¡A votar, a votar, que el Trump no debe ganar!

El viernes 9 de septiembre de 2016 hice algo que muchísimos latinos y latinas en EEUU han estado haciendo en fechas recientes —y en cifras récord: me convertí en ciudadana estadounidense... y salí disparada a registrarme para votar.
Durante una ceremonia de una hora y pico en Manhattan, juré — junto con otras 168 almas provenientes de 51 países — fidelidad a la bandera y a la constitución de EEUU; fui recibida “oficialmente” por el mismísimo Barack Obama (en un video pre-grabado, no se vayan a creer...) y hasta me uní a un coro de entusiastas inmigrantes con acento para entonar por primera vez, y torpemente, el famoso Star-Spangled Banner mientras ondeábamos unas banderitas muy simpáticas que seguramente fueron hechas en China.
Mentiría si digo que no se me enchinó el cuero cuando la encargada de conducir la ceremonia nos pidió levantarnos de nuestra silla al escuchar el nombre de nuestro país de origen mientras ella leía una larga lista que empezó con Albania y terminó con Yemen. Ahí íbamos, inmigrantes de todos tamaños, colores y sabores, vestidos de traje, minifaldas, saris y hasta burqas, levantándonos poco a poco, aplaudiendo a los demás, entre aturdidos y orgullosos, dando el paso definitivo hacia la ciudadanía.
Pero si bien la ceremonia del viernes fue la culminación de un largo camino hacia la naturalización, fue apenas el principio de algo más grande — e infinitamente más importante: el derecho a votar. Así que tan pronto recibí mi certificado de naturalización — y guardé mi banderita en el bolso — salí disparada hacia unas mesas que habían improvisado los chicos de NYC Votes, donde hice lo que había estado anhelando por meses: registrarme para votar y participar por primera vez en una elección presidencial en este país.
La buena noticia es que no estoy sola en este esfuerzo.
Según un reporte de julio del Wall Street Journal, los latinos se han registrado para votar en cifras récord en estados clave como Colorado, Florida, Nevada y Ohio, entre otros. Otro reporte anterior, esta vez del New York Times, aseguraba desde marzo que las solicitudes para la naturalización de parte de inmigrantes en general iban ya camino a romper récords en 2016.
El porqué de esta movilización no es ningún secreto. Uno de los aspirantes a la presidencia de este país al que ahora puedo llamar “mío”, es un señor que se ha referido a los inmigrantes mexicanos como “criminales”; se ha burlado repetidamente de otras minorías y aferrado a la absurda idea de construir un muro en la frontera entre México y EEUU, entre otro sinfín de barbaridades.
Y no, no quiero que este señor sea presidente de mi país y, ahora que puedo, no voy a cruzarme de brazos y voy a salir a votar. No importa si un voto demócrata en Nueva York no es tan decisivo como uno en un swing state, ni si creo — o no — que Hillary Clinton será la mejor presidenta del mundo.
Lo que importa es que ahora, además de voz, ya tengo voto. Y juro que lo voy a ejercer.
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