A pesar del progreso de la Medicina, cada vez sufrimos más enfermedades crónicas, ¿por qué? Las principales causas no son ni el cigarrillo, ni el sedentarismo. Son los hábitos de comida, según reveló una investigación británica.
Nos encanta la comida precocinada y preparada... ¿pero realmente sabes qué tan saludable es?


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Cada vez ingerimos más basura

Un inglés que en 1975 comía en la calle o compraba comida hecha solo una vez a la semana, actualmente lo está haciendo 5 veces. En 40 años, el consumo de platos preparados se ha multiplicado por 5, según reveló la respetable Encuesta Nacional de Alimentación del Reino Unido.
Este drástico cambio en los patrones de alimentación se ha convertido en el principal enemigo de la salud, al menos en lo concerniente a la aparición de enfermedades crónicas. Las conclusiones del estudio son aplicables a cualquier país, por lo que estamos frente a un problema planetario, ¿cuál es el problema y qué podemos hacer?
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Lo que se quita a la comida

Al fast food le interesan dos cosas: rapidez y economía. Los vegetales hervidos en grandes cantidades ayudan al negocio pero perjudican al cliente. El agua de cocción de una remolacha es púrpura por sus nutrientes, entre estos los antioxidantes. En casa podemos hacer la remolacha al vapor o reutilizar el agua de cocción.
Las vitaminas y glucosinolatos que previenen el cáncer, presentes en los vegetales de hoja abierta y en las coles, también se van por la cañería en los sitios de venta de comida.
Estafas con la comida

Casi todos los malls y centros comerciales tienen una feria de comida. Allí no tenemos ningún control sobre la cantidad de sal, azúcar o grasa que le ponen a los platos. Estamos a merced de la buena fe del fabricante.
Un puesto de comida que ofrece una dieta mediterránea está obligado a usar aceite de oliva extra virgen, que es el más costoso. Pero ¿quién lo controla? Es muy fácil poner un aceite más barato en una botella de aceite de oliva. Sí el inspector de salud (suponiendo que lo haya) se limita a ver la botella, no hay problema para el defraudador. Solo queda que el paladar del cliente descubra el fraude.
Casos como este se repiten con muchos ingredientes en los que una sustitución resulta económicamente ventajosa.
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Lo que no se dice

En la comida preempacada hay un mayor control, pero ni tanto. Al menos en el consumo de azúcar o de sal no dependemos del gusto del cocinero de la feria, ya que se trata de procesos estandarizados con dosificaciones precisas de ingredientes. Las cantidades de sal y azúcar que aparecen en los empaques son creíbles, pero hasta allí.
Los empaques que anuncian cantidades de vitaminas, minerales y otros nutrientes en comidas con vegetales y carnes, frecuentemente se refieren a los contenidos originales en las materias primas ¿Cuánto se va por los desagües? Depende del método de cocción, pero esa información generalmente no está disponible.
A lo que hay que sumar los preservativos, colorantes y otros ingredientes para mejorar la apariencia.
¿Qué hacer?

Tomar conciencia de que mientras más control tengamos sobre la preparación de la comida, mejor será para nuestra salud. Hay que retomar el hábito de cocinar. No tiene por qué ser aburrido; puede ser en compañía de esa persona que tanto te agrada, o en grupos de amigos.
Como seguiremos comiendo en la calle, hay que ser más selectivo tanto con los establecimientos como con el tipo de comida. Por ejemplo, los nuggets de pollo tienen mucha porquería. Contienen altos niveles de sustancias conocidas como «productos finales de glicación avanzada», vinculados con la diabetes y posiblemente con la demencia.
Sin olvidar el activismo que podemos desplegar para que los fabricantes de comida sean más controlados y proporcionen toda la información que requerimos sobre sus productos.
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