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Construir mi propia realidad

Etapa 4: Saliendo de la burbuja

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Cuando recién comienzas a atravesar una etapa de cambio, durante los primeros instantes en que se enciende esa lamparita que indica una nueva idea, un cambio en tu vida y ves los primeros signos que te indican todas las razones que tienes para ser feliz es como si vivieras en una microburbuja, alejada del resto del mundo, protegida de los problemas y las malas vibras, tu mundo está lleno de colores y esperanzas, vives por un momento en esa realidad paralela en un estado de ¡FELICIDAD PURA!

Pero a medida que se pasa ese efecto anestésico o alucinógeno que tienen los primeros cambios, las ideas locas y las esperanzas de cambiar tu vida, esa felicidad extrema se va desvaneciendo y pasamos a reintegrarnos en la realidad que estaba viviendo todo el mundo a nuestro alrededor.

Mi regreso fue algo así como:

¡Hola, mundo, volví! Estoy llena de ideas, somos amor, estoy en paz, voy a ser feliz todo el tiempo, las casas están hechas de caramelos y aparte alguien me dijo que todo iba a ser perfecto siempre.

Recibía a todo el mundo con una sonrisa, ignoraba los malos tratos de otras personas, estaba atenta a cualquiera que pudiera necesitar mi ayuda, decía que sí a todo. ¡Ay!, todo era tan lindo: viajaba en una nube hecha de algodón de azúcar. Sin embargo, no es difícil adivinar, que las respuestas a mi alrededor no eran igualmente dulces, o alegres, a medida que iba perdiendo las vendas que cubrían mis ojos, volví a percibir injusticias, violencia, egoísmo, problemas, personas que me trataban mal, que no me ayudaban, cosas que no salían como yo quería, miedos, inseguridades… ¡BUM! ¡BIENVENIDA AL MUNDO!

Así fue que poco a poco empecé a volver a caer, a enojarme, a sentir tristeza, a caminar seria por la calle, a dejar de charlar con personas desconocidas, a dejar de observar con amor y asombro todo lo que me rodeaba, a perder la calma cuando me trataban mal, a llorar si algo o alguien me fallaba. Estaba decepcionada, sentí que era todo una mentira, que nada era perfecto y que ese estado de felicidad extrema solo iba a ser posible mientras meditaba, pero la realidad del mundo era otra.

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Hasta que un día, comentándolo con una amiga y una gran maestra, comprendí que era una cuestión de perspectiva, que la realidad objetiva siempre es una, pero nadie la conoce, cada uno percibe una realidad distinta porque elige qué elementos serán parte de su lienzo. Si les pidiera que pintaran un atardecer, aunque tuvieran la misma esencia, todas las pinturas serían diferentes, cada cuál elegiría cómo componer su lienzo: puede tener 10 colores, o solo 2, puede estar nublado, tormentoso, o con un cielo despejado. El atardecer es uno solo y, sin embargo, podríamos ver muchas perspectivas diferentes, según la realidad que hayamos elegido.

Imagen Thinkstock

Así mismo sucede con nuestras situaciones en el día a día, podemos ver oportunidades para crecer, y aprender o podemos percibir problemas, conflictos e injusticias. Una vez que comprendes que tu realidad es tu elección es mucho más simple elegir rodearte de cosas buenas, así me sucedió a mí. ¡Probemos ésta práctica!

  • Miren a su alrededor y cuenten cuántas líneas RECTAS perciben en la habitación, tómense 1 minuto.
  • ¿Listo? Ahora anoten en un papel cuántas líneas curvas vieron en la habitación. ¿No lo saben? están pensando: ¡Hey, pero nos dijiste que contáramos las rectas, a las curvas no les prestamos atención!

¡Exacto! Así es como sucede, cuando perdemos nuestro tiempo enfocándonos en alguna cosa, por ejemplo, lo injusta que es nuestra vida, o todos los problemas que tenemos, o las cosas que no nos han salido bien, no somos capaces de percibir el resto de las cosas hermosas que suceden a nuestro alrededor. Nuestra mente está tan enfocada en ESE pensamiento, que el resto del mundo se desvanece.

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Aprender a percibir las cosas bonitas, elegirlas para que permanezcan en nuestra memoria por sobre aquellas que pueden no ser de nuestro agrado es lo que nos llevará por el camino de la felicidad. Si al entrar a un rosal y pincharnos con una espina, saliéramos corriendo espantadas, no nos daríamos el tiempo, ni la oportunidad de apreciar la magnificente belleza de las rosas o su aroma exquisito. ¡Cuánto se perderían nuestros sentidos solo por una miserable espina!

Esta lección me ayudó a construir mi realidad, eligiendo percibir algo hermoso en cada acontecimiento. Incluso en esos días malos, donde todo parece ser gris, elijo tomar esas situaciones como un aprendizaje, una piedra necesaria para tropezar, caer, levantarme y crecer. Todo es parte de mi camino para que cuando llegue el final, pueda sonreír y decir: ¡Lo logré!

Después de todo, las cosas no son feas o bonitas, simplemente son, cada etiqueta, cada juicio, cada valor es emitido por nuestra propia mente, por lo tanto es ella quien tiene el poder de cambiar tu vida.

Una vez que aprendí esta lección, comprendí que lo mismo sucede con las personas, no somos buenos o malos, simplemente estamos creciendo, aprendiendo y equivocándonos, y todos buscamos lo mismo en este camino… ¿Saben qué es?

¡Averíguenlo en mi próximo artículo!

Acompáñame en este maravilloso cambio, aprendiendo a Vivir al 100%