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Inapetencia infantil: algunas ideas a considerar

A veces ocurre que los niños no quieren comer. Ello, lógicamente, es causa de gran preocupación para sus padres, que desean que la salud de sus pequeños no se vea afectada. Sin embargo, lo primero que debemos considerar en estos casos es que el apetito de los menores se asocia directamente con sus gastos energéticos. Cuando el niño realiza muchas actividades físicas se torna hambriento, en cambio, si su día ha sido sedentario probablemente coma poco o no tenga apetito.

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Los cambios en el apetito son normales durante el crecimiento infantil, no hay necesidad de alarmarse en extremo. El niño puede haber comido una galleta o helado a la salida del colegio, o en casa de unos amigos, y estar lleno al llegar al hogar. Antes de preocuparte en vano, indaga sutilmente qué ha hecho tu hijo durante el día.

Un elemento importante que los padres deben saber es que en los niños el apetito se relaciona con los sentimientos afectivos. Los menores faltos de cariño o con problemas emocionales pierden el apetito, un comportamiento no muy distinto del que tenemos al crecer. Nunca perder de vista que lo más valioso que tienen nuestros hijos es ese clima de amor familiar, donde pueden crecer felices, alimentándose sanamente y con placer.

Un error frecuente es creer que la forma de darle afecto al pequeño es ofrecerle grandes cantidades de comida. No hay dudas de que el amor debe guiar a un padre a la hora de alimentar adecuadamente a sus hijos, pero la mejor manera de quererlos es a través de la comunicación amorosa diaria.

Nuestra función es observar el contexto. La inapetencia puede ser una consecuencia de la falta de atención, o simplemente una competencia entre hermanos en un momento determinado. Si la falta de apetito persiste, los padres deben verificar el peso del niño. En caso de ser menor que el esperado para su edad y talla, se precisa consultar al especialista que podrá definir cuál es el problema real.