Más de una vez escuché que nuestros miedos e inseguridades se convierten en nuestro peor enemigo, que el camino del éxito no es fácil para las mujeres y que hay que atravesar muchos obstáculos, que las barreras sociales nos han reprimido y que ha pesar de tanta lucha aún nos queda mucho por hacer.
El momento en que las mujeres nos convertimos en nuestro propio obstáculo


Sí, hay mucho de verdad en esas palabras. Pero también todo ello existe porque lo creemos, porque de tanto repetirnos siempre la misma historia nos creemos ese mundo de limitaciones. No estoy diciendo que no exista, estoy diciendo que elegimos nuestros pensamientos, y que muchas veces se convierten en nuestro propio obstáculo.

Es importante ser conscientes de todos los derechos conquistados y todos los logros obtenidos y también es bueno saber que aún quedan más logros por conquistar. Pero si tan solo pudiéramos posicionarnos en el presente, en este instante, y sentir nuestra libertad en cada pisada, en cada palabra que pronunciamos, en cada decisión cotidiana, no estaríamos pendientes de lo que nos falta lograr.
Muchas mujeres asimilan creencias, piensan que no, pero las asimilan, y sin darse cuenta se convierten en su propio obstáculo. Creen que luchan por una igualdad de género, pero en pequeñas acciones o dichos están yendo contra lo que creen que luchan.

Nos volvemos nuestro propio obstáculo cuando nos sorprendemos de que el vecino se quede en su casa cuidando a su hijo mientras la mujer trabaja o cuando vemos mal que nuestra amiga haya decidido cuidar a sus hijos y no trabaja. ¿Quién dice lo que está bien o mal? ¿Bajo qué punto de vista? ¿Quién somos para opinar cómo debería vivir cada familia? No hay recetas. Si todos somos iguales, todos somos libres de elecciones.
Nos volvemos nuestro propio obstáculo cuando hablamos mal de la compañera de trabajo porque salió con tres compañeros distintos o porque se pone todos los días la falda más corta.

Nos volvemos nuestro propio obstáculo cuando a nuestro hijo le gustó una muñeca del comercio, pero no se la compramos y lo motivamos a que elija otra cosa.
Todos creamos nuestra realidad, y lo importante es identificar qué postura adoptamos para construir ese lugar. ¿Las mujeres realmente construimos la realidad en la que queremos vivir? ¿o será que muchas veces nos saboteamos y tomamos el rol de víctimas de la circunstancias? Y si eso pasa otra vez nos convertimos en nuestro propio obstáculo.
De nada sirve luchar por lo que se quiere culpando o excluyendo al otro sexo. Hay que luchar desde el amor, la unión y sin distinciones. No estamos solas en esto.








