políticos tradicionales, los estudiados, los ignorantes, los conservadores, los liberales), no buscan sino convertirse ellos en quien acumula réditos y ganancias del odio de su audiencia.

Y pasa en la comunicación. Supuestos líderes de opinión que azuzan las inconformidades y frustraciones de la gente común y ensayan lógicas incomprobables, señalan enemigos y se hacen de la popularidad de la audiencia, del rating, de likes, de reposts y retweets. El odio de otros es la ganancia de ellos.

En tanto, la solución de los problemas comunes parece quedar en el banquillo de espera. Habría que preguntarse cada vez que un mensaje que recibimos nos hace sentir odio, a quién en realidad beneficia ese odio. Porque el odio no sólo daña al objeto de esa emoción, sino a quien odia y a la sociedad en su conjunto.

Las sociedades exitosas, felices y en avance alimentan las bondades que les une, tienen confianza en el prójimo, se ven como una unidad, un equipo. Las diferencias no son razones para pensar que no hay objetivos comunes alrededor del cual se reúnen. Por el contrario, la diferencia es celebrada y respetada, como una forma de, en libertad, contribuir con la prosperidad, el bienestar la felicidad propia y del otro, de todos.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.

Comparte

Más contenido de tu interés