Quería otro destino para su vida y decidió arriesgarse, ¿qué hubieras hecho tú?
¿Dejarías todo por un sueño? Ella se animó y el resultado valió la pena, ¡conoce su historia!

La vida de Fátima cambió cuando tenía 25 años, pero animarse le costó nada más y nada menos que 10 años.
Su familia es musulmana ortodoxa. Cinco veces al día rezaban. Las mujeres no podían irse de su casa a menos que se casaran. Y en su adolescencia debió comenzar a usar el hijab. Sin embargo, ya desde pequeña se preguntaba por qué las mujeres y los hombres estaban separados y cuál era la razón por la que las mujeres debían usar un pañuelo en la cabeza.
Arriesgarlo todo

Cuando le obligaron a usar el hijab ella cumplió a medias. Fue en sus 15 años, edad en la que comenzó todo un cambio y una lucha interior. Cuando estaba con su familia ella lo usaba, pero cuando ningún familiar la veía se lo sacaba, principalmente en el colegio. Ese secreto y esas ganas de ser lo que ella quería ser y romper con las tradiciones religiosas permaneció oculto hasta que llegó a la universidad.
Diez años después lo decidió: o vivía la vida que otros decidieron para ella o dejaba todo y formaba su propia vida.
Ya era hora, y un día les dijo a sus padres: “Mamá, papá, firmé un contrato de arrendamiento y ya me estoy mudando”. Sin duda eso era arriesgarse y romper con las tradiciones. En medio del silencio, el único comentario que escuchó fue el de su padre que le decía que nunca más quería volver a verla. Pero para ella, ese era el primer paso para sentirse libre, algo que había anhelado toda su vida.
Después de cinco años, Fátima formó una vida nueva, actualmente es reportera del sitio Cincinnati Enquierer, y ama ser independiente. Su relación familiar sigue intacta, ama a sus hermanos y a su madre aunque todavía no ha conseguido solucionar los problemas con su padre.
Animarse vale la pena

A veces para ganar hay que arriesgar. Incluso, en ocasiones para ganar hay que perder. Fátima se animó, cambió su vida y logró ser una mujer independiente, segura, feliz y libre. Para eso tuvo que dejarlo todo, rompió con las tradiciones y se ganó el enojo de sus familiares.
Más tarde o más temprano, sus seres queridos comprendieron que ese era el camino que ella quería seguir y cuando uno es feliz no hay que poner barreras. Falta que su padre haga un clic, que acepte que no todos somos iguales ni queremos las mismas cosas.
Sin embargo ella ya avanzó, ya comenzó a hacer su camino y no hay mejor satisfacción que esa.
Te pregunto, ¿te animarías a dejar todo por un sueño? Quizá lleve años animarse y pensar si es lo que realmente deseamos, pero cuando tu instinto así lo sienta, ¡es el momento correcto de hacerle caso!









