Donde quiera que vayamos, ahí tendremos que estar nosotros, incluso si es a Marte. Puede parecer una obviedad, pero esa es la esencia de un ensayo publicado recientemente por un equipo interdisciplinar de la Universidad de la Información, Tecnología y Mangement de Rzeszow, en Polonia.
El mayor obstáculo para la colonización de Marte podría estar en la obsolescencia humana


¿Qué significa realmente esta conclusión? Que los futuros colonizadores humanos de Marte podrían escapar de la vida terrestre, pero no podrán huir de los rincones más oscuros de su propia naturaleza.
O lo que es lo mismo, toda clase de rencillas interpesonales, medidas legales, caos político y crisis existenciales aparecerían pronto en una comunidad colonial en Marte, pues es nuestra naturaleza humana, pese a que pisemos tierra de otro planeta.
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El estrés de colonizar un nuevo planeta como Marte

Los autores del estudio estiman que los primeros astronautas que lleguen a Marte estarán bajo un estrés psicológico único. Así pues, pueden surgir cuestiones de difícil respuesta como por ejemplo, «¿qué hacer con el cuerpo de un miembro de la tripulación que ha muerto durante el viaje?». ¿Se echa el cuerpo al espacio para que flote eternamente? ¿Se entierra en el nuevo planeta? No es fácil tomar una decisión.
Dado que en los próximos años un buen número de naciones estarán interesados en crear sus propias colonias marcianas, ¿quién decidirá cómo organizar la política y legalidad de las nuevas « aguas internacionales»? ¿Qué leyes se van a aplicar y por quién? ¿Qué sucedería si dos colonias rivales van a la guerra? ¿Cómo actuaría la Tierra ante un levantamiento en Marte?
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El estudio argumenta sobre la tendencia humana para hacer el mal entre nosotros mismos. En pequeños grupos, como serán los primeros asentamientos marcianos, la selección natural favorecerá a los egoístas y los desertores antes que a los que cooperen o actúen de forma altruista. Estima básicamente que aquellos de peor calaña gobernarán en Marte.
La vida en Marte

Los niños que nazcan en Marte podrían carecer del sentido de la aventura y que tuvieron sus padres astronautas. Las futuras generaciones de hijos que crezcan en el planeta rojo requerirán un modelo pedagógico específico.
Incluso estiman que una religión marciana podría ser un buen elemento cultural. Esta podría ofrecer un sentido a sus propósitos y dar respuestas existenciales al hecho de vivir en un mundo absolutamente hostil a su mera existencia.
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El ensayo concluye con una atrevida premisa. Sugiere que la mejor situación podría ser una aceleración artificial de la evolución biológica de los astronautas antes de que comiencen con sus misiones en el espacio profundo.
Así pues, leído el estudio, ¿realmente somos tan egoístas y necios como para ser incapaces de colonizar Marte? ¿Es necesaria una evolución biológica tanto física como psicológica para poder colonizar las estrellas? ¿Todo sería tan complejo en el planeta rojo como lo pintan estos autores? Solo el tiempo le dará o quitará la razón.
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