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Tenemos estas razones para no tenerle miedo a la soledad

En Tokio, cientos de personas se suicidan al año como resultado de un estilo de vida demasiado robótico, devorado por la soledad que impone la gran ciudad oriental. Al otro lado del mundo, alguien se aferra a una pareja a la que ya no quiere por miedo a verse solo.

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Estar solo se ha convertido en una condición ancestral a la que el mundo todavía respeta y, ante todo, teme. Sin embargo, la soledad es buena si sabes adentrarte en ella. 

Libertad, soledad

"La soledad forma parte de tu naturaleza. Puedes intentar olvidarla, puedes intentar no estar solo haciendo amigos, teniendo amantes, mezclándote con la multitud... Pero cualquier cosa que hagas se quedará sólo en la superficie. En lo más profundo, tu soledad es inalcanzable, intocable".

Esta cita forma parte de mi particular Biblia: Amor, libertad, soledad, libro del controvertido de Yogi Osho, el cual nos alumbra con una dosis de realidad que no todos nos atrevemos afrontar en nuestra vida, y la soledad forma una parte intrínseca de ella. 

Imagen Thinkstock

Vivimos en un tiempo en el que la comunicación ha adquirido múltiples vías: internet, aplicaciones de mensajería, aplicaciones para ligar, etc. Aún así, en algún lugar de nuestro ser nos seguimos sintiendo solos.

A nuestro alrededor, los amigos han hecho su vida, nuestros padres no nos entienden y, bueno, estamos deseando encontrar a esa otra persona que nos complemente y nos arranque de la soledad. La encontramos y pasan los años, conocemos a otra persona y enlazamos relaciones. Contraemos matrimonio, pero no nos atrevemos a estar solos, necesitamos una nueva red de seguridad. Y así, poco a poco, vamos hinchando una soledad que sorteamos y a la que tememos, haciéndonos esclavos de nuestros propios escudos

Permitirnos estar solos

Sin embargo, ¿qué ocurre si nos atrevemos a sumergirnos en la soledad? Puede que al principio nos sintamos raro, pero poco a poco descubriremos que la libertad, esa que todos añoramos pero que nunca abrazamos, conlleva estar en soledad durante ciertos períodos (y atención, no he mencionado la palabra aislamiento, pues ésta sí engloba connotaciones negativas), sino al hecho de poder abstraernos sin necesidad de recurrir a otras personas constantemente. 

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De hecho, esquivar la soledad puede hacernos pensar que buscamos la felicidad, pero posiblemente lo que estemos haciendo es esquivar esos otros motivos que nunca hemos analizado y a atendido: los estudios que queremos realizar, ese viaje, esas preguntas acerca del qué y cómo queremos que sea nuestra vida. 

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Tenemos la capacidad de planear ese viaje en soledad, de quedarnos una tarde en casa leyendo junto a una taza de té caliente y de ir a pasear por la ciudad habiendo dejado el teléfono en casa. Cuando huimos de la soledad, la hacemos más grande, pero si nos atrevemos a afrontarla, comprobaremos que se trata de toda una bendición a combinar perfectamente con otros planes, amistades y parejas que lleguen porque queremos, no porque necesitamos.

La soledad es buena por múltiples motivos, solo tenemos que atrevernos a abrazarla como una forma de explorar y avanzar en la vida, pues ya sabemos que todo empieza dentro de nosotros, y si esa parte no está satisfecha no podremos sentirnos felices con nadie.